Estación y tren

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Perdí el tren. Ya se fue y no volverá.
Espero a que la señora que trabaja en atención al cliente me diga si va a venir otro. De momento lo único que he podido recibir ha sido una escueta advertencia acerca del mal estado de las vías y la escasez de vehículos. Ya no se ven muchos por aquí.
Recuerdo hace bastante la cantidad de veces que pasaba ese tren por la estación, y cómo cada una de las veces, perdía el tren una y otra vez.
Como si me diera miedo saber qué hay dentro.
Como si me diera miedo conocer el destino.
Como si me diera miedo dejar mi estación, mi lugar.
No tiene sentido tenerle miedo a algo nuevo, a las dificultades del viaje. Allá donde haya retos, habrá progreso. Sin ningún tipo de preocupación, ¿qué destino me ampara?
Ahora que quiero salir de aquí más que nunca, me doy cuenta de que, una vez más, he perdido el tren, y aunque quiera pensar que va a volver, hay muchas más estaciones por recorrer, y esta no tiene nada de especial como para pararse aquí. Apenas hay una vía, un par de bancos, algunas tiendas y una triste cafetería para atender a los que pasen. Un arrumbado reloj marcan horas que nunca pasan, mientras algún perdido mochilero compara su mapa con el de la estación.
Esta vez he hecho la maleta.
Esta vez no me he dejado nada aquí.
Esta vez no tengo miedo de abandonar.
Esta vez, cogeré el tren.
Y para cuándo vuelva, esperaré.

Eat a candy when you are going to sleepDonde viven las historias. Descúbrelo ahora