Capítulo IV. Parálisis

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Durante la madrugada, un viento frío invadió la habitación, el aire se congeló y la habitación se llenó de niebla espesa. Lan Wangji incomodó despertó lentamente, al abrir los ojos un escalofrió lento recorrió su cuero cabelludo. Frente a sus ojos estaba el rostro de su pequeño A-yuan, pero en el fondo presentía que, aquel ser de tez extremadamente blanca y grandes ojos ojerosos, no era su A-yuan.

Aún así, vacilante lo llamó —¡A-yuan!

El pequeño sentado en su pecho lo miraba fijamente, aparentemente tranquilo, pero al escuchar su nombre pasó de estar calmado a estar visiblemente angustiado, inmediatamente se aferró al cuello de Lan Wangji, a la vez que entonaba un grito desgarrador, al abrir la boca, no había lengua, ni dientes, era un agujero negro y vacío, el sonido que emitía atravesó la cabeza del jade, era un grito desconsolado y resentido. Venas oscuras brotaron del cuello y se expandieron por el rostro del infante, en contraste con la blanca piel, las líneas oscuras le proporcionaban un aspecto fantasmal estremecedor.

Las uñas algo alargadas atravesaron la piel y sangre empezó a brotar de los diminutos orificios. Lan Wangji trató de detenerlo, pero por más que intentó mover sus manos, ni siquiera conseguía estirar un dedo, estaba inmóvil y poco a poco se estaba quedando sin aire. Se estaba asfixiando. En su último momento su conciencia se perdió en las pupilas blancas del infante, todo se consumió dentro de esas pupilas densas, se sentía vacío y aterrador, un vacío abrumador, estaba asustado de lo que tenía enfrente. Tenía miedo de que ese espeluznante ente, realmente, sea su hijo, su A-yuan.

Con ese mismo temor se despertó de un sobresalto. Camino hasta el baño, convenciéndose de que solo se trataba de un sueño, de una horrible pesadilla. Pero al pararse frente al espejo y ver las marcas rojas en su cuello, dudó por un momento. Con el rostro hundido y las oscuras ojeras, parecía un fantasma y los rostros infantiles asomados en el reflejo, entre los cuales sobresalía el de A-yuan, como en una mala fotografía photoshopiada. Se dio cuenta de una gran realidad, esos rostros realmente existían, no eran su imaginación, no eran un delirio. Los rostros de los niños desaparecidos lo miraban desde el espejo, como si se encontraran en otra realidad. 

Las ruedas del auto rompieron la tierra, poco a poco se alejó de la ciudad, para recorrer piedras y extenso campo. El camino era largo.

¿Ahora si me crees? — preguntó jocoso, esbozando una gran sonrisa.

Lan Wangji no tuvo otra opción que ir en busca del hombre que conoció la noche anterior en aquel restaurante. Ahora se dirigían a su casa, la cual estaba ubicada en el campo, aislada y solitaria, aquella casa en donde desapareció su A-yuan.

No dijo secó —, pero ya busqué a mi hijo por todo este mundo, pienso buscarlo en el otro también.

Ya veo, eres un padre filial, tal como pensé. Por cierto, no tuve oportunidad de presentarme anoche, no tienes curiosidad por saber quién soy— se acercó peligrosamente al lado del conductor.

Lan Wangji ni se inmutó por la cercanía extraña —Eres un estafador— resolvió simple. Y aún con esa mentalidad fue a buscarlo.

Ningún estafador. Mi nombre es Wei Wuxian, soy un Investigador paranormal. Además, hice un doctorado puedes llamarme Doc...

Un exorcista— Lan Wangji interrumpió.

No. Un investigador... ¿sabes qué? ¡Como quieras! — se giró ofendido.

A-yuan tiene diez años— mencionó el jade ignorando por completo el malestar de Wei Wuxian.

¿Tienes alguna foto de él? — decidió olvidar el malestar y empezar a trabajar.

Lan Zhan buscó en la guantera del auto, le mostró una foto familiar. En ella aparecía una mujer de finas facciones, un hombre adulto y un pequeño niño de aproximadamente nueve años, todos con una sonrisa genuina en sus rostros. Wei Wuxian se fijó en el rostro de Lan Wangji, desde que lo conoció su expresión estaba rígida como el hielo. Pero con una sonrisa todos sus rasgos se suavizaban. Bajo ese semblante de frustración había un hombre atractivo. El jade seguía casado, o, eso indicaba el anillo dorado fijó en su dedo anular.

Parece un buen niño. ¿Por qué hiciste que se fuera? — acusó.

Lan Wangji casi desvía la dirección del auto por la sorpresa —¿Qué quieres decir?

Jesús dijo una vez "la verdad os hará libres", no te estoy acusando. Sé que no asesinaste a tu hijo. Pero hay una razón para que el haya desaparecido. Y definitivamente tiene que ver contigo. ¿Sabes por qué no hay evidencia?,¿por qué las desapariciones son tan misteriosas? Porque los niños deciden irse por su propia voluntad. Todas las victimas tienen algo en común, eran víctimas de violencia domestica o negligencia. Los niños son seres empáticos, sienten por instinto cuando alguien no los quiere, detectan el peligro al igual que los cachorros. Aun así, estos niños deciden ir con el demonio. Prefieren tomar la mano del demonio que la de sus padres. Ahora deberías pensar diferente. ¿Por qué A-yuan quiso irse?— concluyó su discurso con la interrogante que causó dolor de cabeza al jade. 

|EL ARMARIO| - WangXianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora