Capítulo XI. Regreso

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Wei Wuxian recitó las últimas oraciones. Y finalmente, las olas oscuras desaparecieron, el demonio había sido exorcizado del armario. Sumiendo la habitación que antes había sido avivada a las llamas del caos dentro de una apacible calma.

El pequeño A-yuan se quedó inmóvil, estaba suspendido en el momento, absorto, fuera de lugar. Su corazón se removió de en su pecho. Y sus pupilas oscuras se dilataron volviendo a la normalidad. Extendió los brazos para corresponder el abrazo, pero un fuerte sonido se lo impidió. Era como un agudo pitido que estalló dentro de su oído interno, que lo hizo retorcerse en los brazos del jade y tras un grito de agonía se desplomó.

Lan Wangji perdió todo color, insistentemente llamó el nombre de su hijo, pero este no respondía. A-yuan hizo un esfuerzo, entreabriendo los ojos, articulo despacio —Papá, quiero ir a casa.

Lo haré, te voy a llevar a casa Lan Wangji reacciono al instante, se levantó cargando a su hijo en brazos

La imagen lo congeló, helando su sangre, una gran ola de agua iba directo hacia él, avanzando a gran velocidad, con intención de tragarlo. El jade huyó, empezó a correr con su hijo en brazos, pero era inevitable, el agua se acercaba cada vez más.

Wei Wuxian observaba con atención dentro del armario, se preguntaba que estaba pasando, la preocupación era insostenible e hizo que bajara la guardia. Inesperadamente una mano oscura salió del armario directamente hacia su rostro, pero la esquivó exitosamente. Lo que no esperaba era que salieran muchas más y cada una se aferrará a su cuerpo, esta vez sin posibilidad de escapar fue arrastrado dentro del armario, que intentaba encerrarlos a todos.

Era como si el lugar tuviera conciencia propia y cuando escucho que A-yuan quería irse empezó a actuar hostil.

¡Lan Zhan!— gritó Wei Wuxian en su desesperación, mientras era tragado por las manos, que parecían arrancarle el alma.

¡Lan Zhan!

Se acababa la esperanza.

¡Lan Zhan!

Lan Wangji aferrado a A-yuan, corría sin rumbo, la ola gigantesca le mordía los talones al igual que un tiburón, cualquier camino parecía eterno y no encontraba la salida. No fue hasta que todo el ruido tormentoso se redujo a silencio que pudo escuchar la voz de la esperanza —¡Wei Ying! — respondió a todo pulmón.

¡Lan Zhan! ¿ves la abertura?

En medio de la densa niebla una luz resplandeciente fue visible —La veo.

Con toda la adrenalina que bombeo su corazón se apresuró hacia la entrada. La luz blanca lo cegó y poco después perdió la conciencia. 

|EL ARMARIO| - WangXianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora