Capitulo 5

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Nunca me habían gustado las mujeres, y a pesar de haberme acostado con Ana y la puta brasilera que me había contratado Pablo, me resultaba placentero... Pero de ahí a volverme plenamente bisexual me parecía una locura. A propósito de él, lo llamé y le dije que no quería volver a verlo porque amaba a mi marido y no me parecía bien seguir siendo una cachona.  Llegó el fin de semana y el sábado fui con Ana a comprar ropa en boutiques típicas del público gay en la Zona Rosa. Nos compramos unos jeans estilo vaquero bien apretados, chaquetas, pañoletas para la cabeza, tangas y brasieres de colores, pulseras y aretes, botas texanas, ETC. Según ella, nos teníamos que poner a la moda gay para dar una apariencia hippie y más juvenil. Luego fuimos a comer a un restaurante y Ana me empezó a dar instrucciones: me aconsejó maquillarme lo más provocativa posible, que me pusiera la ropa que habíamos comprado y finalmente me dijo iba a empezar a presentarme como su novia; que ella iba a hacer el papel de marimacho y yo el de su putica complaciente.  Por la tarde fui cine al Andino con Sebastián, mi esposo, y mi hijo.

Al regresar al apartamento, me bañé y comencé a vestirme con la ropa que había comprado, me puse una tanguita y un brasier rojizo, una blusa blanca escotada que transparentaba el brasier, un jean estilo vaquero azul clarito desgastado y bien descaderado que marcaba la raja de mi cuquita, sujetado por un cinturón dorado. Entre el descaderado y la blusita se me veía el piercing del ombligo y la mitad de mi corazón tatuado sobre el pubis, además de las tiritas de la tanga. Para terminar, me puse unas botas texanas con que hacían juego con el cinturón. Posteriormente me maquillé en tonos rojos llamativos y me pinté las uñas del mismo color. El pelo me cogí con una pañoleta que hacía juego con un bolso de charol rojo.  Cuando salí del baño, Sebastián se quedó mirándome y me preguntó para dónde iba vestida como una niñita de 15 años. Le contesté que había quedado de salir a tomarme un par de coctelitos con Ana y que no me esperara despierto, que me vestía así porque apenas tenía 28 años y todavía era muy joven. Se puso muy bravo y me dijo que parecía un puta de campo. Salí tirando la puerta, cogí el carro y me fui a recoger a Ana. Ella iba vestida casi igual a mí, pero más tipo hombre: sin mostrar la cintura, con el pelo totalmente recogido, engominado y sin maquillaje.  Ya casi eran las 11 de la noche.

Nos fuimos por la vía a La Calera y en el camino me iba dando instrucciones que le siguiera el cuento todo el tiempo. Llegamos a un bar gay llamado "Jinetes", que queda un poco antes de llegar al peaje; allí había hombres y mujeres por igual. Sin embargo, me di cuenta que al entrar únicamente se nos quedaron viendo puras viejas. La verdad es que yo debía ser un bocado muy apetitoso para cualquier lesbiana, y los hombres que estaban en el lugar debían ser todos gays.  Nos hicimos en la barra y pedimos un par de whiskys, prendimos dos cigarrillos y Ana empezó a estudiar a las mujeres. Se fijó en dos que eran bastante lindas, con el pelo cortico y buen cuerpo, vestidas como hombres. Tenían pocas tetas, pero eran bien flaquitas y atléticas. Ana me cogió la mano y nos fuimos cerquita donde estaban ellas. Mientras nos tomábamos el trago, me dijo que esa noche me entregaría a esas dos viejas; que íbamos a empezar a calentarlas.  Ana empezó a meterme la mano, a besarme metiéndome la lengua bien adentro, a tocarme las tetas... Estuvimos en esas como unos 20 minutos.

Luego me mandó al baño y me dijo que cuando volviera ya iba a estar hablando con ellas.  En el baño me miré en el espejo y me sentía extraña, nunca en mi vida me había vestido de una forma tan vulgar... Sebastián tenía razón, parecía una niñata de Instituto Calientavergas. Prendí otro cigarrillo y me dirigí hacia ellas. La música estaba durísima, entonces Ana se me acercó al oído diciéndome: Les dije que eres una niña superbien de papi y que yo soy tu novia. También que tienes 24 años, que estudias Comunicación Social en la Javeriana y que vives en un apartamento en Los Rosales que paga tu papá". El hecho es que Ana había preparado el terreno para que las dos lesbianas me comieran toda la noche.  Nos presentó, se llamaban Rosa y Belén... Al parecer eran nombres ficticios como suelen hacer las lesbianas en esos bares. Pedimos más whisky y empezamos a hablar, se veía que tenían un nivel cultural medio-bajo; una trabajaba en un Hospital y la otra en un restaurante.

HISTORIA DE UNA ESPOSA EJEMPLAR Por: Paulina ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora