Capitulo 10

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Cuando volví a casa, desperté a Ana y le conté llorando lo que me había pasado. Me dijo que mi marido era un hijueputa pero que por ahora no me preocupara. Que hasta mejor que no trabajara porque Diego quería que me hiciera varias cirugías esa misma semana con el fin de que mi cuerpo quedara a su gusto; y si cumplía sus expectativas me iría a vivir con él un tiempo. Esa noticia me cambió el semblante y me llenó de alegría. Por la noche nos vestimos bien llamativas y salimos con una sola meta: conseguirnos dos tipos para comérnoslos y dejarlos sin una gota de sémen en los testículos. Primero fuimos a comer a un restaurante, y la gente no paraba de mirarnos, la verdad es que era imposible que no se fijaran en el movimiento de nuestras tetas al movernos. Después estuvimos en algunos bares de La 93 tomando cócteles, y a las 1 de la mañana nos fuimos a Sayaca en la Calle 81 con 11, el sitio de moda en Bogotá.

Nos hicimos en la barra, sentadas de tal forma que se nos vieran de forma escandalosa las piernas. Entonces Ana empezó a mirar para ver a quiénes nos comeríamos. Ella se quedo mirando a un par de negros que estaban al otro lado de la barra, creo que median cerca de dos metros y estaban bien cuajaditos. "Alguna vez haz tenido una verga negra adentro?", me preguntó Ana. Le contesté que no, que nunca lo había hecho con un negro, ni hombre ni mujer. "Pues mi amor, ya es hora de solucionar eso. Todas las viejas nos hemos masturbado pensando en un negro comiéndonos con una verga de 25 cms.". Yo le dije que me encantaría pero que estaba mamada, que ya casi eran las 3:00;  que además no era el mejor día y que me encontraba muy deprimida... Por lo cual no tenía ni fuerzas para tirar.  Ana se fue poniendo como de mal genio y me dijo que los negros la habían calentado, que no aceptaba un "no" como respuesta, y que tenía la solución para mi cansancio. Fuimos al baño y sacó de su cartera una bolsita con polvo blanco, que era cocaína. Armó cuatro líneas sobre un espejito maquillador, enrolló un billete y aspiró dos de las líneas.

Entonces dijo que me tocaba a mí. La contesté que ya sabía que ella era periquera, pero que yo no quería. "Cálmate! No seas bobita 'Pau', no te va a pasar nada; precisamente esta es la única droga que Diego nos dejaría meter porque es excitante y aumenta las ganas de tirar. Yo consumo hace tres años y, mírame, estoy perfecta". Tanto me insistió y tanta era mí depresión, que terminé aspirando las rayitas que quedaron.  Salimos del baño y nos pusimos a bailar provocativamente al lado de los negros, en realidad uno era mulato. Con la pinta que teníamos se nos salían todas las tetas, de tal manera que se nos veían los pezones al movernos. Después de 20 minutos bailando, yo ya estaba eufórica; la coca me estaba haciendo efecto, todo era optimismo, el cansancio y el sueño habían desaparecido... Aparte estaba loca por culear. Al ratico pusieron una canción suave y Ana me indicó que nos pegáramos a ellos para bailar apretados. Yo cogí al más negro y Ana al mulato. Minutos más tarde ya estábamos súper amacizados y rumbeándonos. Cuando nos sentamos, nos preséntanos y comenzamos a hablar cada una por su lado. A mi me había tocado un negro de 1,90 pero buenísimo. Eran gringos y trabajaban en la Embajada de Estados Unidos en Bogotá, el de Ana hablaba muy bien español pero el mío no.

Se llamaban Ed y Bob. Poco a poco, comenzamos a girar nuestra conversación hacia temas con más contenido sexual, formas de hacer el amor, gustos de los diferentes países, ETC. El ambiente se fue calentando y no paraban de tocarnos. Yo ya estaba toda mojada y el jean del mío parecía que se le fuera a explotar. De un momento a otro, Ana nos interrumpió y propuso irnos a nuestro apartamento para conocernos mejor. Ahí mismo nos paramos y nos fuimos para allá en mi carro. Cuando llegamos, nos fuimos directico al cuarto y Ana les dijo que empezaran a desvestirse mientras nosotras íbamos  al baño. En el lavamanos ella volvió a sacar la coca, diciendo que la íbamos a necesitar porque iba  a ser una noche muy larga. Aspiramos un par de líneas cada una y volvimos al cuarto. Los dos gringos ya estaban en bola, eran dos auténticos animales de por lo menos 100 kilos. Me estremecí contemplando sus penes, pues eran comparables a los consoladores de 25 cms. con los que Diego me ordenó alguna vez dilatarme la cuca y el culo. En mi vida lo había hecho con hombres que tuvieran vergas de esa proporción...   Mientras Ana y Ed estaban a lo suyo, Bob y yo comenzamos a besarnos apasionadamente. Comenzó a chuparme los pezones, que iban aumentando de tamaño mientras yo intentaba cogerle asa cosa que tanto deseaba.

Se la agarré durísimo y empecé a hacerle la paja. Todo esto excitó tanto al negro, que no se demoró ni un segundo en quitarme la tanga y chuparme con su lengua mí húmeda cuca.  Me lamía delicioso el clítoris mientras yo me venía una y otra vez. Luego me arrodillé en la cama, le cogí su enorme trozo y me lo tragué todito. Se lo lamí, se lo chupé hasta que no se le pudo levantar más; entonces le dije que me agarrara la cabeza y bombeara... Parecía que me iba a desencajar las mandíbulas. Antes de que eyacularan, Ana dijo que queríamos sentir adentro esas cosas tan grandes y negras.  Ella sacó dos condones y me dijo que me iba a enseñar a practicar el sexo seguro. Cogió un condón, y empezó a ponérselo a Ed con la boca, sin manos, me decía cómo tenía que hacerlo, y que si era capaz con una verga de ese tamaño podía hacerlo con cualquiera. Cuando acabó con Ed, me dijo que ensayara con Bob.

Me costó bastante pero al final lo logré. Después de eso, para sentir los penes bien adentro, nos sentamos encima de ellos con las piernas bien abiertas. Bob no paraba de chuparme y pellizcarme las tetas, y también jugaba con el piercing de mi ombligo. Lo empecé a cabalgar como loca y él me ayudaba con fuertes golpes de pelvis, penetrándome cada vez más hondo. Me quería meter su trozo hasta el útero, pero era tan largo que las guevas ni me alcanzaban a tocar el culo. Cuando podía, miraba a Ana y su situación era parecida a la mía, así que seguí moviéndome como una poseída y agitando las tetas mientras el negro me clavaba. Fuera de eso, los tipos aguantaban, después de 20 minutos, se derramaron casi que al tiempo. Les quitamos los condones y Ana me pasó el de Ed como diciéndome que brindáramos con los preservativos; luego me dijo que era mi oportunidad de tomar por primera vez sémen de negro. Me lo pasé como si hubiera atravesado el desierto, dejando el condón limpiecito. Eso que hice, los excitó de nuevo, así que se las mamamos durante un rato y cuando se erectaron de nuevo les pusimos otros condones con la boca (esta vez me salió mejor) y los incitamos a penetrarnos de nuevo.  Ana me dijo que hiciéramos la "Doble penetración" o "Bola-Bola", pues como iban demorarse más en venirse, podíamos turnarnos. Le dije que nos iban a reventar, pero me contestó que no íbamos a tener más  oportunidades como esta para sentirnos tan llenas con vergas de verdad. Primero la penetraron a ella. Ana se ensartó el pene de Bob por la vagina, y luego Ed se puso atrás y se la metió por el culo despacio, con bastante dificultad. Ella dio un grito, y dijo que la habían partido en dos, yo mientras tanto me masturbaba. Cuando se acoplaron, Ana solita empezó con el sube y baja y me pidió que me sentara con las piernas abiertas sobre su boca para chuparme la cuca. Realmente era increíble que ella estuviera siendo partida por esos dos animales, y que todavía tuviera fuerzas para darme placer. Entre la chupada que me pegó y el espectáculo que veía, tuve dos orgasmos. Creo que ella los iba teniendo en cadena.

Cuando ya no podía más por el enorme esfuerzo, me dijo que cambiáramos, habían estado 20 minutos bombeándola. Desde luego había quedado empapada en sudor y con la cara desencajada.  Yo decidí adoptar otra posición para la "Doble penetración": Me metí el pene de Bob por el culo, sentándome lentamente sobre él, y cuando lo tenía lo más adentro posible, me acosté con todo y verga adentro de espaldas sobre él. Posteriormente le dije a Ed que me la metiera por delante, mientras yo abría las piernas lo más que podía. Entonces noté como Ed se pegaba a nosotros, me apoyaba la punta de su verga en la entrada de la vagina y de un empujón me la clavaba entera. Comenzamos a movernos  rítmicamente los tres, parecía como si estuviéramos bailando, eso sí muy pegados. Me sentía toda llena, sentía como si se tocaran a través de la membrana que separa mi recto de la vagina. Estaba extasiada, era una maravilla, una sensación muy difícil de explicar. Estaba llena por completo. Le dije a Ana que se sentara con las piernas abiertas sobre mi boca, que quería devolverle el placer que me había dado a mí. Mi cuerpo parecía el de una niña entre los enormes negros, era increíble que pudiera soportar aquella bestialidad.  Me estuvieron culeando durante 20 minutos de forma salvaje, tiempo en el cual le estuve chupando la cuca a Ana.

Primero se derramó Bob, pero antes de que se saliera de mi culo, lo hizo Ed entre espasmos que provocaron que su verga tocara mi útero. A mi me daban mareos de placer. El olor a sexo en el cuarto se podía cortar con un cuchillo, estaba empapada por el sudor espeso de los cuatro y mi boca estaba por los fluidos de la vagina de Ana. Para finalizar, volvimos a hacer los de los condones, lamiéndonos como si fuéramos dos nenas tomándose un vaso de leche.  Eran las 7 de la mañana, estaba amaneciendo. Bob y Ed se despidieron de nosotras porque decían que se tenían que ir para la Embajada. Ana y yo nos quedamos durmiendo desnudas con las piernas abiertas, abrazadas en posición fetal, como intentando buscar apoyo porque no podíamos ni movernos. Nuestros huecos, sobre todo las cucas, estaban tan dilatados que parecían auténticos túneles.

HISTORIA DE UNA ESPOSA EJEMPLAR Por: Paulina ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora