Capitulo 17

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Cuando nos íbamos para Cuba, a Diego le surgió un emergencia de una paciente que iba a dar a luz así que le tocó coger vuelo al otro día y nos mandó a Martha y a mi por la mañana. En la vía al aeropuerto "El Dorado" llamé a mi amiga Ana del celular para que me contara quién era el tal Fabio con que lo había hecho en el consultorio, ya que él había dicho que la conocía.  Ana se puso feliz de que la llamara. Le conté lo del día anterior y me dijo que Fabio tenía tres fincas de flores en la sabana de Bogotá y las utilizaba como fachada para albergar putas de alto nivel y ofrecer sus servicios en ellas o dónde quisieran sus clientes y amigos floricultores. También me confesó que trabajaba freelance para él y que como buen putero de caché le pagaba bien a sus niñas. En ese momento me quedaron claras muchas cosas, sobretodo lo que mi querido ginecólogo haría conmigo cuanto se cansara de mí... Cuando nos bajamos del taxi en el muelle internacional, Martha dejo boquiabiertos a todos: Tenía puesta una minifalda de jean abrochada por debajo de su barriga y un topcito de misma tela.

Se notaba que llevaba brasier, pues las tiras negras se le salían por los hombros. Era un espectáculo verla con toda la barriguita al aire, el piercing en el ombligo y el tatuaje encima de la cola. Ni hablar de las trencitas estilo rasta... Yo, al ser más joven, no llamaba tanto la atención, pero que una mujer de 40 años tuviera el pelo como una negra palenquera impactaba bastante.  Al llegar a Cuba cogimos un taxi hasta Varadero y nos hospedamos en el Hotel de 5 estrellas "Mansión Xanadú". Al día siguiente, por la tarde, llegó Diego y nosotras lo estábamos esperando en la piscina central tomando el sol. Cabe recalcar que él me había escogido todos los vestidos de baño que debía usar, siempre sin la parte de arriba, siendo la de abajo una tanga diminuta, que consistía en un triangulito que me tapaba sólo labios vaginales y clítoris; lo demás era una tira por el culo que no se veía que se unía al triangulo por los lados de las caderas con unos cordones que de lejos no se veían. Si me miraban por detrás parecía que estuviera en bola. Apenas llegó Diego se puso histérico con Martha porque tenía puesta la parte de arriba y le dijo que había empezado mal el paseo, que se la quitara. Ella se la quitó, dejando al aire libre sus tetas medio caídas por el embarazo y la edad. La gente que había en la piscina se quedó mirándola. Luego la besó en la boca y le acarició la barriga tiernamente.

Diego: "Veo que nuestro viaje a Cartagena dio sus frutos... Va a ser niño o niña?".

Martha: "Una nena".

Diego: "Me doy cuenta que te adornaste el cuerpo con uno que otro piercing y tatuaje...".

Martha: "Para que veas Dieguito... Paulina me dijo que te encantaban".

Diego: "Y eso que dejaste el cigarrillo? No te veo fumar como antes...".

Martha: "Obviamente me tocó dejarlo por el embarazo".

Diego: "A mi tu embarazo me importa un carajo, ve ya mismo a la barra del bar y cómprate un paquete de Marlboro que no sea light y te vienes fumando! Me da mucho morbo ver a una mujer preñada fumar... Que la niña se vaya acostumbrando".

Martha: "Está bien, como tu digas".

La pobre Martha se fue en Topless a comprar los cigarrillos y le dijo a un mesero que se lo prendiera. Las señoras mayores de la piscina la miraban con desprecio.

En el hotel, ellos se habían registrado como marido y mujer en una habitación, mientras que a mi me dejaron en una sola. Al anochecer me metí a la de ellos y Diego nos hizo poner unas camisetas para taparnos las tetas; eso sí, asegurándose que mojadas nos marcaran bien. Estaba excitado por lo que había pasado en la piscina y por lo entregada que estaba Martha. Unos minutos después, Diego hizo parar a Martha para que se quitara la tanga y verla sin nada. Él se arrechó tanto que se le paró como hacia tiempos no se la veía. Luego Martha empezó a desvestir a Diego con la boca, le besaba cada milímetro de piel que iba destapando... Lo deseaba con todas las ganas del mundo y quería complacerlo. Ella le chupaba la verga, se la lamía lentamente y cuando lo oyó gemir aceleró el ritmo con su lengua. En ese momento me llamó a mí y me ordenó hacerle sexo oral a Martha, le encantaba subordinarnos.

Después le metió los dedos en la cuca haciéndola temblar y cerrar los ojos de emoción. Le acariciaba el clítoris y la hacía sentir unas ganas terribles de venirse. Martha tenía mucho tiempo que no hacía nada con un hombre, lo que hacía que todas las sensaciones fueran mayores.   De un momento a otro Diego se detuvo y noté cierta desolación en la cara de Martha. La hizo arrodillarse y ponerse en cuatro; acto seguido, jalándola del pelo la llevó en esa postura despacito hasta la cama. Al gatear se notaba lo pesado de su cuerpo, su embarazo, pero ahora lo sentía excitante... Él la sentía como su perrita preñada. Ella deseaba más que nunca entregársele. Por mi parte, me estaba calentando demasiado; veía a Martha preciosa, notaba cómo se movía lentamente, la veía disfrutar... Su cara, que antes era de vergüenza, se había tornado radiante con una sonrisa de complicidad y placer.  Diego la agarró de la quijada y haciéndola sentar sobre sus talones le metió la verga en la boca. Le dijo que empezara a chupársela despacito, ayudándose de las manos. Debido al embarazo, Martha tenía que hacer grandes esfuerzos para mantener el equilibrio. Primero se metió las bolas en la boca, chupándolas y fue subiendo hasta el glande. Sin embargo le hizo un poco de daño con el piercing de la lengua y tras pegar un grito, Diego le pegó una cachetada que la hizo caer al suelo de espaldas. La ayude a pararse mientras le sangraba el labio, así que se lo limpié con un Kleenex. Ella se puso a llorar y dijo que era que desde que se había hecho el piercing en la lengua no había hecho sexo oral y le faltaba práctica.  

Yo traté de tranquilizar a Diego y empecé a mamárselo para enseñarle a Martha cómo  tenía que hacerlo para no lastimarle el pene. Después siguió ella y aprendió rápido cómo poner la lengua para no hacerle daño. Cuando él estaba a punto de eyacular la ayudó a pararse y la hizo recostar sobre la cama, clavándosela de un empujón. Ella, tuvo un poco de miedo porque pensaba en su niña, pero el placer la hizo olvidarse de todo. Quejidos profundos salían de su boca al sentir cómo la penetraba. Lo sentía dentro de ella, caliente... No pudo aguantar más y tuvo un orgasmo. En ese instante empezó a moverse como si le estuviera pasando corriente. Segundos después Diego se derramó adentro de ella y la llamo cariñosamente "buena perrita". Quedaron tirados en la cama y Diego me ordenó que los limpiara. Así que primero chupé su verga y luego la vagina de Martha, que estaba emparamada de sus propios flujos. Mientras ellos se fumaban un cigarrillo, yo me sacrificaba en el trabajo de limpieza. Para mis adentros pensaba que a él siempre le había gustado ponerle apodos a sus mujeres... Igual que a mí me llamaba cariñosamente "zorrita"; incluso delante de la gente, desde aquel día había bautizado a Martha como "perrita".  Al final de la noche tuvo compasión y le dijo a la perrita que me chupara la cuca hasta que me viniera. Martha hizo un buen trabajo con su lengua y sus dedos, haciéndome llegar enseguida. Luego nos quedamos dormidos en la misma cama... Pensando y soñando qué nos tendría preparado Diego para el día siguiente.

HISTORIA DE UNA ESPOSA EJEMPLAR Por: Paulina ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora