Capitulo 7

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Me extrañaba un poco que cuando Ana no salía de rumba conmigo, jamás se quedaba en el apartamento y decía que se iba a trabajar. Me acuerdo que cuando Diego, mi ginecólogo, me la presentó me contó que ella trabajaba en una revista de modas; pero eso no me cuadraba, no creo que su trabajo fuera siempre de 10 de la noche a 8 de la mañana, para luego dormir todo el día hasta las 6 de la tarde. De esto me di cuenta cuando me fui a vivir con ella. Me puse a chismosear en sus extractos bancarios y no tenía nómina de ninguna empresa, sólo ingresos que ella hacía por ventanilla y transferencias anónimas. Empecé a sospechar que trabajaba de puta de lujo, ya que sus entradas oscilaban entre los 3 y 4 millones de pesos al mes. Estaba en esas, cuando me llamó mi mamá al celular. Ya se había enterado de mi separación y me dijo que había hablado con Sebastián. Qué el le había dicho que no aprobaba mi cambio de conducta, así que quería verme para oír mi versión. Nos encontramos en San Ángel, un buen restaurante del Parque de la 93, y cuando me vio me preguntó sorprendida qué me había hecho en la cara. Me miraba de arriba abajo mientras yo me prendía un cigarrillo. Mi pinta no la tranquilizó mucho, pantalón negro muy ajustado y que me marcaba todo, tacones de plataforma y un suéter blanco apretado que transparentaba el brasier.

"Mi amor, si te hubiera visto en la calle no te hubiera reconocido, estás cambiadísima", dijo aturdida y se puso medio a llorar diciendo que parecía una mujer de la vida alegre.  Cuando me preguntó qué había pasado con mi marido, le contesté que yo era joven todavía, que me había casado muy niña y que quería vivir un poco más la vida y eso a Sebastián le molestaba. Que me había pegado, entonces le mostré las marcas en la cara. "Pues el me dijo otra cosa, que no te la pasabas nunca en la casa, que llegabas todos los días tarde, que derrochabas la plata en bobadas, que ya ni siquiera veías a tu hijo, que sólo pensabas en tí, y que estaba completamente seguro de que le eras infiel". Que mi mamá me dijera todo eso era muy duro... Luego me preguntó si era verdad, así que prendí otro cigarrillo y con sonrisa, pues nunca le había podido mentir, empecé a darle largas; diciendo que sí, que era cierto que estaba muy poco en la casa, pero que era por el trabajo y que jamás había sido infiel.

Ella se dio cuenta que le estaba diciendo mentiras y me preguntó con quién me acostaba. "Con nadie mami, con nadie, es más ahora estoy viviendo con una amiga". Se puso a llorar porque sabía que estaba mintiendo. "Toda la vida intenté ser una buena madre, te di la mejor educación, te casaste con un buen hombre, formal y de buena familia; los dos con buen trabajo... No entiendo tu cambio de personalidad! No entiendo cómo en tan poco tiempo pudiste tirar todo a la nada!". Me pegó una cachetada, ante el asombro de toda la gente que estaba en el restaurante, y me dijo gritando que no me quería volver a ver así le doliera en el alma, a no ser que volviera a ser la de antes. Además me juró que iba a luchar para que Sebastián se quedara con la custodia del niño, que ella le iba a ayudar a sacarlo adelante. Se paró de la mesa y se fue llorando. Me quedé sola en el sitio. Me di cuenta que en una semana había perdido a mi familia, a mi marido y a mi hijo; y ahora a mis papás que no me querían ver ni en pintura. Al menos mi hijo iba a estar en buenas manos, ya que mi mamá era demasiado buena con él y todavía era relativamente joven (55 años). Pagué la cuenta y en el camino al trabajo empecé a llorar, desde luego Diego y Ana habían logrado que rompiera todos los lazos con las personas que realmente me querían. Eso les facilitaba el terreno para disponer de mí a su antojo.  Cuando le conté a Ana el tema de la reunión con mi mamá, me dijo que no me preocupara, que no sabían comprenderme, y que desde ahora Diego y ella iba a ser mi verdadera familia. "Pau, no seas bobita, ánimo! Cometiste un error casándote tan joven, pero todavía puedes recuperar el tiempo perdido". De todas maneras, yo estaba muy achantada y en cierto modo me sentí mal por haberme dejado arrastrar por ellos dos a un viaje sin retorno. Y el hecho de que Ana me haya dicho que iban a ser mi familia no me tranquilizó del todo.  Después de la tempestad viene la calma.

HISTORIA DE UNA ESPOSA EJEMPLAR Por: Paulina ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora