Capitulo 8

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La curiosidad sobre la vida de Diego y Ana crecía día a día, así que me fui con ella a una cafetería y le indagué por la vida privada de mí ginecólogo y la suya. Le pregunté si él era casado, si tenía hijos, etc. Me respondió que Diego tenía 42 años y estaba separado hacía 10 y que tenía una hija de 12 años. "Él se separó porque su mujer estaba aburridísima de sus infidelidades y de que se la pasara haciendo lo que le daba la gana. Así que la custodia de la nena quedó en manos de su ex-esposa". También le pregunté a Ana si Diego tenía algo serio con alguna mujer. Me contestó que sí, que andaba con una 'peladita' de 20 años muy sumisa. La conoció en un burdel de lujo en Tailandia y se la trajo a vivir con él, el año pasado. Dice que es muy feliz porque lo atiende como si fuera una mujer enchapada a la antigua y le aguanta todas sus infidelidades y juergas. De hecho tiene papeles colombianos y figura como empleada del servicio, ya que sino los tuviera la devolverían a Tailandia. "Me parece que Dieguito ha alcanzado el sueño de todo hombre: tener una puta en la cama y una criada en la casa que le haga todo", agregó Ana.  Me comentó que Diego no quería nada serio con ninguna mujer, que sólo le gustaba experimentar, y que de hecho nosotras éramos experimentos suyos. Le encantaba comprobar hasta qué punto podía una persona cambiar siendo influenciada. Entonces le pregunté a Ana cómo lo conoció y cual era realmente su trabajo, ETC. Me contestó Lo siguiente: "Pau, conocí a Diego hace 5 años, cuando tenía 25, y trabajaba como enfermera en la Clínica Santa Fe de Bogotá, donde ambos trabajábamos. Desde un principio me sedujo y llegué a amarlo profundamente...

Pero poco a poco me fue moldeando y hasta adueñarse de mi voluntad utilizando la amenaza de abandonarme. Dejé a mi novio, con el que tenía fecha de matrimonio fijada, y me fui dejando llevar por Diego al punto que me obligó a hacerme varias  cirugías para verme más atractiva... Algo parecido a lo que está haciendo contigo".  "Me dejé llevar porque me gustaba más a mí misma y los hombres botaban la baba cada vez que me veían. Cuando Diego se cansó de mí, yo ya era una mujer demasiado promiscua; entonces nuestra relación se volvió de buenos amigos que tiraban de vez en cuando. Por otro lado, me acostumbré a un ritmo de vida que no podía darme con mi mísero sueldo de enfermera, así que me di cuenta que usando mis atributos femeninos les sacaba a los hombres todo lo que quería...

A la postre terminé prostituyéndome y renunciando a mi trabajo de enfermera".  "Aquí donde me ves, ganó muchísima plata 'trabajando' con hombres y mujeres de alto poder adquisitivo. Sólo 'trabajo' con gente de la high. Soy lo que llaman una Puta fina. La verdad es que no me arrepiento, pues elegí libremente mi camino... Si me hubiera casado con mi prometido, ahora tendría un par de niños, me ganaría el mismo sueldito y no me estaría dando la vida que me doy".  Quedé helada al oír la historia de Ana y enseguida le pregunté: "¿Tu crees que Diego quiere que yo termine igual a ti?". Me contestó que lo que él quería era pasarla rico conmigo y por eso ellos dos me estaban moldeando a su gusto. "Pero de todos modos nena, al margen de la influencia de Diego o mía sobre ti, lo que no cabe duda es que eres una perrita a la que le fascina el sexo. Diego y yo sólo te hemos abierto los ojos.

Desde que lo conociste siempre has tenido la libertad de elegir tu sendero, nadie te obliga a hacer nada. Además, cuando él te conoció eras una mujer de clase alta, con buen trabajo, casada y con un hijo; tú escogiste todo lo que ha pasado. Yo únicamente boté a un novio, porque a mis papás y hermanos los veo en diciembre, ellos creen que soy azafata", dijo Ana. Lo cierto de todo era que Ana tenía razón... Me había dejado seducir por la vida fácil de los placeres y había pagado un costo altísimo como era el haber perdido a mi familia. Nunca reaccioné, preferí seguir gozando como una zorra, a pesar de que mi marido y mi mamá me dijeron que si volvía a ser como la de antes me abrirían de nuevo las puertas. Por otro lado, estuve 20 días sin ver a Marta, desde que se fue con Diego a Cartagena. La llamé al celular y me confesó que estaba súper-avergonzada porque le había pasado algo que podía acabar su matrimonio. Le contesté que no se preocupara, que podíamos vernos para hablar del tema. Quedamos de vernos en un barcito de Usaquén a las 9 de la noche. Cuando llegué la encontré bastante desarreglada y estresada.

HISTORIA DE UNA ESPOSA EJEMPLAR Por: Paulina ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora