Capítulo diecisiete

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Senku se inclinó sobre la cuna con una mueca pensativa.

—Algo no está bien...

Kohaku lo miró extrañada mientras doblaba la ropa de su bebé de tres meses de vida.

—¿A qué te refieres?

—¡No está llorando! —Señaló a Shizuku, que estaba felizmente dormida con una sonrisita en su boca.

—¿Y eso qué tiene de malo?... —Lo miró como si fuera idiota.

—¡Lo normal es que un bebé llore! Si está tan silenciosa debe pasarle algo —aseguró, jalándose los cabellos con cara de desquiciado—. Además, desde el primer mes que no llora a gritos. ¿Alguna vez la has escuchado llorar a gritos desde los dos meses? Solo solloza apenas... ¡Seguro le pasa algo!

—Senku, ya me habías dicho que eso te preocupa. —Lo miró con resignación—. Y ya me insististe tanto que le preguntamos a la doctora, Atsumi-sensei, que dijo que no es nada malo, solo es su personalidad. —Rio divertida y un poco enternecida.

—¡Pero eso fue hace un mes!

—Y Atsumi-sensei dijo que si no teníamos problemas entonces no debíamos preocuparnos. ¿Hemos tenido problemas?

Senku se llevó las manos a la cintura, enfurruñado.

—No todos tenemos ese instinto de leona que sabe todo lo que ella necesita a todas horas. Si no llora, entonces no puedo saber cuándo quiere algo. Eso cuenta como problema. —Llevó el meñique a rascar su oído con fastidio.

—Pero es que ella lo dice de otras formas. —Sonrió enternecida, acercándose a la cuna—. Por ejemplo, siempre está sonriendo, si deja de sonreír suele ser porque algo le pasa.

—Eso ya lo sé. —Bufó—. Pero podría necesitar otras cosas aparte de las obvias. Además, nunca se ha enfermado, ¿qué tal si le pasa algo y no llora? ¡Jamás lo sabremos!

—Senku, ¿cómo podría pasarle algo si la cuidas más de lo que Chrome cuida a sus preciosas rocas? —Rio y le dio una pila de ropa doblada—. Deja de estar vigilándola como un paranoico y ayúdame con esto.

Aún refunfuñando, Senku se dispuso a ayudarla, pero todavía mirando de vez en cuando a la cuna de su segunda hija.

Al cabo de una hora Kohaku decidió distraerlo con besos, cosa que le funcionó un poco demasiado bien y ella acabó chillando cuando Senku la tumbó en la cama y comenzó a besarle el cuello, toqueteando sus piernas por debajo de su vestido hasta que de pronto ella abrió mucho los ojos y se lo quitó de encima.

—¿Qué pasa? —preguntó apenas despegó la cara del suelo.

—Se despertó. —Marchó felizmente a sacar a su bebé de la cuna a pesar de que ella no emitió ni un sonido.

—Insisto en que no tengo idea de cómo haces eso... —Varias gotas resbalaron por su sien al ver como efectivamente su bebé estaba despierta y hambrienta.

Siempre fue un creyente de que no había nada que la ciencia no pudiera explicar con el tiempo suficiente, pero sin duda "las madres" seguirían siendo de los misterios más grandes que atormentarían la lógica del cerebro humano por mucho más tiempo.

Mientras Kohaku alimentaba a su hija menor, Senku fue a ver cómo estaba la mayor.

Se extrañó al no verla experimentando en su mini laboratorio, así que empezó a buscarla alrededor de la casa, cosa difícil desde que hicieron la expansión de la casa.

Sorprendentemente la encontró afuera, jugando a hacer un muñeco de nieve con su robot Reimi.

La habría dejado jugar tranquila, de no ser porque la vio demasiado desabrigada y haciendo honor a su título de padre exageradamente protector salió con un abrigo extra para ella.

Ni lo sueñesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora