Capítulo cuatro

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Después de ver al pequeño Senku de unos cuatro o cinco años, la mandíbula de Luna y sus leales empleados estaba por los suelos, contraria a la enorme sonrisa del Dr. Gray.

—¡¿Cómo se supone que convertirlo en un niño va a ayudarnos en nada?! —Con lagrimitas en los ojos, Luna volteó a ver furiosamente al Dr. Gray, que pareció confundido.

—Dijiste que querías que no se enamore de nadie. Bueno, siendo un niño todavía no ha desarrollado las hormonas ni…

—¡¿Pero entonces qué sentido tiene la pócima de amor ahora?!

—Umm. —El Dr. Gray ajustó sus lentes, con una mueca pensativa—. No había pensado en eso. —Rió nerviosamente.

Luna no era una persona violenta, pero verdaderamente sintió ganas de sacudirlo y abofetearlo... varias veces.

—Oiga, señora. —El pequeño científico la miró con una mueca, agitando las manos para llamar su atención—. ¿Si sabe dónde está mi padre o no? —indagó, pero la pregunta cayó en oídos sordos porque en el momento en el que Luna escuchó "señora" sintió como si una flecha le atravesara el pecho.

Mientras ella colapsaba miserablemente en el suelo murmurando que todavía no cumplía sus treinta años, el Dr. Gray se acercó a palmear su cabello.

—Eres mucho más lindo cuando no me estás reclamando por no recordar mis teorías y fórmulas para mis maravillosas creaciones. —Rió divertido cuando Senku apartó su mano de un manotazo—. Y cuando te ves de un cuarto de tu tamaño, claro.

—Esperó que se quede así. —Carlos y Max compartieron una sonrisa esperanzada.

—Bueno, no puedo negar que es muy lindo… —Finalmente recomponiéndose un poco, Luna se acercó al pequeño Senku con una sonrisa llena de ternura—. Aw, ¡de cerca es todavía más adorable! —Extendió las manos hacia él, que de inmediato retrocedió con disgusto.

—¡¿Ustedes están todos locos?! ¡Dejen de tocarme y llévenme con mi papá! —exigió pisoteando, con las mejillas infladas. Luna por alguna razón encontró eso todavía más adorable y quiso abrazarlo, pero Senku escapó y salió corriendo—. ¡Déjeme en paz, señora loca!

Luna una vez más se quedó paralizada, y el pequeño decidió aprovechar esa oportunidad para salir corriendo del laboratorio, abriendo fácilmente la puerta Shoji y saliendo al exterior sin dudarlo ni un momento.

Los cuatro solo lo miraron escapar sin saber qué hacer.

—¿No deberías tener una mejor seguridad aquí?... —preguntó Max al Dr. Gray, que solo sonrió inocentemente.

—Pero me gusta la cultura japonesa… era muy fan de Bleach de niño. ¿Cuál es su bakugan favorito? Creo que Kirby tiene una gran personalidad.

Luna y sus empleados lo miraron con incredulidad por un largo e incómodo minuto hasta que finalmente la mujer sacudió su cabeza y volvió a hablar.

—¡Tenemos que ir por él! ¡Tienes que arreglarlo! —Le hizo una seña a Carlos y Max y los tres salieron corriendo detrás del niño.

—Pero si el efecto solo dura unos días… creo… —murmuró no muy convencido el científico loco, pero ya nadie estaba allí para escucharlo.

Ni lo sueñesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora