Capítulo 3

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personajes utilizados en esta historia no me pertenecen, Créditos a sus respectivos creadores.

Es el rugir constante de la bestia lo que le atormenta, es el color de la muerte lo que le quita el sueño y son los recuerdos los que estremecen todo de su ser. No solo sucede con él, podría decirse que en todo el panteón griego ocurre lo mismo.

-Hay noticias de asgard.- como si se tratase de un fantasma, hermes el mensajero apareció tras su espalda, en voz baja y contemplando como su gobernante se perdía día trás día frente el monumento de un tiempo antaño, Parecía ser una especie de maldición que se le ha sido introducida a través del tiempo.

-Los rumores se pasan de oido a oido, débiles y avergonzados, temerosos de salir a la luz con voz fuerte...- caminó hasta posarse a un lado del gobernante olímpico detallando las fauces petrificadas que desprendían un oscuro poder. -la sabiduría del Mimir anuncia la profecía cercana; las llamas arderán de nueva cuenta, los suelos temblarán y los rugidos ensordecerán todo oído, los cuervos ya no regresarán a Odín.- la información nacía de su boca no con preocupación, pero tampoco tomaba burla al respecto.

Los ojos dorados del hombre le señalaron levemente, luego volvió a posar su mirada en el monumento.

-de cierta manera es como si hubiese dejado de tomar en serio a los demonios...- la confesión salió a la luz en un frío susurro, hermes asintió y dirigió sus ojos hacía otro rincón del extenso palacio, donde la estátua de una bella dama se alzaba, la doncella por la cual la calamidad más grande se dio y aunque a sus alrededores las ofrendas y cantos se diesen, sabían que el fin llegaría tarde o temprano.

Unos pasos más se escucharon próximos, creando el eco que siempre estará presente cuando la luna descienda sobre su palacio.

-deberían llevar su falta de sabiduría fuera de su presencia...- se escuchó el comentario y pasando frente a los presentes se acercó mucho más de lo que cualquier dios superior a ella habría caminado, no negaba que en un punto se sintió prepotente frente a lo que sea pudo haberse desatado, pero al final como todos los atletas olímpicos, terminó sucumbiendo al miedo y temor, pero ahora, ya sea por eso o por otra cosa sintió que su razón de vivir era otra.

Tras ellas algunas damas le siguieron, sosteniendo sobre sus manos más ofrendas, carne recién cazada, frutas brillantes apenas cosechadas y joyas que creadas por Hefesto se posaban bajo las fauces del verdugo del Olimpo.

Incluso ya parecía no bastar con sólo acercarse, porque con toda seguridad su piel se acercó a la sólida piedra del colosal monumento.

-por qué tantas molestias, un día su espada y Látigo acabará con nuestro reino y las llamas te harán arder hasta la muerte...- apollo recitó ante las acciones de artemisa, aún así su voz no pareció ser motivo para terminar con las acciones de la dama, pues aún con ello ella apegó su rostro al cuerpo del demonio.

-es agradable escucharlo...- respondió con voz suave. -él está feliz, pero a la vez está ansioso...- a estas alturas de la vida no sabrían si solo eran locuras o en realidad podía escuchar el espíritu del monstruo. -él quiere salir a divertirse...- en ese momento la gruesa y petrificada piel soltó una leve grieta cuya ruptura resonó aún más que cualquier voz presente. Los ojos de todos se abrieron de par en par ya sean dioses o siervos, todos retrocedieron y sintieron su corazón angustiarse por el horror que pudieron sentir, todos a excepción de artemisa. -el pronto vendrá...- en voz baja informó

-solicita una Reunión con la autoridad nórdica.- tomó inmediatamente al mensajero de su ropa y le separó del suelo. -pe-pero...- musitó, sin embargo no dijo nada al ver los ojos de su señor repletos de preocupación, enojo y angustia. -debe ser pronto, si esas señales son verdaderas, no nos quedará mucho tiempo.-  soltó al mensajero que dejando una estela de polvo brillante salió del lugar.

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