Capítulo 11

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Personajes utilizados en esta historia no me pertenecen, créditos a sus respectivos creadores.

Hubo un momento de pausa cuando desde las alturas observaron aquel planeta frente a su descubierto lucero.

—¿Todo está bien entonces? —preguntó sin mirar a la creadora que a su lado también contemplaba el astro cuyos colores le hacían rebosar de vida. Si cualquiera lo viese a través de sus ojos, sabría por qué ama tanto a cada planeta que considera como su hijo y también sabría cual es la angustia que le invade cuando el destructor está juzgando con su mirada.

—Así es, se supone que Apnea-san arregló todo antes de irse —explicó la hermosa doncella y luego avanzó un poco más. —Deberías ir, desde hace dos días están esperando la llegada del poderoso Destructor —informó con un poco de emoción.

—¿Por qué habría de ser de esa forma? —Indagó con poco ánimo y miró detenidamente a su compañera.

—Es porque le pedí a Apnea-san que lo hiciera de esa forma. —respondió y luego miró al azul y verde planeta. —Le diste una oportunidad, con lo que últimamente ha ocurrido de seguro debe estar bajo tu juicio ¿no? —ella continuó hablando.

—¿Y qué si es así? —él preguntó. —advertí que ante la más mínima falta actuaría, nada me impide destruir todo cuanto pueda ver —

—¡Pero no es así! —ella reclamó y apuntó al destructor con su dedo. —Esto no es culpa de la mayoría, ni siquiera manipularon el tiempo más allá de su atmosfera! —continuó hablando, con palabras alteradas.

—¿crees acaso que yo pienso igual a tí? —le preguntó inexpresivamente. —de igual manera no pienso destruirlo, no mientras Apnea no esté conmigo para registrar un informe concreto —declaró.

—No será necesario, no volverán a actuar de forma negligente, no a las faltas del Dios al que aguardan con temor! —exclamó Labriel, aclarando la situación.

—No me temen —respondió él y comenzó a descender desde las alturas. —Mi nombre es solo un mito, no desde que este planeta fue un prospero Reino de Valinor, Veamos qué sorpresas nos esperan desde que Gostir despertó —habló y luego comenzó a descender desde las alturas.

Decir qué pasó sería simplemente rememorar las calamidades y desgracias que acobijaron a todos los reinos que desde el inicio de esta historia he relatado, fue tal cual como alguien lo dijo, las tinieblas y el vacío vienen con él, es el Dios que puede tener cualquier título que implique cero piedad y dolor.

Su nombre se levantó desde las más lejanas memorias que apenas si prevalecen en el transcurrir de las eras y con ello, el temor y horror invadió cada reino, ciudad y país que sobre la superficie del mundo se encontrase, una historia tan repetitiva y antigua como el universo mismo.



Dejando atrás todo lo que pudo pasar, se presentó una vez más en aquel cerrado lugar que apresa a ese par de doncellas o para ser un poco más exactos, al par de brujas y fue cuando aquellos ojos oscuros señalaron curiosamente a la supuesta deidad que hizo presencia después de tres largos días.

—Tú... —Masculló una de las chicas con rencor en sus palabras cuando su violeta mirada observó al destructor. —¡¿Qué han hecho con Subaru?! —demandó saber.

—Cuida tu tono —exclamó la creadora. —Recuerda que es al destructor a quien te diriges de esa forma! —aclaró y la chica retrocedió por ver la inconformidad de la kaioshin.

—No, yo también deseo saber eso... —sorpresivamente el destructor habló a labriel y se acercó a la dama de cabellera plata y ojos violeta. —¿Qué pasó con el individuo que fue extraído de su planeta? —indagó sin prestar mucha atención a los alrededores y observó el fino rostro que la chica presentaba.

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