Capítulo 5.

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Personajes utilizados en esta historia no me pertenecen, créditos a sus respectivos creadores.

—El tiempo que perteneció a una era terminó, y no precisamente por causa de los humanos o de algún mal ajeno, fue él quien trajo el orden a estas tierras, fue él quien acabó con el fuego y la oscuridad de los demonios antiguos, fue su poder el que doblegó a toda raza, que antes que temerle y antes que recordar su monstruosa ira decidieron olvidarle, sepultarle en el pasado —como recitar un canto la dama de blanca cabellera leía lo poco que su avaricia alimentó a su conocimiento, aún sin poder descifrar el terror que llegó alguna vez a ese mundo.

—Podría decirse que así es, aún recuerdo cuando este planeta estaba sumido en desgracias ¿sabes?, me duele ver a mis hijos sufrir de esa manera, pero intervenir no es mi trabajo —Comentó, flotando en aquel espacio que se desapega del mundo humano.

—¿Dices que el Dios de la muerte corrigió todo el mal? —ella cuestionó, levantando una de sus blancas y radiantes pestañas que trataban de ocultar la mirada vacía que busca llenarse con conocimiento, pero estaba jugando con fuego, uno muy peligroso. La creadora no contestó, aunque eso no significase que no hubiese una respuesta,

—Un doloroso llanto... — la voz de la otra dama se escuchó, que oculta en su oscuro manto parecía también saber algo al respecto —Un llanto lleno de penas y súplicas le convencieron, los altos elfos de la segunda edad y los humanos clamaron piedad —con su voz llena de temor trató de explicar, claro que todo eso se remontaba a una época tan antigua que por eso mismo ya ha sido olvidada.

—Así que la piedad fue lo que salvó este mundo... interesante —pensó, pero su voz no estaba tan oculta como pensaba, porque los oídos de la dama kaioshin le percibieron perfectamente.

—En ese entonces no fueron las súplicas humanas lo que cambió el destino de este lugar... — la dama creadora explicó, bastante tranquila a pesar de lo grave de la situación, ambas damas le miraron y antes de poder decir algo, la respuesta llegó, casi de forma tétrica que les dijo que hagan lo que hagan no podrían parar el horror que se acercaba.

—lo que lo detuvo fueron mis lágrimas — 





En algún otro punto los problemas no parecían mejorarían y ella lo sabía, en primer lugar no entendía mucho de lo que pasaba ni por qué se le daba tanta importancia al objeto que llevaba entre sus manos, había creído todo este tiempo que debía ser una reliquia de tantas que pudo odín conseguir en batalla, con sus hazañas o en algún punto de los tantos títulos que se le han dado.

Cada canto, cada poema que hablaba de su líder le posicionaba en lo más alto, Odín padre de todo, el hombre que por nada del mundo se parece al que ella conoce día tras día, deteriorándose cada vez más tanto física como emocionalmente y si bien no sabía el por qué, lo que si comprendía es que se relacionaba con la reliquia que trae consigo.

—Que raro es todo esto, que ellos se reúnan para discutir sobre un honorable final... ¿qué es el final en primer lugar? —cuestionó caminando por los pasillos del gran palacio que conduce a las entradas del valhalla, ahí mientras transitaba frente a los cristales observó en la entrada de esas tierras un brillo intenso, uno que por su forma mágica solo podía significar que pertenecía a aquel martillo que descansa sin dueño, mismo que a través de su metal refleja la luz que baña asgard, se dice que perteneció al poderoso Thor. Nunca ha preguntado por su paradero pero siempre ha intuido que las penas de este día se van dirigidas a él a pesar de que nunca se mencionase que ya estuviese muerto.

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