семь

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Despertó. 

Abrió los ojos y lo primero que inundó su mente fue Draco. Aquel hombre rubio, inteligente, poderoso, hermoso, aquel hombre del que se había enamorado desde la primera vez que lo vio y que ahora solo era parte de su recuerdo, un recuerdo falso y estúpido que su esposo le había hecho creer.

Se removió sobre la cama vacía y fría cerrando los ojos con fuerza sin poder evitar pensar en aquel chico joven y guapo que se había presentado en su despacho.

— ¿Por qué, Draco? ¿Por qué? — Murmuró envolviéndose con las sábanas para ocultar su llanto.

Después de tantos años juntos ahora no podría diferenciar entre el amor de su vida y el farsante del engaño.

Observó el reloj brillante en el buró y supo que aún tenía mucho tiempo, tiempo en el cual debía trabajar y, sobre todo, encarar a sus hijos quiénes le reclamarían la ausencia de su padre.

¿Qué debería decirles? Sus hijos eran su todo y no se veía capaz de destrozar la imagen de su padre, no cuando eran tan pequeños.

Se levantó de la cama al escuchar el llanto de Oberón al otro lado del pasillo. Buscó unas pantuflas que Ron le había dejado cuidadosamente cerca de la cama y corrió a abrir la puerta de enfrente sin respeto alguno. Cuando se trataba de sus hijos le importaba una mierda lo demás.

La imagen que tuvo a sus ojos lo tranquilizaron de inmediato.

Ron se había adelantado y arrullaba al pequeño bebé entre sus brazos caminando de un lado a otro de la habitación. Al parecer, también lo había despertado.

— Shht... tranquilo, Obbie — Murmuraba el pelirrojo, quién al ver a Harry, sonrió. Le hizo una seña para que no se preocupara pues el pequeño bebé había vuelto a su sueño tan pronto como despertó.

El pelinegro no quiso irse, pero tras ver que el bebé volvía al cuna completamente dormido, no tuvo de otra más que darle privacidad a su primo. Observar aquella imagen le hizo recordar las veces en que Draco se había tomado la molestia de arrullar a su hijo. Una punzada en el corazón le hizo volver a la realidad.

Se dio la vuelta para volver a su habitación agradecido con el cuidado de su amigo y caminó al baño para cepillar sus dientes observándose a través del espejo.

Estaba hecho un desastre.

Su cabello lucía como si una tormenta nocturna hubiese pasado sobre ella, sus ojos hinchados le daban aspecto de un pez a medio morir y su piel estaba demasiado pálida de lo normal.

— Joder — Murmuró escupiendo la espuma de la boca para después enjuagarse la boca y echar agua fría a su rostro, al menos quería despejar su mente por un segundo con aquella temperatura.

Tomó una toalla que colgaba cerca y secó su rostro mirándose de nuevo en el espejo.

¿Era eso por lo que Draco lo había dejado?

Se tocó la piel suavemente. Ya no era joven, tenía ya veintisiete años cumplidos, se veía joven, pero con maquillaje.

Suspiró frustrado e intentó sonreír mostrando su blanca dentadura, pero lo único que logró fue asustarse así mismo de lo falso que se veía.

¿Como podría darles ánimo a sus hijos si lo veían con esa cara?

— ¡¿Harry?! — Escuchó a lo lejos. Era Ron.

— ¡Voy! — Dejó la toalla a un lado y caminó acomodando su cabello para después abrir la puerta. — Buenos días, Ron. — Sonrió a labios pegados.

Divorcio - DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora