шесть

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No podía creerlo, todo parecía una pesadilla nocturna, una de la cual quería escapar, pero el dolor que sentía firmemente en el pecho lo volvía a la realidad, sabía que el engaño, la traición y todo lo anterior eran la dura y cruel verdad, aquella que se burló de él durante mucho tiempo quizá.

Detuvo el auto frente a la casa de Ron, una hermosa casa familiar con luces destellando en su interior. Una envidia que jamás creyó sentir nació en su pecho como una mala hierba extendiéndose lenta y dolorosamente por su alma ¿Por qué ellos podían ser felices y su familia no?

Cerró los ojos con fuerza tomando un respiro profundo. Tenía que ser fuerte, por él y por sus hijos, así que, quitó las llaves de la ranura y salió del auto sintiendo el frío golpear su rostro, pero quizá prefería a eso a sentir el ardor que recorría su garganta.

Suspiró una vez más negándose a derramar una lágrima, por lo menos no ahí.

Levantó el rostro y caminó hacia la puerta llamando un par de veces con los nudillos.

¡Voy! — Escuchó del otro lado.

Se talló los ojos evitando derramar una lágrima más. No entendía por qué se sentía tan sensible con solo escuchar la voz de su primo. Era su primo, el mismo de siempre, aquel chico alto y delgado de hombros anchos, guapo y brillante ¿Por qué quería llorar?

Sentía pena, vergüenza, coraje de tener que explicarle lo sucedido.

La puerta se abrió de golpe mostrando el rostro atractivo de pelirrojo, quién frunció el ceño extrañado al ver a su primo con aquel rostro triste, decepcionado. Sintió la necesidad de abrazarlo, pero lo detuvo la voz rasposa de Harry.

— ¿Y los niños? — Su voz se escuchaba tan lastimada y rota.

— Están durmiendo — Aclaró el pelirrojo — ¿Qué pasa, Hannie? — Hablo tan delicado, como si su tono podría romper a Harry, y así fue.

El pelinegro negó con la cabeza y se lanzó a los brazos del mayor buscando un apoyo emocional, consuelo. Creyó ser fuerte, pero no lo era, nunca lo fue. Sus lágrimas no tardaron en parecer para comenzar a mojar la polera de Ron. Aquellos brazos que lo rodeaban lo hacían sentirse tan cómodo, en casa.

Ron, sorprendido por el llanto de su primo, cerró la puerta y se quedó de pie acariciando suavemente su amplia espalda, moviéndose suavemente como si arrullara a un bebé. A lo lejos vio a Blaise acercándose, pero con un movimiento rápido de la mano lo obligó a detenerse y pedirle que se retirara dejándolos solos porque, aún no sabía si Harry sería capaz de hablar cómodamente con los dos.

El azabache logró calmarse, un ligero hipo rondaba su garganta, pero el dolor seguía ahí, era inexplicable, después de aquel llanto no podía creer que el dolor se comenzara a adherir a su pecho apropiándose de su ser sin permiso alguno. Lo odiaba, odiaba sentirse débil.

— Ven... vamos a sentarnos — Habló el pelirrojo acompañando suavemente a su primo al sofá más cercano.

Ron observó a Harry mientras se limpiaba la nariz y los ojos, así que se estiró un poco para tomar uno de los pañuelos que usaba para limpiarle las manos a su hijo Benroy y extendérselo a su primo.

— Ten, límpiate con esto — Susurró sin dejar de acariciar su espalda.

Ron siempre había tenido una relación cercana con Harry, habían compartido una niñez y una adolescencia que marcó su vida, ahora que veía a su primo en aquel estado lo hacían querer llorar porque, admitía y juraba, nunca lo había visto así de mal.

Divorcio - DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora