Divorcio - Drarry

де́сять

El pequeño hogar de la familia cobraba vida una vez más. Era la más alegre y brillante de todas, cada despertar era como una noche buena de diciembre, el calor familiar llenaba las habitaciones en donde se encontraban cada uno, las sonrisas hacían eco por las paredes, los juguetes esparcidos por doquier le daban ese toque pintoresco y divertido.

Alnair y Oberón permanecían sobre la alfombra de la sala, rodeados de juguetes coloridos, creando sonidos tiernos con sus bocas. El mayor de aquellos pequeños siempre protegiendo a Oberón, enseñándole los colores y de vez en cuando peleando por los peluches. Todo un par de hermanos.

— ¡Papaaá! — Gritó el pequeño rubio. — ¡Ahhhhhhh!

Harry y Draco se encontraban en una sesión caliente de besos en la cocina. Al escuchar el grito de Alnair, interrumpieron sus aventuras excitantes para correr despavoridos a la sala. Después de lo acontecido con Goldstein se mantenían alerta de cualquier cosa extraña que sucediera a su alrededor.

Ambos, con el corazón azotando sus pechos, observaron al pequeño Oberón mordiendo el dedito de Alnair con fuerza. Era como un pequeño lagarto incrustando sus incisivos en el delicado dedo del rubio.

— ¡Papiiii! — Lloraba derramando lágrimas tratando de zafarse de los dientes filosos del bebé.

— ¡Oberón— Draco tomó al bebé entre sus brazos y apretó suavemente su nariz para que abriera la boca e inmediatamente soltara a su hermano mayor.

Harry observó que el dedito de Alnair sangraba.

— ¡Mi lueleee! ¡Me lueleeee!

— Tranquilo, amor, te llevaré al hospital.

Harry tomó las llaves de la camioneta.

— Llevaré a Al.

— Ve con cuidado — Se acercó para darle un beso rápido en los labios. — Estarás bien, campeón.

Alnair no respondió, observó su pequeño dedo, la sangre comenzaba a pintarlo de un color oscuro y profundo, lo que extrañamente le hizo recordar a aquel hombre que lo observaba con una sonrisa pícara en el rostro. Su pequeño corazón comenzó a latir con fuerza, a pesar de estar en los brazos de su padre, un terrible horror se apoderó de su cuerpo, no podía controlarlo, era como aquella vez que vio la película de terror a escondidas de sus padres. Su respiración se volvía agitada, casi le dejaban sin poder inhalar aire y poco a poco sus pequeños ojos plateados se cerraban hasta terminar inconsciente.

— ¿Alnair? — Preguntó Harry observando a su hijo dormido o desmayado. El miedo se apoderó de su cuerpo y rápidamente metió al pequeño al auto, sentándolo sobre el asiento de copiloto, lo ajustó inclinándolo un poco y aseguró su cuerpo con los cinturones que sobresalían de las esquinas. Entró al auto, metió la llave y salió disparado directo con su pediatra. — ¡Alnair! ¡Abre los ojos, mi amor! — Las lágrimas picaban sus ojos, no se permitía llorar porque tenía que ser fuerte. Era la primera vez que veía el cuerpo vulnerable y sin vida de su hijo ¿Qué le había pasado?

*****

Draco estaba en su despacho, tenía al pequeño Oberón sobre sus piernas, quién observaba la pantalla con el ceño fruncido, completamente absorto en el brillo que había frente a ella tratando de alcanzar de vez en cuando los botones que su padre presionaba con rapidez. El rubio sonreía enternecido cuando su hijo menor se veía interesado en sus actividades como trabajador, eso le hizo pensar que debía mantener a su familia junta, sana y salva para poder heredarles un buen recuerdo de aquel padre que los amó, por supuesto, Draco de pequeño no podía recordar una sola vez en que su padre le haya demostrado afecto amoroso, siempre apoyando a su hermano mayor. Cuando su padre fallece, lo primero que sintió fue tristeza y cuando creyó que nunca tendría un buen recuerdo de él se enteró que toda su herencia estaba a su nombre, Draco Malfoy. Había sido una sorpresa para todos, incluso para él y eso le llevó a pensar que, después de todo, su padre tenía una enorme confianza en su hijo menor y era por ello que se esforzó a capa y espada tratando de conseguir sus estudios hasta poder sentarse en aquel sillón de la empresa comercial Malfoy y asociados.