Takemicchi; Capítulo 3.

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No pasó mucho tiempo antes de que Kiyomasa abriera su sucia boca. El odio era palpable en cada palabra que pronunciaba.— ¿Algo más interesante? — Cuestionó, sonriendo con desdén.

— Por ejemplo... El rey y el esclavo.— Dijo Takemichi, acercándose más al enemigo. Algunos no podían creer lo intrépido que era el novato de secundaria.

— Kiyomasa, peleemos a puño limpio.— Extendió el puño en un acto de valentía, esperando sin rechistar su muerte. Estaba seguro que no sobreviviría.

Kiyomasa no se negó, se levantó erguido y lo miró. Takemichi en esos momentos era una mosca fácil de aplastar. Era el momento ideal para demostrarle a todos que nadie podía ir contra él. Era el más fuerte.

Los amigos de Takemichi intentaron hacerlo entrar en razón, pero no había vuelta atrás.

"No caigas con el primer golpe", repetía el público y Takemichi trató de no caer cuando el primer golpe le quitó el aire.

El rubio teñido aguantaba solo por sus amigos.

El puño en su cara, las insistentes patadas en sus costados; la sangre que  brotaba de sus magulladoras y labios rotos, él apenas y podía levantarse a recibir una nueva tanda de golpes, abrazándose al grandulón en la primera oportunidad que tuvo para ganar algo de tiempo y posiblemente cansarlo.

— Suéltame idiota.— El empujón lo derribó, pero fácilmente se puso de pie, de nuevo ante la mirada atónita de todos.

— No, aún no.— Le dolía cada músculo. La fuerza de voluntad era lo que le impedía no tirarse al suelo y hacerse bolita. Estaba dispuesto a mantenerse en pie, demostrar que no era tan débil como parecía y por supuesto, proteger a sus amigos.

— Es suficiente, Takemichi.— Gritaban sus amigos, sabiéndose impotentes. Si se metían a la pelea sería peor para todos ellos, incluso para el mismo Takemichi.

— No huiré.—  Dijo a tientas, esperando los nuevos golpes que nunca llegaron, por el contrario, Kiyomasa desesperado, pidió por un bate, iba a matarlo.

Al contrario de lo que pensó, nadie en el público parecía estar de acuerdo. La pelea era a puño limpio. El bate sería una infame trampa. Con sus manos alrededor de su abdomen, le dolía mantenerse en pie, miraba horrorizado como Kiyomasa insistía con matarlo, hasta que una nueva voz entró a la escena.

— Oye, Kiyomasa... estás asustando al público. — Un rubio alto, con una coleta trenzada y un dragón tatuado en la sien, entró como si fuese el rey del mundo, imponiéndose sobre los demás, ¿Quién era ese? — No intentes hacerte el listo, idiota.

Los murmullos alrededor cesaron. El ambiente de repente se espesó hasta el punto que podría cortarlo con tijeras. Takemichi solo escuchaba los susurros de sus amigos, repitiendo un nombre en voz baja: Ken Ryuguji, sub comandante de la Tokyo Manji.

— Oye Kenchin.—  Dijo el acompañante del tipo alto, con una voz suave y desprovista de emociones.

Para Takemichi todo lo demás dejó de existir, lo único en lo que podía pensar era en el recién llegado y su presencia tan imponente.

De repente sintió temor por lo que pudiese hacerle.

— No uses ese estúpido apodo aquí.— Le respondió el alto, fastidiado con el pequeño.

— Se me acabaron los doroyakis. — Las cosas se pusieron extrañas después de eso. Todos allí se inclinaron respetuosamente y saludaron al recién llegado.

La palabra comandante resonó en el lugar. El mencionado no se inmutó, al contrario, siguió adelante sin importar que Kiyomasa estuviese allí.

Takemichi no podía apartar la mirada del comandante. No se veía intimidante en lo absoluto, pero todo en él gritaba peligro. Ni siquiera conocía su nombre y supo que debía mantener su distancia.

— Mikey solo habla con quien le interesa.— Respondió el sub comandante, golpeando con un un pie el abdomen de Kiyomasa, obligándolo a reverenciarse. — ¿Desde cuándo te crees tan importante? Baja más la cabeza al hablar con el comandante.

Mikey. Por lo menos ahora sabía como se llamaba el comandante.

Retrocedió por instinto cuando el chico se acercó a él, tropezando con sus propios pies antes de caer de espaldas al suelo.

— Oye, ¿Cómo te llamas? — La pregunta lo descolocó, pero no tardó en responde con voz temblorosa.

— Ha... Hanagaki Takemichi.— Hubo una pequeña pausa, un marcado silencio. Mikey entrecerró sus ojos y pareció meditar algo antes de volver a su usual expresión, pero algo había cambiado, no tenía que ser muy listo para adivinarlo.

— Ya veo, Takemicchi.

— ¿Eh? ¿Takemicchi? — Repitió trémulo,  sin dejar de ver al par frente a él.

— Eso fue lo que dijo Mikey, Takemicchi.

No sé atrevió a decir nada más, al contrario, se dejó arrastrar por la mano que con sutileza agarró sus cabellos sucios y despeinados. Takemichi no pudo evitar perderse en la mirada oscura de Mikey, tan imponente y decidida, capaz de dominar el mundo a su alrededor.

— ¿De verdad estás en secundaria?—  No respondió a eso, al contrario, se ablandó cuando una pequeña sonrisa surcó en los labios del chico. Eran extrañas las burbujas que amenazaban con hacerlo vomitar. Mikey definitivamente causaba estragos en su cuerpo. — Takemicchi apartir de hoy somos ¿Amigos?  ¿Sí?

Takemichi se quedó helado, ¿Qué cosas tenía ese chico en la cabeza? No negó ni aceptó nada, solo sintió alivio cuando el comandante se alejó y después de una lección a Kiyomasa, dijo no aceptar ese tipo de peleas. 

Lo último que vio Takemichi fue a Mikey animado, prometiendo verlo después.

Dudaba que eso pasara, pero por el momento estaba a salvo rodeado de sus amigos. Pronto el parque quedó vacío y él mismo, no sabía que pasaría con su vida de ahora en adelante.

Lo prometido es deuda, es un capítulo largo, pero sustancioso. Bueno no. Espero les haya gusto.

Almas gemelas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora