XV. Soy terrible

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(tw: violencia gratuita, angustia.

Y, hagáis lo que hagáis, no os imaginéis a Grantaire cantándole a Enjy esta canción mientras están ambos a solas en este capítulo.

No digáis que no os advertí)



-No tenías que haber venido conmigo.

Enjolras no contestó. No tenía fuerzas para ello.

Había perdido la noción del tiempo que llevaban allí. Montparnasse y sus hombres los habían lanzado a la bodega de su barco hacía ya días. Ni siquiera sabían qué quería Montparnasse. No se lo había dicho. Les había encadenado a las paredes, les había pegado una paliza por el simple placer de pegar a quien no puede defenderse y se había marchado.

A Enjolras le dolía todo. Montparnasse le había pisado la mano herida hasta casi romperle los dedos, le había pateado la cara, el estómago, la piernas. Algo cálido le corría por la nariz, entre los labios, entre las manos encadenadas sobre su cabeza. Le dolía al respirar y lo único que quería era tumbarse hasta que el dolor pasara, pero las cadenas no eran tan largas y le obligaban a permanecer sentado sobre el gélido suelo de metal, por más que le temblaran las piernas, la espalda, los brazos.

No había luz allí, no había nada, más que metal, frío, el zumbido de las máquinas del barco, las cadenas en sus muñecas y la voz ronca de Grantaire al otro lado de la estancia. Estaban solos, ellos, sus pensamientos intrusivos y la culpa que amenazaba con engullirlos a ambos.

-Te lo dije, te lo dije una y mil veces, pero, ¿me escuchaste? ¡No! ¡Eres Enjolras! Eres el maldito capitán de los abaissés, eres Apolo, tú nunca escuchas a nadie, nunca cambias de opinión y, desde luego, nunca me escuchas a mí. ¡Si no te hubieras empeñado en venir...!

-¿No estaríamos en este lío? -interrumpió Enjolras. Quiso hacerse un ovillo, alejarse de Grantaire, pero las cadenas que le mordían las muñecas se lo impidieron.

-Oh, desde luego que estaría en este lío y quizá en mil peores. Joder, probablemente me habrían matado en el tren, a quién quiero engañar. Pero estaría yo solo, no tendría que preocuparme por qué te va a pasar a ti. Joder, tenías que haberme dejado venir solo, Apolo. Ya te lo dije, no perderías nada. Yo... yo no quería... ¿Por qué te empeñaste en venir?

La voz de Grantaire sonaba húmeda y ronca en la oscuridad. Restallaba como un látigo, sanaba como el fuego del hogar. Enjolras quería quedarse a vivir en esa voz; era todo lo que le quedaba. Suspiró. ¿Qué importaba ya?

-¡Porque no quería perderte a ti! -espetó- Porque aunque no creo que me consideres tu amigo... Aunque... Tú te pintas como el miembro más prescindible de les amis. Tú dices que no perdería gran cosa si te perdiera. Pero te equivocas. Joder, Grantaire, no quería perderte. No quiero perderte.

La voz de Grantaire calló. Por primera vez desde que lo conocía, calló. Enjolras escuchó un tintineo de cadenas, un cuerpo que se arrastraba, como si estuviera cambiando de postura. El golpe de su cabeza contra la pared y después, su carcajada amarga.

-¡Tú no quieres perderme a mí! -rio Grantaire- El mundo se ha vuelto loco, Apolo, y nosotros somos un par de idiotas.

La puerta se abrió de golpe. Un rayo de luz cayó sobre sus ojos, cegándolos. Unos pasos se adentraron en la sala y después, la puerta se cerró de nuevo.

-Buenos días, queridos amigos. ¿Habéis descansado bien? Espero que sí, porque tengo muuuchas preguntas que haceros.

Enjolras parpadeó. Montparnasse traía en la mano una pequeña lámpara de gas que le permitió, por primera vez desde que estaban allí, ver a Grantaire. El pintor tenía un ojo morado, el rostro hinchado y ensangrentado y la barba manchada de sangre coagulada. Por lo demás, parecía ileso. Enjolras habría dejado escapar un suspiro de alivio si los ojos de Montparnasse no hubieran estado clavados en él. No sabía qué pasaría a partir de entonces, pero sabía una cosa: no podía mostrar debilidad.

Canción de Libertad (Les Miserables AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora