Capítulo 8.

1.9K 173 33
                                    

Las enfermeras de uniforme gracioso terminan de chequearme para irse en busca del doctor e informale de mi rápida recuperación. Solange y Rubén se encontraban a mi lado.

En menos de cinco minutos se abre dejando pasar al doctor que me atendió minutos antes, con unos papeles en mano.

Luego de unos chequeos que duraron segundos, el doctor firma los papeles y se retira de la habitación.

Trato de no mirarlo a la cara, no necesito que más nervios empeoren mi estado.

—Entonces...- comienza, yo solo lo miro de reojo mientras trato de levantarme de la cama —¿Cómo te sientes?

Mal, ¿y tú?

—Bien.

Guardo mis pertenencias lo más rápido posible y arreglo un poco la habitación. Me acomodo la rops y recojo mi cabello castaño en una coleta alta, dejando algunos pelos sueltos sobre mi frente.

Necesito aire.

Decido salir antes de que algún doctor o enfermera o Solsnge regrese.

Quiero irme yo sola lo antes posible.

¿Les he dicho que detesto los hospitales? ¿No? Pues si se los he dicho lo lamento, pero lo volverán a saber.

DETESTO LOS HOSPITALES.

Salgo de la habitación y miro a ambos lados por el largo pasillo. A la izquierda, al final, se encuentra el ascensor y al lado de éste un escritorio donde se encuentra una mujer ordenando unos papeles, la cual pienso que es una recepcionista.

Cuando giro mi cabeza a la derecha, para ver que hay del otro lado del pasillo, me encuentro con el mismo grupo de la discoteca con quien se encontraba charlando Sol. Estaban ella, Eva, el novio de Eva, el ligue de Sol y otros chavales que desconozco, y Rubén... solo que él estaba a mi lado.

Todos riéndose y chillando.

¿Qué hago mirándolos? Debería irme.

Doy media vuelta lo más sigilosa posible y camino rápidamente hacia el ascensor. Pero unos gritos me detienen.

—¡Lee!— grita Rubén mientras escucho sus pasos acercarse.

Hago como si no hubiera escuchado nada y sigo mi camino hacia el ascensor. Llego y desesperadamente toco los botones para que la puta caja gigante de metal llegue y me saque lo más rápido posible de aquí.

No aguanto más.

—Espera... — dice y siento que me toma delicadamente de la mano.

Mi respiración se corta unos segundos. Sus dedos tibios y suaves se entrelazan con los míos y siento muchas cosas en el estómago.

Él me gira para mirarlo y cuando nuestras miradas se cochan siento que voy a llorar.

Lo tengo tan cerca que mis hormonas desean controlarme y hacer que lo bese. Ahí mismo. Sin importar nada.

Sus ojos verdosos me miran atentamente y remoja sus labios. Imito su acción y ahí reacciono.

Estamos en un hospital, con gente mirando y nosotros actuando una escena de una película romántica.

¿Qué me pasa? ¡Despierta LeeA! ¡Esto es el mundo real!

Me separo lo más rápido de Rubén y trato de ocultar mi sonrojo. Hago como si me arreglara el pantalón y entonces sé que se viene lo peor: los amigos de Rubén se acercan, todos murmurando y mirándome como si fuera un ser extraño de otro planeta.

Como deseo hacerme pequeña y desaparecer.

Eva aparece detrás de un tío con barba extraña, que no dejaba de mirarme con el ceño fruncido, y se acerca hacia mí con cara de preocupación.

Un año para recordar. (Rubius)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora