𝙑𝙀𝙄𝙉𝙏𝙄𝙎𝙀́𝙄𝙎

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Nic estaba alterada, y yo no pasaba por menos. Ella guardaba cosas en mis maletas velozmente como si tuviera un cohete en el culo mientras yo me ocupaba de cancelar el vuelo del siguiente mes a Forks y encontrar y comprar uno nuevo para YA.

—¡¿Y?!—exclama Nicole desde dentro de mi ya-no-más habitación.—¿QUE ENCONTRASTE?

—Gritas como si estuviéramos a mil kilómetros.—pronuncio intentando no reír.—Dios... Nic, no estoy encontrando nada. Y ya cancelé el otro vuelo.

—¿Nada para mañana?—aparece su cabeza por el marco de la puerta del dormitorio.

—Nada.—respondo mordiendo mi labio inferior, concentrada en la pantalla de su laptop mientras escucho como respuesta un bufido exasperado.

Minutos pasaron hasta que encontré un vuelo accesible y en poco tiempo. Bingo.

—NIC, ENCONTRÉ ALGO.—grito, satisfecha.—Esta bien, y en definitiva... es lo único que hay.

—¿Qué, qué?—corretea hasta el sillón, donde yo me encontraba sentada con la laptop sobre mi regazo. Ya era más de medianoche y yo me desmayaba de sueño, mi cuerpo estaba rarísimo, no dormía desde hacía casi dos días.

—Mañana, a la tarde. Vuelo a Seattle y de allí iría en taxi hasta Forks...casi ocho horas de viaje. Estaría llegando el miércoles a la madrugada a casa.

Mi amiga me mira dudosa.—No creo que sea buena idea que andes por allí tan tarde, no creo que Forks sea un lugar muy inseguro, pero Seattle luego de la medianoche quizás si...

Mi amiga tenía razón, se le escapaba el hecho de que yo era una loba, pero como mujer sabía los riesgos de los cuales hablaba.

—Podría, en ves de volver a la madrugada, dormir en Seattle en algún hotel y a la mañana viajar hasta Forks. Traje dinero de sobra creyendo que estaría aquí por más tiempo.—menciono alzando mis hombros, restando importancia.

—Solucionado entonces, doncella.—me sonríe Nic.—Ahora más te vale dormir.

Esa noche, con la idea de buscar hotel en internet, me quedé dormida en el sofá. Mi cuerpo no lo agradece ya que estaba contracturada, mi cuello quedó en una posición que se sentía peor que la niña de El Exorcista pero por fin había conciliado el sueño. Dormí tan profundamente que no noté mi alarma ni a Nic yendo para la universidad.

Nic no trabajaría esa tarde, debía llevarme al aeropuerto, no por no poder tomar un taxi, si no que era nuestro único momento para despedirnos.

Todo el tiempo que tuve libre lo dediqué a organizar mis maletas, recoger todas mis pertenencias y dejar limpia mi habitación. Me daba mucha lastima dejar Nueva York, pero peor me hacía sentir dejar a mi amiga sola en este gran apartamento.

Fuimos amigas por casi un año, una hermosa relación a pesar de que sentí haberla descuidado desde mi llegada a Forks, más que justificado-claramente-, pero no era algo bueno. No quería que alguien como ella desapareciera de mi vida.

Las siete de la tarde llegó más rápido de lo que pensaba e incluso deseaba, al igual que el mensaje de Nic avisando que estaba abajo, esperándome ya en el auto.

La buena noticia: en esas semanas estando aquí, repararon el ascensor, por lo tanto no tendría que arriesgar mi vida bajando dos maletas sola.

—No me digas que va a haber tormenta otra vez.—suplico entrando en el asiento del copiloto, luego de ubicar mis maletas en el baúl del carro.

Nic me sonríe.—Si, te digo. Parece que es una maldición que tienes, Dina. Viajas y llueve.

—Cuidado, que hay quienes dicen que puede ser buena suerte.

—¿Quienes?—ya andando por las calles de la gran ciudad en camino al aeropuerto, Nicole me mira con el ceño fruncido, para luego reír bajito.—Si, que va, invéntate lo que quieras, lo que te deje más tranquila.

—¡Nicole, que mala eres!—recrimino carcajeando.

El viaje estuvo lleno de risas, pero había una cierta tensión en el ambiente. Nos íbamos a distanciar otra vez y ya no sabíamos hasta cuando, quizás años. Inesperadamente, al llegar al aeropuerto y poner un pie en él, ninguna de las dos habló hasta llegar a la puerta final que guiaba al avión, donde varias personas de primera clase -donde yo no iría en esta ni en mi otra vida- ya ingresaban.

—Te voy a extrañar Dina.—habla mi amiga por primera vez dentro del lugar, los grandes ventanales que teníamos enfrente dejaban ver a los aviones estacionados al igual que la pesada lluvia cayendo y golpeando contra los mismos.

—Yo aún más, Nic.—cuando la observo puedo ver cierta humedad en sus ojos.—En este tiempo lejos había olvidado lo lindo que era estar a tu lado, es como respirar aire fresco. Lamento descuidar tanto nuestra relación en estos meses.—termino mi frase y es inevitable notar como ambas estábamos emocionales.

—¿Qué dices? Nada has descuidado.—se acerca a mi, abrazándome.—No solo tenemos miles de kilómetros de diferencia, si no que hasta horas diferentes por la zona horaria. En todo caso nuestra poca comunicación es por eso, no por tu culpa.

—Vendré a verte, lo prometo, en algún momento lo haré. No tendremos que hablar por teléfono toda la vida.—respondo acongojada, ella era la única persona de mis alrededores que me conocía aun por la Dina vieja, la Dina que pertenecía a un mundo normal. No quería que eso se fuera.

Nos separamos del abrazo, Nic toma mi brazo izquierdo con una de sus manos, como caricia.—Tampoco es que me moleste hablar contigo por teléfono por horas, es hasta terapéutico.—suelto una risa ante su comentario mientras una pequeña lagrima rodaba por mi mejilla.—Lo juro, no llores Di...

—No estoy llorando, o sea, si. Pero es que es tan divertido estar contigo, y no me gusta tener que dejarte.—seco la lagrima con mis dedos.

—Más vale que ese Jacobo actúe bien ahora, y tu también. No hagas que dejarme sea en vano. Haz lo que te haga feliz, deja ir los dramas del pasado por que van a limitar tu futuro. Es el mejor consejo que jamás podré darte.—Nicole suena seria, pero yo no puedo evitar reír, risa que se detiene al escuchar el llamado para abordar mi vuelo.

—Te adoro Nicole, nunca cambies. Te llamaré pronto para seguir contándote de mi vida, tu haz lo mismo.—le regalo un beso en la mejilla, para comenzar camino a pasar la puerta y caminar hasta el avión.

—¿Si, vamos!¡TREMENDA NOVELA LA TUYA QUERIDA!¡TE ADORO TAMBIEN!—El alarido de mi amiga me hace girar sobre mis pies para observarla, ambas reímos en voz alta al unísono.

Esa sería la ultima cosa que compartimos e hicimos juntas en un largo tiempo.

En el avión me invadió por completo la melancolía, pero no había nada que hacerle, era el destino moviendo sus hilos. Dormí la mitad del vuelo, que era demasiado decir en estos días de insomnio. Al llegar a Seattle me sentía mejor, recompuesta. Paré en el hotel más cercano al aeropuerto, pleno centro de Seattle y la lluvia no se detenía por nada del mundo. En la habitación de hotel fue difícil dormir tan despabilada, y las mil cosas que tenia en la mente tampoco ayudaban.  Ahora debía enfocarme en lo que sucedería en Forks, la aparente tierra del drama sobrenatural. Luego del check-out en la mañana, no me quedaba más que tomar un taxi y dirigirme a Forks. Le tenía que avisar a mamá que iba en camino.

Me encontraba en la misma situación de hace meses, cuando toda esta nueva etapa comenzó, el principio de mi historia. Dejando a Nicole atrás en Nueva York, volviendo a Forks y encontrándome con sucesos inesperados.

Pero ahora las cosas cambiaron, eran diferentes, yo debía comenzar a trazar mi destino, por que mi felicidad no quedaba en manos de nadie más que las mías.

𝐏𝐋𝐀𝐍𝐄𝐓 𝐇𝐄𝐑-jacob black.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora