Knock knock

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Sarah podía sentir el cansancio en cada parte de sus manos, eran las 3 de la mañana, habían sido días de insomnio pero sabía que cada minuto contaba y valía la pena, se levantó de su silla que aunque era cómoda hacía doler su espalda un poco. Sarah camino por la casa de puntitas y de manera silenciosa para beber su jugo favorito, y volver a escribir. Estos días también se quedaba dormida en su silla y despertaba envuelta en sus sábanas, probablemente Pedro la cargaba y la llevaba a su cama. Y ese día tampoco fue la excepción, ya que ella recuerda haber escrito unas cuantas líneas hasta que el sueño le ganó alrededor de las cinco de la mañana, y despertó a mediodía en su cama, como siempre, lo primero que hacía era irse a escribir.

—Knock, knock.—Escuchó la voz de Pedro desde el otro lado de la puerta, lo que la hizo rodar los ojos. Era cierto que él había sido considerado y le dio su espacio, pero incluso si le robaba cinco minutos, para Sarah eran cinco minutos robados de su tiempo para escribir sobre su personaje.

—Pasa.—Contestó simplemente, sin levantar la mirada y sin dejar de presionar las teclas.

—Estaba pensando, ya que me ascendieron de puesto y es fin de semana, podríamos ir a almorzar para pasar algo de tiempo juntos. Esta semana fue estresante para los dos.—Le propuso con una pequeña sonrisa.

Sarah pausó por un momento, ¿cómo era eso que ascendieron a su esposo? ¿Tan sumergida estaba en su trabajo que no estaba enterada de algo así? Bueno, valía la pena, ese libro estaba quedando maravilloso y no quería terminarlo en ningún momento.

—No puedo.—Dijo, y de nuevo, continuó tecleando en la computadora. Se regañó mentalmente, ¡Estaban hablando del ascenso que Pedro había estado añorando durante más de dos años! Quería celebrarlo porque al parecer, solamente él estaba orgulloso de ese logro. No obstante, era como si Sarah no pudiese detenerse a evaluar su comportamiento y la manera injusta en la que estaba tratando a Pedro, lo único que pasaba por su mente era escribir, qué sucederá después, qué giros inesperados o finales podría tener su libro.

Pedro suspiró profundamente, ante tremenda noticia, él esperaba que Sarah... su Sarah al menos se levantara a abrazarlo y decidiera dejar la computadora por un momento para compartir su felicidad al respecto, para después disculparse por haberlo ignorado durante tantos días. Su relación había tenido altos y bajos, pero temía que estaban enfrentándose a un bajo digno de peleas, terapia y en el peor de los casos, divorcio.

—Sarah... ¿escuchaste lo que dije? ¡Me ascendieron!—Repitió, en su voz podía palparse la esperanza de que ella fue tan indiferente simplemente porque no estaba poniéndole atención.—¡Sarah!—Exclamó, acercándose para quitarle su computadora.

—¡¿QUÉ MIERDA PASA CONTIGO?!—Ella gritó, tan exasperada que Pedro pegó un leve salto, jamás en su vida había levantado así la voz.

—Me ascendieron de puesto, ¿quieres salir para almorzar y celebrarlo?—Reiteró, aún de manera calmada a pesar que su amada parecía querer aniquilarlo.

—Te escuché la primera vez, ya te dije que no puedo.—Aclaró Sarah, arrebatándole la computadora para volverse a sentar y volver a lo suyo.

Él sintió como si le hubieran apuñalado el corazón, tenía un revuelco en el estómago y la decepción que sintió en ese momento probablemente jamás volvería a sentirla de esa magnitud en su vida. No sabía qué estaba sucediendo con Sarah, solamente sabía que no era la persona de la que se había enamorado.

—¡No te interesa! Eso es lo que sucede. No te interesa saber cómo estoy, cómo me he sentido, lo que ha pasado en mi vida estos últimos días. Yo he estado ahí, apoyándote, te extraño pero sé que amas tu trabajo, te estoy pidiendo un maldito tiempo para que seas recíproca, pero todo tiene que tratarse de ti, Sarah. Yo no importo.—Espetó, sintiendo que de alguna forma se liberaba al haber expresado sus sentimientos.

—¡Tu maldito trabajo es fácil! Y aburrido, dime a quién le interesa escuchar sobre tus casos o tu día a día, por otro lado, la gente literalmente paga y se reúne para escucharme. Solamente me tienes envidia porque eres apenas un simple abogado.—Respondió con frialdad en cada palabra.

Sarah se levantó, empujó a Pedro fuera de su estudio y cerró la puerta con llave. Posteriormente, escuchó unos pasos y la puerta principal cerrarse, no sabía a dónde se dirigía y tampoco le interesaba.

Pedro estaba perplejo, asustado, y tenía un dolor indescriptible apoderándose de cada célula de su cuerpo. Esas palabras realmente le habían afectado, pues todo lo que Sarah decía o hacía tenía un gran impacto sobre él, esa mujer era capaz de arruinarlo si se lo proponía y lo había logrado. Todo lo que ella decía, él se lo creía, ella tenía el poder de construir o destruir todo dentro de él y optó por lo segundo, era increíble lo fácil que lo había conseguido.

Por otro lado, Sarah solamente podía pensar en que finalmente la habían dejado en paz para que escribiera a gusto sobre ese personaje que la cautivó desde el primer momento.

I can be that woman Donde viven las historias. Descúbrelo ahora