Sarah tuvo un poco de miedo cuando la respuesta de Ph tardó un poco más de lo esperado, y apenas hoy era su primera sesión. Pedro no tenía ni idea y no tuvo la confianza de contarle ya que una noche antes pelearon nuevamente, pero esta vez Sarah no lloró, algo raro en ella que estaba tan sensible. Ahora su mayor preocupación era una carta francesa y su sesión de la noche.
— bien, acuéstate Sarah... — dijo el médico en una habitación que olía a durazno, con paredes beige, un sillón con almohada y frazada, una silla y mesa, era todo. Sarah se recostó sintiendo que sus manos sudaban, miró al techo y suspiró fuerte
— tengo miedo — confeso abrazándose a la frazada del sillón y moviendo sus piernas una contra la otra.
— es normal, no es nada malo, no es nada raro ... ¿quieres hacer esto? — preguntó mirándola asentir — cierra los ojos, Sarah... respira hondo hasta sentir que cada músculo de tu cuerpo se relaja, ahorita todo esta obscuro antes tus ojos, pero cuando escuches el tic tac, bajo tus pies habrá una luz lineal — guió poniendo el reloj — es una luz de tu color favorito, alumbrando un camino, síguela... sigue respirando a un ritmo lento, visualiza una puerta, y entra — miró como Sarah apretó más sus manos contra la manta — estás en un lugar tranquilo, es un bosque quizá, míralo... disfruta la vista cálida y tranquila, no ves nada más que verde infinito. A tu derecha hay muchos espejos, mírate en el uno, ¿que llevas puesto? — preguntó con la voz suave.
Sarah trato de hacerse lo mejor que podía la imagen mental y sonrió suavemente — es mi vestido negro favorito, el que tiene un estampado de claveles — susurró
El terapeuta supo que estaba guiándose bien — sigue caminando, hay más espejos... todos los espejos tienen un año, entra al que más desees y dime qué ves?
Sarah presionó sus labios tensándose por un momento que pareció bastante largo — se va a lanzar de la ventana... no quiero estar ahí — suplico con la voz temblorosa — no quiero verla morir...
— un paso atrás y vas a salir, vuelves al lugar tranquilo de muchos espejos, elige otro — ordenó mirando cómo el rostro de Sarah se relajó un poco.
"Somos muy jóvenes para entenderlo, y nunca vamos a ser libres"
"Hay dos niñas en una cuna..."Fueron las palabras que Sarah relataba...
Apenas corría el siglo XIV, antes que la peste negra azotará a las grandes ciudades haciéndoles perder a una parte importante de la población, antes de que la miseria los alcanzara, y solo quedara la pérdida y los malos recuerdos, antes de todo lo horrible del mundo existieron dos niñas que se convirtieron en adultas con un gran secreto entre ambas, aunque entre ellas y para ellas no existía ninguna diferencia de clase social, por supuesto que la había. Jessica apenas era un año mayor que ella, y sus padres trabajaban en el gran palacio en el cual Sarah había nacido, los tres trabajaban para los reyes y su pequeña hija, una niña blanca con cabello castaño, nariz respingaba y ojos vivaces. Pero lo lindo era como Sarah y Jess habían creado una amistad desde el primer momento cuando desde pequeñas se sentaron a jugar en el mismo suelo durante el día, y así fue durante casi 17 años consecutivos, 18 para Jessica, compartían secretos y aventuras que las adolescentes podían tener, mejores amigas, cómplices que se querían enfrentar contra los mundos que creaban juntas, dragones, hombres gigantes, monstruos, cualquier cosa que se les ocurriera mientras ambas estaban se acostaban en un colchón empolvado, telas que solían llevarse para sus disfraces, sombreros, entre cosas cosas curiosas que encontraban, solo ahí reinaba la felicidad para ambas porque al salir de ese espacio Sarah debía someterse a estupidos y rigurosos métodos para aprender a ser una mujer de sociedad, buscar un esposo y cumplir con lo que sus padres esperaban de ella, que al parecer eran grandes expectativas. Pero todo era más fácil, a diferencia del destino de Jessica, quien se dedicaba a lavar los pisos del palacio, ayudar con todo lo que había que limpiar, posiblemente ella jamás se casaría con un hombre rico, pero no le causaba ningún tipo de miedo quedarse sola. A Jessica la habían criado en un cuarto pequeño, pero sus padre le había dado al mejor que un castillo, y era la oportunidad de saber leer y escribir. Algo que las mujeres no debían saber o eran muy pocas las que lo lograban, otras muchas fueron quemadas por intentarlo, Jessica debía guardar el secreto, excepto de su mejor amiga.
— Sigue leyendo! — suplicó Sarah tirada sobre el colchón comiendo una fruta mientras sonreía — una hoja más — miró a Jessica, Sarah no conocía una chica más linda que su amiga, su cabello rubio y sus ojos cafés con toques verdes, era alta, delgada y se parecía mucho a las princesas de sus cuentos.
Jess asintió levantándose mientras sonreía — El joven tomó su espada, y dijo lo siguiente ... "estaré dispuesto a morir por ella..." — Puso su tono de voz más grave fingiendo ser hombre y se acercó a Sarah tomando su mano para levantarla — Lo demás fue historia, ambos corrieron al palacio...
Sarah interrumpió — son felices y van al baile, cierto? — sonrió parpadeando varias veces, le quitó el libro para tomar sus manos y darle una vuelta — fin... — río
— Ya te lo sabes de memoria, no es Justo. Déjame enseñarte a leer — suplico entrelazando sus dedos con los de Sarah para darle también una vuelta pegándola a su cuerpo e inclinarla entre risas — princesa, permítame esta pieza... — bromeó Jess mientras Sarah reía corriendo a poner un sombrero
— me veo bien? — preguntó caminando como su madre le había enseñado, de manera lenta con una mano adelante y otra atrás en su espalda y sonriendo — tú te pones firme, eres el príncipe Jessy. Inclina tu mano — la guió notando que ella realmente lo hacía metiendose en su papel — yo tomó tu mano, y tú la besas.
Jessy asintió tomando la manita de Sarah y dándole un Inocente beso para acercarse a ella — ahí? — preguntó mirándola, ambas eran de la misma estatura — estas cosas realmente te van a ocurrir a ti, Sarah. Un príncipe de novela que luchará por tu amor, te llevará a conocer otro palacio, lo vas a vivir... — dijo Jess sonriendo mirándola a los ojos.
— pero tú vas a estar ahí para acompañarme hasta el día que tenga que casarme, por qué siempre estaremos juntas, lo prometes? — preguntó Sarah inocentemente, mucho más frágil que Jessica — antes de que me case me enseñaras a leer ese libro, y a escribirte cartas cuando no podamos vernos... cartas con nuestras plumas de tinta negra, puedes?
Jess asintió abrazándola con ternura, el destino de su amistad era incierto en ese momento, podía ser interrumpido por cualquier adulto que decidiera algo sobre las dos — te voy a proteger, voy a estar siempre. Nada podría alejarme de ti... — susurró sintiéndose triste, en un par de años Sarah debía cumplir con su debes de casarse y Jessica tenía planes más grandes que un matrimonio
"Ellas saben que nunca van a estar juntas..." termino Sarah.
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I can be that woman
Fanfiction¿Llamas o almas gemelas? ¿Sueños recurrentes? ¿O quizá, la otra vida? Pocas son las personas que tienen la dicha de saber de donde vienen, y si tienes suerte de saber de donde vienen las personas que te rodean, de qué parte de tu vida actual o de tu...