17 - 𝐒𝐈𝐍 𝐂𝐎𝐍𝐃𝐎𝐍

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—¿Trajiste lo que te pedí, pequeña?

—Sí, ahora déjame ver que Jennie está con mi hija y están sanas y salvas.

—Calma, yo cumplo mi palabra. Primero necesito el dinero y ya luego te doy el lugar donde hace media hora tu querida mujer se fue.

Hijo de la mismísima perra.

Me acerqué a él y ambos sacamos las pistolas.

Sin ver a Rosé, pude saber que había quedado estupefacta al ver la arma. Hace un tiempo había perdido permiso poder llevar una conmigo en caso de que tenga que defenderme.

—Ahí lo tienes, maldito. —refunfuñe y tiré el sobre con los cheques.

El miro a uno de los que le servían y este corrió a tomar el sobre, miró los cheques y asintió.

—Que gran persona eres. Me hubiese encantado que tus abuelos lo hubieran hecho desde un comienzo pero al parecer el bar no estaba en un buen término económico. —guardó el arma— Yo solía trabajar con ellos pero un día me ofrecieron un trabajo que prometía mucho y cuando resultó cierto, tus abuelos requerían de mi servicio y de dinero pero nunca me pagaron y tus padres eran unos inútiles inservibles.

—Cierra tu maldita boca, no hagas que una de mis balas atraviese esa cabeza. —guardé el arma y sonreí sarcásticamente— A mi me hubiese encantado que lo pidieras sin tanto alboroto. Pero, está bien, cada quien hace sus cosas a su manera.

Jisoo se acercó y lo miró fijamente.

—Dinos dónde están, no tenemos tiempo.

—Por esta misma carretera, un kilómetro más, hay una casa vieja y en muy mal estado. Ellas están ahí. Recomendaría que vayan lo más rápido posible, no están con alguien muy sano, es algo perverso.

Intenté pegarle pero Rosé me agarró de la mano y me hizo caminar al auto. Estaba más que furiosa, la sangre me hervía y el miedo me consumía.

Luego de haber pasado el kilómetro, a aproximadamente 200 metros estaba una camioneta y parquee, corrí como nunca y abrí la puerta.

—No me toques, desgraciado. Déjame... —sentí la voz de Jennie— ¡No, no por favor!

—Se nota que estás muy buena, niña.

Caminé rápido y cuando vi que trataba de tocar a Jennie no dude y una de mis balas se detuvo en su pierna. Se quejó y luego corrí a él. Me dolían los puños de tanto pegarle.

—Mamá, mamá.

Me detuve antes de que mi puño se estrellara nuevamente en la cara del maldito.

—Amor... Lisa —Jennie corrió a mi y Judy también, me alejé de man y abracé a Jennie.

—¿Dios, están bien? ¿Te tocó? ¿Les hicieron algo?

Mis ojos estaban llenos de lágrimas y sentí como toda mi felicidad regresaba a mi. Jennie sollozaba y yo pude pensar en que si ella no estuviera conmigo no le hubiera pasado nada.

—Perdón, perdón, de verdad. —le dije y abracé a Judy quien nos miraba.

—Si estaré contigo, debe ser en las buenas y en las malas.

—Te amo, amor.

—Yo te amo a ti, mi vida. —me dijo ella.

No podía perderla nunca. Y jamás lo haría.

Luego de una semana, Jennie y Juju fueron a un psicólogo ya que ambas tenían algún miedo constante en todo momento, sea durmiendo o cuando salíamos de casa. Era obvio que había una serie de trauma y aún más en Judith porque era muy pequeña y había tenido un susto grave. Mis padres regresaron y les conté muy brevemente las cosas ya que ese día era la primera sección de Jennie y más luego de esa era la de Juju. Ellos muy preocupados nos colocaron guardaespaldas en nuestra casa, muchos más en el bar y, claro debería estar, uno para la seguridad en cualquier parte donde estemos.

Hoy Jennie tenía ya la última sección y había decidido que era muy buena idea ir seguido a un psicólogo, no sólo por algún trauma o algo en particular, es más bien por comodidad y descanso nuestro. Juju se divertía y ya en breves ocasiones estaba asustada -unas veces más que otras y así-.

—Amor, ya llegué, me encontré a Jisoo en el camino con Rosie y Sorn, Juju quiso ir al parque con ellas y la dejé.

Caminé a ella y la abracé.

—Está bien, mi cielo. —besé sus labios y cada vez era más profundo. Sus labios estaban fríos y los míos cálidos, mis manos apoyadas en su cintura y las de ella en mi cuello.

Lentamente el ambiente era cálido y muy pesado, el beso era pausado varias veces para poder tomar aire. Ella temblaba y yo me senté en la cama con ella en mi regazo.

"¿Te sientes en disposición?"

Fue lo primero que inquirí, ella sólo me miró, cerró los ojos y asintió. Sonreí y acune su cara, besé sus labios de la manera más delicada en la que la había besado en todo este tiempo de relación. Me acosté en la cama y de una movimiento rápido ella quedó debajo de mi cuerpo, estaba colorada, sus ojos eran un destello de amor, lujuria y pasión.

Las prendas desaparecieron en cuestión de segundos. Nuestros cuerpos brillaban bajo la tenue luz de la tarde y sólo estábamos ella y yo.

Entrelace nuestros dedos y la miré.

—Quiero que no sueltes mi mano, nunca lo hagas. —le pedí y ella asintió para luego enrollar sus piernas en mi cadera.

Mi pene golpeó su vulva y jadeo. Estaba mojada y yo muy erecta. Con mi mano libre guié mi miembro a su mojada entrada y con sutileza lo metí.

Apretada y caliente.

El paraíso luego de sus ojos.

—Joder, pensé que no iba a poder con tanto.

Su sorpresa me dio risa y sonreí. Mis caderas se movían al compás de lentos latidos del corazón. Aumentaba la rapidez cada vez que aumentaba la de los latidos. Ella gemia, y sonreía mientras nuestras manos estaban juntas, en todo momento.

Su vagina se contraia y yo empezaba a hacerlo más rápido. Gotas de mi sudor caían en su pecho y en su estómago. No paraba de jadear ni de gemir y llegó el momento. Ambas jadeando y llegando al tan esperado orgasmo. Nuestras respiraciones rápidas y los latidos igual.

Me tumbe en la cama pero no solté su mano.

—Y si así será hacer el amor contigo, quiero hacerlo siempre. —me habló agitada y tímida.

—Y así será siempre hacer el amor conmigo.

—Me ha encantado.

—No utilicé condon... Cielito, dime que tomas anticonceptivos.

@All Love.

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