01 - 𝐕𝐎𝐂𝐄𝐒

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Abro los ojos cinco minutos antes de que suene el despertador. Lo desconecto. Odio despertarme antes y que al cabo de un rato me moleste ese estridente pitido. Necesito un despertador nuevo, uno que no me ponga de mal humor por las mañanas. ¿Existen de esos?

Como puedo, aparto las sábanas de mala gana y enciendo la luz de la habitación, quedando cegada por unos segundos eternos, mientras trato de reunir las fuerzas necesarias para empezar el día.

La ducha ayuda a despejarme la mente, aunque el ceño fruncido no me abandona en todo el desayuno. Por Dios, qué necesidad hay de que los bares abran tan temprano… bueno tengo que calcular demasiadas cosas para la remodelacion del lugar.

Salgo de mi casa y suspiro, viendo como el humo cálido sale de mi boca, debido al frío que hacía. Me había puesto un pantalón negro alto, una camisa color beigh y mi total back color negro. Me monté al auto y me uní a la hilera de autos que ya estaba formada.

Tráfico, lo mismo de todos los días. Una interminable hilera de automóviles ocupando los dos carriles y avanzando a un ritmo exasperante. Para colmo, llueve, con lo que el gris del cielo y el incesante estrellarse del agua contra el parabrisas acentúan aún más si cabe lo depresivo de este día.

Suspiro para mis adentros, tratando de alejar de mi cabeza su rostro mientras meto de nuevo primera y avanzo un par de metros sobre el húmedo asfalto. Por supuesto, no lo consigo y le subo el volumen a la radio, tratando de cambiar unas voces por otras.

—“…eres una inútil…”

—Parece que el día se presenta húmedo en casi todo Orlando, pero tranquilos, estamos aquí…

—“…no quiero volver a verte en toda mi vida. He perdido…”

—…para alegrarles el alma con los éxitos…

—“…los últimos meses de mi vida contigo…”

—…de la música nacional e internacional.

—“…te odio.”

Apago la radio. Ella gana, como siempre.

Fueron cinco meses de tortura. Bueno, miento, cuatro. El primero fue maravilloso, tanto que incluso se vino a vivir a mi casa. Creía estar del todo enamorada de ella hasta que descubrí su verdadera personalidad, oculta detrás de una angelical fachada de “chica buena” que no ha roto un plato en su vida.

En fin, no merece la pena ni siquiera que hable de ella.

El tráfico empieza a avanzar de manera más rápida y me tranquilizo, Rosé debe estar desesperada porque aún no llego. Apenas salgo de la inmensa hilera, tomo varios atajos para poder llegar a mi bar.

“Manhattan” un bar de generaciones. Mis bisabuelos lo inauguraron en... no lo sé, pero ha pasado por distintos dueños, siendo todos de la legendaria familia Manoban y aquí estoy yo, la dueña de “Manhattan”.

Parqueo el auto en la acera del bar y le entregó las llaves a uno de los valet parking, que apenas llevaban dos meses de trabajo. Corro a mi oficina. Encontrandome a Rosé, sentada en mi silla y con las piernas sobre mi escritorio.

—Buenos días, Park.—la saludo. Ella me mira con una sonrisa a la cual yo sonrió también.

—Buenos días, Manoban.

—¿El arquitecto ha llamado o mandado un correo? Yo necesito que se haga cuanto antes la remodelacion de este bar, llevo más de seis meses buscando al mejor arquitecto de Corea para que haga la remodelacion de este lugar.

Rosé miraba cada movimiento que hacía, tenía una sonrisa en su rostro y por ahora no le preguntaría que le pasaba.

—¿Haz traído los papeles que te pedí hace dos semanas?

—¿Acaso los relojes dan la hora?—dijo en tono burlón.

¿Había necesidad?

—¿En serio tienes que decir estupideces a esta hora?—le pregunté irritada.

Rosé nunca actua de está manera, de esta manera tan idiota, sabía que alguien tenía que ver con ese cambio de humor en la rubia, quizá es esa mujer pelirroja que frecuenta el bar todos los viernes y los sábados. Por lo que dicen las bailarinas, Rosé tenía un amorío con esa mujer y les creía, Rosie era una mujeriega de alto nivel; desde que su última novia le había sido infiel, ella quedó sin corazón. Ya no me cuenta todo lo que le sucede y no la juzgo, yo también me he callado cosas... que debería soltar, para poder dejar de atormentarme.

—Bueno... lo siento.—alzó sus hombros restándole importancia—. Le he dejado en el auto, ya regreso, Lice.

Asentí, la seguí con la mirada hasta que por fin salió de mi oficina. Recorrí todo el lugar, realmente todo era lujoso y no veía la necesidad de remodelarla, o en parte sí: en este lugar ocurrieron las peores desgracias con... con Hyuna y lo último que quiero es ver su rostro en mi lugar de trabajo.

Salí de la oficina y fui a la barra, donde estaba Miyeon, una de las bailarinas principales y hermana de Rosé, le hice señas para que se acercara.

—Hola, cariño.—me saludó con la mirada entristecida.

Ya me había olvidado de lo que sucedía con ella. Ayer por la noche su pareja sufrió un grave accidente, dejándolo en coma.

Me había llamado, desesperada. No sabía que hacer para calmarla, lloraba descontroladamente mientras trataba de explicar todo lo que había sucedió.

—¿Te encuentras mejor?—dije mientras tomaba su mano y le daba un pequeño beso en el dorso.

—No he dormido lo suficiente, pero ya he recibido noticias de él, Jackson tardará en reaccionar, los doctores aseguran su pronta recuperación pero apesar de eso, la noche la he sentido larga y solitaria.—dijo, su mirada estaba centrada en alguien detrás de nosotras.

—“... love me, love me...”

—¿Quién es?—pregunté mirando a la castaña que se encontraba cantando en la tarima.

—Es la nueva cantante del bar, no sé su nombre pero es muy hermosa.—dijo Miyeon mientras alzaba los hombros.

—“... say that you love me...”

La mujer me miró y yo aparte la vista enseguida, sentí su mirada por un tiempo más, la canción era realmente buena y hasta que no acabó no deje de sentirme bajo la penetrante mirada de ella. Parecía quemarme de algún modo y eso hacía estremecerme.

—Debes ser Lalisa ¿no?—una voz femenina se escucho detrás de mí y sentí el escalofrío.

—Sí, un gusto, Lalisa ¿Y tú eres?—me voltee y esa fue mi perdición completamente.

—Soy...

@All Love.

LOVE MEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora