IAN
Los días iban pasando y yo seguía aquella repugnante rutina, donde la noche y sus acontecimientos reultaban ser todo un misterio para mí.
Misterio que no estaba dispuesto a permitir que perdure por mucho tiempo, tenía que recordar qué sucedía a como dé lugar. Por tal razón ponía en practica mis conocimientos de psicología que tenía, escasos por cierto, para ir develando el misterio.
No quería seguir así, despertando cada mañana a veces en mi departamento y otras veces en alguna de las habitaciones del club con intensos dolores en cuerpo a veces, otras apestando a alcohol, pero siempre con mi mente en blanco total, teniendo como último recuerdo el entrar al camerín para empezar a alistarme.
No tenía a nadie, pero sí me volvía mas fuerte tampoco necesitaría de nadie, ya que me podría bastar por mí mismo, pero primero tenía que saber qué había hecho el día anterior al completo.
Era conciente que éste problema de pérdida de mi memoria se debía a algún trauma padecido, y eso solo podía tratarmelo un especialista pero yo mismo podía empezar a ayudarme recordando lo sucedido las noches anteriores.
Aún estaba a tiempo. Hacía días que me había propuesto ésto y pese a mis intentos nada sucedía. Sin embargo no me rendiría, además sabía que no sería una tarea fácil.
Veía a Orfen durante el día y eso me reconfortaba bastante, me llevaba a los sitios que solía frecuentar cuando aún vivía con mis padres. Me gustaba eso ya que recordaba lo que fuí una vez dandome fuerzas para seguir luchando por recuperarme y no permitir que me ganen.
Gracias a Orfen pude irme del departamento que Nathan me dió, y aunque a éste último no le gustó la idea, nada pudo hacer.
Después de todo yo trabajaba para él, pero no era su propiedad. Igual no permití que Orfen lo pague, yo pagaría el alguiler y eso hacía.
Suficiente hacía Orfen con soportarme y haberme encontrado aquel departamento en un lindo lugar. Hacía un año y medio que mi padre me hubo hechado de casa. El tiempo en verdad pasaba volando.
Orfen, que tenía 18 años igual que yo, se ocupó de lo legal ya que yo nada tenía.
Esa tarde me encontraba en el living de mi departamento intentando recordar algo de la noche anterior pero nada. Aquello empezaba a desesperarme.
El timbre sonó y atendí...era Fausto. Algo en mí se tensó y empecé a temblar. Odiaba a ese sujeto que me hacía sentir así. El muy maldito me miraba con su arrogante sonrisa dibujada en su rostro.
—¿Q-Qué quieres Fausto? — mi voz tembló al hablar, pero éste lejos de contestarme entró como si fuese su propia casa — Oye no te dije que entraras.
— Vamos Ian, no seas caprichoso y cierra la puerta de una vez — me ordenó él.— Vete de mi departamento Fausto — dije pero sus dos gorilas, que siempre lo acompañaban, aparecieron de repente y me empujaron adentro luego salieron cerrando la puerta ante la arrogante sonrisa de ese loco.
— Vete de aquí — repetí abriendo la puerta, pero esos dos gorilas estaban del otro lado, uno me empujó nuevamente adentro y el otro cerró la puerta otra vez.
Estaba encerrado con ese loco, cerré con fuerza los ojos sin dejar de temblar, ya que sabía que no podría escapar de lo que sea que Fausto quiera hacerme.
Fausto me sujetó por detrás con fuerza pegando su cuerpo en el mío, pude sentir su miembro que empezaba a endurecerse. Ni siquiera quise pensar en lo que me podría pasar.
Las lágrimas humedecieron mi rostro mientras él olía mi cabello, y empezaba a manosearme, sentía asco y terror.
"Orfen....ayúdame....por favor....Orfen".
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Un Amor De Chocolate
RomanceAlice vive en un orfanato, pero una mañana aparece un extraño, que responde al nombre de Orfen Von Fisher y es enviado por alguien de mucho dinero para adoptarla. En el trayecto desde la salida del orfanato hasta la llegada a destino, Alice debe oí...