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Nos encontramos en el vestíbulo de la enorme casa de Chaeyoung y Jiwon. Me muerdo las uñas con culpa mientras que Jinhwan, sin preocupación alguna, se está paseando por todas partes tocando sus cosas. Lo observo y me pregunto quién ganaría si la versión femenina de él y Chaeyoung se metieran en una pelea. 

—Ve esto—dice, levantando un huevo de filigranas de una ornamentada mesa dorada—. Esto vale al menos cien bolsos de Cartier.

—Déjalo en su sitio —le siseo, escupiendo ácido por la boca.

La casa es como un museo, y Chaeyoung es su atracción principal. Dondequiera que miro hay cuadros y fotografías de la bestia pelirroja, algunos de ellos lo bastante considerados como para incluir a Jiwon. Me aparto de su mirada y avanzo hasta quedar bajo un nicho.

—Ya nos hemos colado, así que más nos vale aprovecharlo al máximo — dice Jinhwan con un gorjeo.

Lo sigo hasta la cocina, donde miramos dentro del frigorífico. Está repleto, con cosas que van desde caviar de beluga hasta pudin de chocolate. Jinhwan toma una uva de un montón y se la mete en la boca.

—Sin semillas —murmura. El jugo salpica la puerta del frigorífico desde sus labios. Limpio la mancha con una servilleta de papel y la tiro a la basura. Subimos por una escalera serpenteante, y nuestros pasos suenan contra el mármol color mantequilla. Jinhwan se detiene frente a lo que parece ser la puerta de la habitación principal.

—No, no, no voy a entrar ahí —digo, retrocediendo unos pocos pasos. Preferiría cortarme una mano antes que ver su habitación.

—Bueno, pues yo voy a mirar.

Y a continuación, abre la puerta y desaparece dentro.

Camino en dirección opuesta. Bajo por un largo pasillo lleno de fotografías de 8x10 en blanco y negro. Jiwon y Chaeyoung cortando su pastel de bodas, Jiwon y Chaeyoung de pie en una playa, Chaeyoung fumándose un cigarrillo delante de la torre Eiffel… Aparto la mirada, asqueado. No quiero seguir estando aquí. Esta es su casa, donde se ríen, comen y tienen sexo. No puedo creer cuánto han cambiado las cosas. Me siento ligeramente abandonado; como si estuviera despertando de un coma y descubriendo que el mundo ha seguido adelante sin mí. ¿Por qué todavía me siento de la misma manera cuando todos los demás son diferentes? 

Bajo al piso inferior para esperar a Jinhwan. Y entonces la veo: una puerta, una puerta ovalada. Jiwon siempre me decía que algún día, cuando se construyera una casa, quería que la puerta de su despacho se pareciera a una de esas pesadas cosas medievales que se ven en las películas. Voy hacia ella con lentitud y extiendo la mano para levantar el pomo circular, que es casi tan grande como mi cabeza. La puerta se abre y un aroma a casa nueva y colonia me golpea en la cara.

Ni siquiera huele a él. En los últimos cuatro años, ha cambiado de colonia. Vuelvo a tener esa sensación de haber despertado de un coma.

Hay estanterías de nogal en todas las paredes, llenas de novelas, libros de texto y algún adorno ocasional. Me dirijo hacia el escritorio y me siento en su enorme silla giratoria. Doy una vuelta y me muevo usando las ruedas. Esta es su habitación favorita de la casa. Se nota. Todo lo que le encanta, le gusta y odia está aquí. Hay pelotas de béisbol autografiadas en un estante en la pared. Casi puedo verlo sacando una del expositor y tirándola al aire unas cuantas veces antes de volver a ponerla en su sitio con cariño. Hay una selección de música muy diversa en una pila desordenada junto al monitor de su ordenador.

Observo con ligero deleite que el CD de la tienda de música se encuentra ahí, y también está la figura del caballo de Troya que su padre le regaló cuando se perdió la fiesta de su vigésimo primer cumpleaños. Está hecho de bronce sólido, y ni falta hace decir que es muy pesado. Jiwon odiaba esa cosa, pero siempre la mantenía a la vista porque decía que le recordaba que tenía que ser un hombre de palabra. Tomo la figura y le doy la vuelta hasta que el estómago del caballo queda hacia arriba. Hay ahí una pequeña trampilla de la que nadie sabe nada. Jiwon me dijo una vez que guardaba recuerdos en su interior; recuerdos que no quería que nadie más viera. Me muerdo el labio antes de abrirla. Qué más da un crimen más, ¿verdad? Mi lista hacía ya mucho que tenía demasiados.

Mis dedos tocan algo delgado y con tacto a papel. Lo saco con suavidad y desenrollo una especie de trozo de papel vitela. Es un dibujo, hecho con la punta partida de un lápiz. En la parte inferior de la página, el artista ha firmado con su nombre en grandes letras con florituras: J.J H. El dibujo es de la cara de una mujer. Hay una sonrisita en su cara, y tiene la mancha ligera de un hoyuelo en la mejilla. Miro la cara que reconozco pero no logro situar del todo; no porque sea un mal dibujo, sino porque ha pasado mucho mucho tiempo desde la última vez que la vi.

—Lee Sungkyung —digo en voz alta, examinando sus grandes ojos—, otra persona que confió en mí y a la que jodí.

Vuelvo a enrollar el papel y lo aparto a un lado. Me pregunto con qué frecuencia Jiwon sigue pensando en ella. ¿Se imagina cómo podría haber sido su vida con ella? ¿Se imagina cómo podría haber sido conmigo? ¿Piensa siquiera en mí? Vuelvo a meter la mano en el caballo y esta vez saco algo metálico y redondeado. Es el anillo del pulgar de Jiwon, el de la estrella y el diamante que le regalé por su cumpleaños. Suspiro mientras me lo llevo a los labios. ¿Así que lo tiene escondido? Al menos se lo ha quedado, ¿verdad? A lo mejor algunas noches, cuando está solo y escuchando ese CD, lo saca y piensa en mí. Uno puede tener sus esperanzas. Después extraigo un reloj de arena en miniatura, en el que los pequeños granos de arena son plateados, y después un cuadernito, cuyas páginas coloreadas de negro, rojo, blanco, dorado y verde no tienen palabras. No sé a qué le recuerdan estas cosas; supongo que serán posteriores a mí. Dejo el caballo del derecho sobre el escritorio y un pequeño tintineo me llama la atención.

¿Dónde he oído ese sonido antes? Mi mirada recorre el escritorio y después el suelo a su alrededor, buscando al culpable. ¿Dónde… dónde está? ¡Ahí! Lo recojo con la mano y un gimoteo se me escapa de la garganta. No sé si estoy sorprendido o si he sabido todo el tiempo que Jiwon acabaría encontrándolo, pero siento la boca seca mientras doy vueltas al objeto en mi palma. La moneda; nuestra moneda. ¿Había ido a mi apartamento después de que me marchara para buscarme? ¿La había visto ahí tirada sobre mi mesa de centro estropeada?

Se me llenan los ojos de lágrimas mientras imagino lo confuso que debió de sentirse. ¿Cómo es que se había llevado la cosa que simbolizaba el inicio de nuestro romance? Me doy cuenta con amargura de que Chaeyoung debió decírselo. A pesar de la promesa que me hizo, le contó la verdad con enfermiza satisfacción. Para mantenerlo alejado de mí, porque sabía que Jiwon trataría de encontrarme.

Estoy enfurruñado, arrastrando los pies y lleno de náuseas cuando oigo que gritan mi nombre. Reverbera por la enorme casa, como si estuviera cantándolo algun corista.

—¡Hanbin! —Jinhwan entra corriendo en el despacho, sacándome de mi aturdimiento. Está agitando algo en las manos, y su pelo rebota en varias direcciones por la emoción—. Hanbin —vuelve a decir, con los ojos muy abiertos—. Tienes que ver una cosa.

Lleva un sobre de manila, que lanza hacia mí sobre el escritorio.

—¿Dónde has encontrado esto?

No quiero tocarlo.

—Tú cierra la boca y ábrelo.

Se cruza los brazos por delante del pecho y no puedo evitar darme cuenta de lo preocupado que parece. Estiro el brazo para tomar el sobre y abro con suavidad la parte superior, dejando que su contenido se derrame sobre el escritorio de Jiwon. Cartas, fotos… Las examino durante un minuto antes de sentir que unas oleadas de conmoción recorren mi cuerpo.

—¡Dios mío! ¿Jinhwan?

Lo miro negando con la cabeza. Me siento totalmente confuso.

—Te lo advertí —dice—. Léelas.

Sobre el escritorio hay fotos de mías… y de Hojun. Está la foto del compromiso, la que nos hicieron profesionalmente después de que me pidiera matrimonio, y una foto de nosotros juntos en el zoológico, durante el primer año que estuvimos saliendo.

—No lo entiendo… —digo de forma inexpresiva, y Jinhwan, mi querido detective Jinhwan, señala el montón de cartas—. ¿Me va a sentar mal? — pregunto, mordiéndome el labio inferior.

—Mucho.

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⏰ Última actualización: Nov 17, 2021 ⏰

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El oportunista, 𝚍𝚘𝚞𝚋𝚕𝚎𝚋 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora