🔫| 20, presente

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Han pasado cuatro años. Supieron como el carbón. Soy diferente. Estoy a una galaxia de distancia de quien solía ser. Vivo en el sistema solar “Si que continué con mi vida”.

El señor X ahora es solo un recuerdo. Caray, ni siquiera estoy seguro de que incluso eso haya pasado. Mi realidad es que fui a la escuela de derecho, me gradué, conseguí un trabajo en una gran firma...

Después de que me gradué, compré una casa con Jinhwan con el dinero que me quedaba del seguro de mi madre. Es algo bueno que también tuviera el trabajo, porque mi cuenta bancaria estaba casi vacía.

Bebíamos un montón, comíamos fuera, y pasábamos nuestro tiempo libre en el gimnasio, trabajando para quitarnos de encima el alcohol y la comida de restaurante. Jinhwan está trabajando en la decoración, una carrera prácticamente extinta en estos días, pero de alguna manera se las arregló para encontrar un trabajo con una empresa que decora para los inmensamente ricos. Ambos lo hicimos bien. He ganado la mayoría de mis casos. Todavía tengo la habilidad para torcer la verdad, algo que es útil en mi campo.

Hace un mes, me llamó mi antigua jefa, Chaerin. Ella quería que fuera y trabajara en su firma, dice que si lo hago bien ella me hara socio. Jinhwan y yo lo procesamos toda una semana. Él si quiere mudarse de regreso a Gangnam desde hace años. Jinhwan dice que es tiempo de que encare de nuevo el sur de Gangnam. Dice que es donde pertenezco. Jeju es para la gente amigable, me dice. Yo pertenezco a un lugar de pasos rápidos y rudos.

Decidimos vender nuestra casa y trasplantar nuestras vidas.

Tengo un chico, bueno, un amigo, ¿mencioné eso? Él es maravilloso. Promete que podemos hacer que funcione nuestra relación a larga distancia hasta que él pueda ser transferido conmigo. Yo le creo. Él quiere casarse conmigo, me lo dice todo el tiempo. También le creo eso.

Empaco mis cosas en un camión de mudanza con la ayuda de Ho Jun, que es mi novio, y manejamos por la frontera de tres estados escuchando lo mejor de los ochenta. Jinhwan llama cada treinta minutos para revisarme. Él me seguirá en unos cuantos meses, probablemente con tres camiones de mudanza.

Ho Jun masajea mi cuello mientras conduzco. Él es tan dulce. Cuando llegamos a mi nuevo apartamento, el cual no compartiré con Jinhwan, hay hombres esperando para cargar mis muebles a mi nuevo hogar. Ho Jun los contrató para ayudar, para que no tuviéramos que hacerlo solos. A mí no me hubiera molestado, pero Ho Jun odia ensuciar sus manos.

Después de que los señores de mudanza se van me la paso deambulando de habitación en habitación admirando la muy impresionante vista. Desde las ventanas del lado sur puedo ver como el océano se funde en el horizonte y por el oeste, cada tejado en un radio de una milla. El bloque de apartamentos está en Sunny Isles y me costó más que todo lo que mi madre hizo en su vida. Soy un buen abogado defensor, soy un excelente mentiroso. La vida ha resultado ser todo lo que siempre quise. Excepto por… de cualquier manera… amo mi departamento. Ho Jun y yo no dudamos en bautizarlo esta noche. Diversión. ¡Yay! Él es muy guapo en una manera convencional y limpia. Es alto, de piel oliva, y pretencioso. Él usa todo el tiempo camisas de vestir. En serio… lo hace. Es también un abogado, así que tenemos mucho, mucho en común. Derecho en Bienes Raíces, pero aun así…

Oh y él odia el básquetbol, justo como yo. Fabuloso, ¿no?

Lo conocí el día que fui a la Corte. Él me pidió prestado un lápiz.

¿Qué clase de idiota viene a la Corte sin un lápiz? pensé. Cuando se lo di él solo se sentó ahí y me miró.

—¿Qué? —dije, sin tratar de esconder mi impaciencia.

—También necesito tu número —dijo él tan “tranquilo” de que se lo iba a dar. Yo respetaba las agallas.

Soy feliz.

Después de que los señores de mudanza se fueron, ordenamos sushi, o yo lo hice, porque Ho Jun no come “pescado crudo”. Caminé alrededor de mi nuevo departamento con una de sus playeras porque yo aún no había desempacado mis cosas. Tuvimos sexo. La mañana siguiente me lleva a la concesionaria de la BMW y me compra un carro como un regalo de bienvenida a casa. Maravilloso, ¿cierto? A las seis en punto esa tarde, lo lleve al aeropuerto en mi nuevo auto deportivo rojo, y nos besamos antes de que suba en el avión.

—Esto funcionará —me dice.

—¿Cómo lo sabes? —le dije, suavizando las solapas de su chaqueta.

—Porque nos vamos a casar.

—¿Lo haremos? —contesté con sorpresa. Él siempre dice esto, y yo siempre digo esto.

—Lo haremos —afirma y luego se pone sobre su rodilla y saca una cajita de su bolsillo.

Manejo a casa, comprometido. Miro al anillo todo el camino, como si me fuera a morder. Es uno grande y llamativo. Me recuerda a algo que no puedo recordar desde que compleeeetamente seguí con mi vida.

El oportunista, 𝚍𝚘𝚞𝚋𝚕𝚎𝚋 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora