¿Alguna vez se han puesto a pensar hasta que punto una persona puede ser estúpidamente linda?
Este es uno de los casos de [...].
La cual no esperaba mucho de Hanako-san.
Todos respeteban su rumor en la escuela menos ella.
Claro ya lo conocía, y se le hacía difícil disimular "respeto" hacia su mayor y amo. Por supuesto, es su asistente y debía obedecerlo.
Con el ánimo por los suelos fue directamente hacia donde se hallaba su querido "amo", Hanako-san.
Abrió la puerta del baño sin preguntar, pues ya estaba acostumbrada a eso.
Y él se encontraba...
En una posición algo incómoda...
Con los mokkes.
Estaba literalmente tratando de quitarle a los mokkes su sombrero y su dona.
Tipo podía flotar y quitárselos fácilmente.
Pero se le ocurrió la idea de dar saltitos solo para agarrar su sombrero y la dona.
No se lo pensó dos veces, abrió su mochila y sacó una bolsa de dulces. Cosa que llamó la atención de los mokkes.
-Les doy toda esta bolsa de dulces si sueltan la dona y el gorro de Hanako-kun. -Comentó con firmeza, con la bolsa de dulces en mano.
Aquellos conejos rosas soltaron el gorro y la dona, fueron directamente hacia la fémina para agarrar los dulces, cosa que ella se los dió en cuanto lo bajaron.
-¡Gracias, [...]-chan!-Agradeció el pelinegro, abrazando a la chica de un golpe.
Cosa que como su mochila estaba abierta, cayó todo su equipaje de ella con la merienda incluida.
-¡Dios, Hanako-kun!
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