Capítulo 2. ¿Qué?

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Ambos chicos se encontraban sobre la pequeña mesa del comedor observando ambas hojas de papel que yacían sobre ella. Cada una se trataba del supuesto contrato de arrendamiento que realizaron al momento de adquirir el departamento, ambas con sus nombres en cada papel.

Sin decir ninguna palabra, el castaño, tomo ambas hojas y salió del departamento con la pelirroja detrás de él. Claro que la chica debía dar el doble de pasos y a una mayor velocidad que aquel chico, cosa que le molestaba.

Al llegar al establecimiento en dónde ambos chicos habían realizado su contrato de arrendamiento, estaba cerrado. Aquella pintura blanca tenía rayaduras con aerosol con las palabras "Estafadores" y palabras vulgares.

Esto no pintaba bien.

Sin decir ninguna sola palabra, el chico volvió a caminar. Tenía que encontrar a los culpables o por lo menos una opción para que la pelirroja no viviera con él. Alguien debía salir de aquel lugar y él no pensaba hacerlo.

En cuestión de segundos, se encontraban en la planta baja del edificio en donde vivían, buscando a la arrendadora del lugar. Se trataba de una mujer de mayor edad, tal vez unos setentas se hacían notar en su rostro; pareciera que no mataba ninguna mosca.

—Ya veo —mencionó la mujer mientras veía ambos contratos—. Ustedes dos fueron estafados por mi sobrino, el muy idiota se llevó el dinero que consiguió rentandoles un departamento en mis edificios. Claro que no son los únicos.

—¿Y qué podemos hacer? —preguntó preocupada la pelirroja a la mujer.

—Bueno, ya que el contrato está hecho y sus cosas ya se encuentran aquí, podemos seguir de una manera más formal. —mencionó mientras buscaba algunos papeles en unos estantes.

—¿Así nada más? ¿Y que hay de ella? —dijo el castaño señalando a la chica de su lado para recibir una mirada matadora de la chica.

—¿Qué tiene "ella", caballero?

—Bueno, es solo que no sé si podría establecerla en otro sitio, algún otro departamento. ¿Podría?

La mujer se quedó observando al chico mientras pensaba. Soltó un suspiro para volver a tomar asiento con los papeles que tanto estaba buscando.

—Si, si podría. Pero, ¿está conciente que el precio de su departamento se elevaría, no es así? —ambos chicos mostraron caras incrédulas—. El precio que ambos dan cada mes y que les menciono mi sobrino, es únicamente la mitad de lo que realmente cuesta el departamento. Si alguno de ustedes dos se muda, el que se quedará, tendrá que pagar el precio original del lugar.

—¿De cuánto estamos hablando? —preguntó el castaño mientras sus puños se cerraban en sus piernas por los nervios que sentía por la respuesta.

—Bueno —tomó un bolígrafo y un pedazo de hoja para comenzar a escribir—. Ustedes tienen el departamento 502 en el quinto piso; así que el precio total sería esto. —dijo para extenderle la hoja de papel a ambos chicos.

No importaba cuánto tiempo vieran la hoja, la cantidad anotada no bajaba en lo absoluto. Es una cantidad demasiado grande, ambos sabían que ninguno de los dos conseguirían pagar el departamento solos o al menos que vendieran uno de sus riñones; los cuales, comenzaban a estorbarles a medida que veían el precio.

Únicamente firmaron sus contratos de manera oficial, pero con la condición de firmarlo cada mes, por si alguno cambiaba de opinión y lograba conseguir otro departamento más accesible. Ambos chicos se encontraban en dónde todo esto inicio, en aquel departamento mirando la hoja que yacía en la mesa sin decir ninguna palabra.

—¿Por qué no te vas tú? —escupió el chico.

—¿Y por qué yo? ¿A dónde se supone que iré? ¿De nuevo a los departamentos compartidos de la escuela?

—Eso a mí no me importa —exclamó el castaño para levantarse por un vaso con agua—. Ve a pedirle ayuda a tus padres o algo, mi contrato se hizo primero que el tuyo, es mi derecho.

—¿Y por qué no te vas tú? Ve a pedirle ayuda a tus padres o algo.

El castaño únicamente se quedó viendo a la pelirroja de pies a cabeza con una mirada fría. Mirada que no intimidaba a la chica en lo absoluto.

—Los dos sabemos que ninguno de nosotros puede pagar ese precio por si solos. —prosiguió la chica señalando la hoja.

—Debemos de buscar una manera, no pienso vivir contigo en lo absoluto.

—¿Y tú crees que yo quiero vivir con un idiota como tú?

—Como sea, iré a mi habitación. No tengo tiempo para tonterías.

El castaño comenzó a caminar hacía una de las habitaciones sin antes preguntar cuál era respectivamente la suya.

—Esa es la mía —dijo la chica al ver cómo entraba en la habitación, que ella ya había elegido junto con sus amigos horas antes. Para que el chico saliera de la habitación y se dirigiera a la que se encontraba justo a un lado, azotando la puerta—. Idiota.

Toda la tarde, los chicos se encontraron encerrados en sus habitaciones, aunque realmente, Hiccup se quedó profundamente dormido al momento de tocar aquella cama envuelta en plástico; sus ojeras delataban su cansancio.

Mérida no sabía que debía de pensar exactamente, pero muy en el fondo sabía que Hiccup era un engreído. Prefería sacarla del departamento antes que él, que caballero sin duda alguna. ¿Qué se fijaban todas en él? Su forma de hablar demuestra que tal vez ni sabe tratar a las mujeres, tan egoísta y engreído. Tal vez sea guapo de fuera, lo admitía pero no sería el tipo de chico del que llegara a clavar sus ojos en él. Parecía una bolsa de basura bien decorada en su exterior.

Moría tanto por contarle esto a sus amigos y abrirle los ojos a su amiga de como era en realidad el famoso Hiccup Haddock.

Moría tanto por contarle esto a sus amigos y abrirle los ojos a su amiga de como era en realidad el famoso Hiccup Haddock

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Mericcup: Viviendo con el enemigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora