-,.Lahuna.,-

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Ana

―Ana, ya es hora ― dice mi padre estirando su mano para que la tome y eso hago.

Hoy será mi primer día de trabajo en la mina, mi único pensamiento es que a partir de ahora mi vida tomara un cambio digno de temer, no tengo experiencia trabajando ya que solo tengo diez años, pero se lo duro que es, de vez en cuando lograba ver a mi padre a altas horas de la madrugada entrar en la pequeña casa donde vivíamos, para luego así volver a salir en un par de horas.

Cuatro pequeñas paredes con una cama en el rincón es lo que solíamos llamar casa, no era mucho, pero era lo que teníamos.

Al llegar a la mina solo hay suciedad, como ya imaginaba, todos hay visten harapos al igual que yo.

Mi padre me lleva con el que puedo presumir es su jefe. Minutos después estoy siendo llevada a una parte de la mina todavía más oscura que la anterior y llevo un casco con una linterna que ilumina todo lo que está a mi paso.

Sin darme cuenta el señor que me había llevado hasta acá ya no está, en su lugar veo un niño de alrededor once años, se ve algo demacrado además de sucio y envuelto en sus pensamientos mientras eleva la picota de acero cumpliendo su trabajo.

―Ey... ―dice en tono amigable a la vez que se le escapa un tosido.

―Me llamo Juan ― continua el sin parar de cumplir su deber.

―Deberías empezar a trabajar si no quieres pasarla peor ― me dice con una mueca preocupante poniéndome alerta y haciendo lo que dice.

―Hola, yo... me llamo Ana ― digo cuando me encuentro a su lado levantando mi picota.

―Bonito nombre ― me sonríe.

―Y dime Ana... ¿te gusta la mina? ― Se nota el sarcasmo en su voz así que le sigo el juego asintiendo con la cabeza causando que ambos soltemos algunas carcajadas.

Seguimos trabajando a la vez que hablamos de cosas triviales, al final él me cuenta que vive en la mina, sus padres murieron hace más de 3 años y no le quedo de otra que trabajar, yo por otra parte le comento sobre la perdida de mi madre, hace un año murió de tuberculosis en la fábrica textil donde trabajaba.

No sé qué hora es ni tampoco cuanto llevo trabajando, solo sé que me cuesta respirar y todos mis músculos están entumecidos, cuando siento que me voy a desmallar alguien me toma llevándome junto a mi padre, y este me lleva a casa.

Cuando abro los ojos comienza todo otra vez, vuelvo a la mina y hablo con juan mientras hacemos nuestro oficio.

Una semana, eso llevo en la mina y puedo confirmar que estaba en lo correcto, es una tortura trabajar ahí, mis músculos están agotados, mis parpados intentan cerrarse todo el tiempo y mi estómago no para de sonar, lo único que me consuela es juan, el hace el trabajo un poco gracioso con sus ocurrencias.

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Este ha sido un mes espantoso, no he dormido bien, como una miseria y para mi suerte el trabajo se vuelve más agotador con cada día que pasa, y lo peor de todo es que juan lleva una semana sin asistir a su puesto de trabajo, la última vez que lo vi con suerte y podía hablar, se la pasaba tosiendo y sudando de una manera que daba susto.

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Una semana atrás....

Juan

Sabía que en algún momento moriría, todos en la mina terminaban igual, pero lo que me atormentaba era morir con el espantoso recuerdo de esa mina oscura, y la sensación de fatiga y esclavitud que me recorría cada día.

Pero por primera vez la muerte no me atormentaba, a pesar de recordar el cansancio de mi cuerpo. no estaba triste, porque en esa mina, donde había conocido la cruda realidad, también había conocido al ser más importante de mi vida, Ana, mi dulce Ana, espero y pueda perdonarme por irme sin avisar.

Dejo a mis parpados cerrarse y solo puedo ver oscuridad y de un momento a otro solo... luz.

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