Capítulo III. La huída

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Efectivamente, Abir tenía razón. Al mirar, el espía se encontró a Azahara y a otra chica teniendo relaciones. Inmediatamente, cogió el teléfono y llamó a el padre de Azahara, diciéndole que era verdad y que ahora mismo iba a acompañarle a buscar a las autoridades.

Por suerte, una amiga de Azahara, estaba paseando cerca de aquel lugar y vio y escuchó todo. En cuanto el espía se marchó, aquella chica fue corriendo a donde Azahara y su amante, y les dijo:

- ¡Tenéis que marcharos de aquí ahora mismo! He visto a un señor raro que os a visto, y en consecuencia, ha llamado a las autoridades para que vengan en vuestra búsqueda. ¡Rápido, marchaos! ¿A qué coño estáis esperando?

Abir y su amante, Basima, tenían el corazón a 200 pulsaciones por minuto. Lo habían tenido perfectamente escondido durante mucho tiempo. Ellas ya sabían que este momento tenía que llegar algún día. Lo que Azahara no sabía, es cómo las habían encontrado, ya que era un escondite genial donde se suponía que estaba prohibida la entrada. Pero no había tiempo para pensar en el quién, cómo o cuando, porque las autoridades estaban al caer y ellas debían escapar de allí lo antes posible. Así que empezaron a correr hacia el lado contrario del que se había ido el espía, corrían y corrían como si no hubiera un mañana, que es lo que ocurriría si dejaban de correr, así que siguieron y siguieron lo más rápido posible. Empezaron a oír gritos que decían "A por ellas ¡Están allí!" cosa que las hacía correr más rápido todavía. Tomaron callejones extraños, giraban a la derecha, a la izquierda, a la derecha, a la izquierda, a la derecha, a la derecha, hacían eso todo el tiempo para despistarlos. Cuando creían que les habían perdido de vista, Azahara escuchó un disparo y comenzó a seguir diferentes secuencias de giros para que no las pillaran, bueno, "las" no, en singular, porque para cuando Azahara quiso mirar hacia atrás, vio a lo lejos el cuerpo de Basima caer al suelo lentamente, pensó en volver a por ella, pero se fijó que su cuerpo estaba totalmente inmóvil, vio la sangre que había al rededor de su cuerpo y se dió cuenta de que ya era demasiado tarde. La imagen de la muerte de Basima se quedaría en su cabeza para toda la eternidad. Azahara, estaba tan sumamente deprimida por la pérdida, que ya no sabía si seguir corriendo o dejar que el balazo la alcanzara. Basima era el amor de su vida, y sin ella ¿Su vida tendría sentido? Azahara decidió seguir corriendo, en fin, es lo que Basima hubiese querido. Empezó a entrar por callejones cada vez más estrechos, Azahara pensó que por mucho que corriese la iban a capturar, pero aún así siguió corriendo, porque siempre hay al menos un 1 % de probabilidades te que la suerte esté de tu lado.

Había llegado la perdición, los callejones cada vez más estrechos se convirtieron en un callejón sin salida. Los policías no tenían pérdida para encontrarla, estaba acabada. Ya se escuchaban los pasos de las autoridades aproximándose hacia ella. Azahara pensaba que estaba acabada, hasta que vio que a su lado, había una casa con una ventana abierta, así que sin pensárselo dos veces, entró rápidamente por ella.
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