VI

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Luego de la bochornosa cena, Paul y Arthur se dieron cuenta de que era mejor dejar ese asunto pospuesto por un tiempo, por lo menos hasta que todos olvidarán la incomodidad que tuvieron que soportar.

Por mera "coincidencia", Ranpo tenía cada vez más casos fuera de la estación, todos muy cerca de los lugares que frecuenta Chuuya, teniendo oportunidad para charlar con él y en algunas ocasiones tocarlo de más pero sin que el otro se diera cuenta. Así también pudo enterarse de que asiste a cursos en la universidad con Kunikida.

Buscó en todos lados y al parecer Kunikida es un hombre correcto en todos los aspectos de su vida. No tiene ninguna mancha en su historial como profesor; sin duda alguna el ideal de hombre con el que pasar una vida. Pero Ranpo no se iba a quedar con los brazos cruzados, Chuuya tenía que ser suyo a cualquier costa. Incluso si había que asesinar a los jefes de la mafia portuaria y rusa.

Kunikida estaba extrañamente más cercano a Chuuya hoy, eso era porque su rostro seguía siendo muy particular y seguía con el presentimiento de que le conocía; tanta fue su intriga que descuidó su clase.

— ¿Sucede algo profesor Kunikida?

— No es nada — se acomodó los lentes simulando que no estaba distraído.

La voz de Chuuya la había escuchado en algún otro lugar, estaba casi seguro pero no sabía dónde.

La clase terminó entre bromas y risas de sus alumnos haciendo que Kunikida se sintiera feliz de seguir enseñando

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La clase terminó entre bromas y risas de sus alumnos haciendo que Kunikida se sintiera feliz de seguir enseñando.

— Profesor Kunikida ¿Le gustaría salir a comer? Yo invito.— preguntó Chuuya entre bromas.

— Acepto, pero espero que no sea algún tipo de soborno como el de tu compañero la evaluación anterior.

— Por supuesto que no, yo sé que aprobaré con muy buenas notas.

— Me alegra que tengas esa actitud tan positiva, espero que sea así.

Chuuya sonrió, sin duda alguna Kunikida era su candidato más estable.

— Hay un restaurante que he querido visitar ¿Podemos ir allí?

— No tengo problemas. Pero no dejaré que tú pagues todo.

— Vamos profesor Kunikida, no sea aguafiestas.

— El aguafiestas eres tú llamándome profesor fuera de la facultad.

— Me acostumbré a llamarlo profesor, sería raro si de un día a otro dejo de hacerlo.

— Deja de hacerlo

— ¿Está bromeando?

— No, te estoy dando el permiso para que nos tratemos como iguales.

— Está bien, Kunikida... Sigue siendo raro decirlo así...

— Con el tiempo podrás acostumbrarte.

Llegaron al restaurante e inmediatamente hubo comodidad, el lugar emanaba un aroma a café y madera de cedro, una combinación muy relajante.

Mientras llega el indicado disfrutaré del equivocadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora