Capítulo III: Madurez.

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No nacemos emocionalmente maduros, sin embargo, nos hacemos emocionalmente maduros a la larga, con el criterio que tenemos en la vida.
La madurez surge de la experiencia, después de determinados acontecimientos, que nos marcan y enseñan. Es en ese momento que ya sabemos estar conscientes de cómo comportarse en el momento, lugar, y en las circunstancias en las que nos encontramos.
Es saber lo que queremos y lo que no, tener una disciplina, saber cómo reaccionar a los problemas y tomar cartas en el asunto, detalladamente.
Es la capacidad para aprender de la experiencia, para superarte, para ver más allá de lo que ves.
Es cuando estás demasiado estable sin tener que devolver el daño que alguna vez te hicieron, sin esperar algo malo hacia otros, es cuando estás en lo tuyo y tienes presente en mejorar como persona en vez de vivir pendiente a otros.
Es la tranquilidad que se tiene al momento de pasar adversidades, sin salir huyendo.
Es importante, así tomaremos decisiones pensando dos veces antes si serán buenas o no, y lo que pueda pasar después de ellas. Innumerables ocasiones no siempre seremos los “más maduros” pero hay que tratar de ser sensatos en cualquier decisión que tomemos, hay que elegir el bien para nosotros, siempre y cuando no afecte a terceros.
La madurez es el pilar de cualquier avance que queramos hacer en algún ámbito de nuestra vida. Habrá personas con las que nos juntemos que no tendrán ese pilar, pero si uno lo tiene, puede que esa madurez se transmita a la otra persona que no la tiene. Recuerden que algo positivo más la frecuencia con que se realize o muestre, va a dar resultados efectivos y muy buenos.

Reencontrar-te, Amar-te y Renovar-te. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora