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—No vas a decir nada, ¿verdad? —preguntó Louis en voz baja, por duodécima vez desde que llegaron a la pequeña cafetería.

Sentados frente a frente con sus bebidas sobre la mesa, podían sentir una creciente barra de tensión e incomodidad entre ambos.

Minutos atrás, Louis estaba llorando bajo los brazos de Harry y confesando entre sollozos el nombre de la causante de sus heridas.

Pero Harry ya lo sabía y eso estaba atormentando al menor.

¿Cómo lo sabía?

—No, Louis. No voy a decir nada —reafirmó las mismas veces.

—Pero tampoco vas a olvidarlo —mencionó con preocupación.

Fue un recordatorio a la respuesta de Harry cada que el ojiazul insistía en pasar esa página para siempre.

—No puedo hacerlo. Quiero ayudarte, pero tampoco puedo hacer que aceptes mi ayuda.

El silencio reinó de nuevo. Nadie decía nada. El ruido ajeno no se atrevía a pinchar su burbuja, mucho menos a colarse en el ambiente.

—Me ayudarías mucho olvidando esto.

—No voy a decir nada.

Louis soltó un suspiro de rendición. No importaba cuánto hubiera insistido al rizado, aceptar nunca estuvo en los planes de este.

—Gracias —respondió con desánimo.

Después de trastabillar un rato, el ojiazul retomó la palabra.

—Harry, quiero pedirte que-

—Olvídalo —cortó emanando intrigante tranquilidad.

—Ni siquiera he terminado.

—Sé lo que ibas a decir. Y déjame decirte, Louis, que me niego. No pienso fingir que no nos conocemos y menos después de hoy.

—¿Por qué insistes en complicar las cosas? —su mirada ahora estaba teñida por la fusión del disgusto y la ansiedad—. No cambia nada. Sólo te estoy pidiendo que te alejes y continúes con tu vida perfecta.

—¿Por qué insistes tú en alejarme? —a diferencia de Louis, Harry mantenía una postura neutral, firme y relajada, sin expresión alguna—. Sólo te estoy pidiendo que me dejes estar cerca de ti.

—No es tan sencillo. Son reglas, hay que seguirlas.

—¿A qué te refieres?

—Realmente no tienes idea —soltó una risa, no tenía gracia alguna, era un sentimiento indescriptible—. Dime, ¿por qué tú y yo nunca habíamos cruzado palabras aun cuando nuestras familias se conocen de toda la vida?

—Yo... recuerdo que nunca quisiste acercarte. Era como si vivieras en un mundo diferente.

—¿Tú en serio piensas que un niño querría alejarse de todos?

—¿Qué?

—¿Crees que disfrutaba estar solo en lugar de correr y jugar con los demás?

En ese momento, sus cuerpos fueron golpeados por los recuerdos, pero impactando con más fuerza contra el mayor.

Una niña extrovertida y un niño introvertido.

Una madre orgullosa de su hija y esa misma madre avergonzada de su hijo.

Una princesa que aceptó ser las garras del dragón y un príncipe que intentaba resistir a los rasguños.

Nunca había leído el cuento, sólo imaginó el contenido; y creyó que tendría una estructura común, pero estaba equivocado.

Felicité's Brother || Larry stylinson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora