Tipo extraño.

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Rosaline.

Todo iba cada vez más raro, cada vez las cosas iban bien y mal, necesitaba terminar esto cuanto antes.

Habían pasado unos días, o tal vez una semana para ser más exacta, todo simplemente iba muy extraño. El tipo por alguna razón creía que yo iba a enamorarme de él.

Como si yo fuera lo suficientemente loca para sufrir Síndrome de Estocolmo .

¡Ja! Como que si eso fuera a pasar.

Siempre que trataba de ir a la puerta de metal, me encerraba en el cuarto, hasta dejarme horas ahí. Algo tenía que tener ahí, y como si lo estuviera invocando habló.

-Rosaline, es mejor que bajes por favor.- se escuchaba al tipo extraño en la planta de abajo.

Bajaba las escaleras aferrándome al barandal de ellas. El sujeto a veces podía ser "amable", y otras veces su humor no era bueno, como por ejemplo ahora.

-¿Se puede saber porque demonios tardabas tanto?.- pregunta irritado.

Si, definitivamente mi paciencia se estaba agotando cada vez más. Y faltaba mucho para salir de esta locura.

-Estaba cambiándome para la cena señor.- respondí volteando los ojos.

Otro dato, al muy idiota no le gustaba que lo llamaran por su nombre o apellido, siempre era señor o patrón.

Últimamente mi lado grosero o malintencionado sale con él, así que trato de estar lo más seria y serena posible para poder acercarme y acabar con esto.

-Ya la cena está lista.- dice menos irritado.

De verdad que a veces no entiendo lo bipolar que es.

-Cómo sea, no tengo hambre.- digo de mala gana.

-O vienes a comer, o fácilmente te encierro en tu cuarto por días hasta que te desmayes.- dice molesto, mandíbula apretada, y la vena del cuello se notaba, en definitiva no tenía que provocarlo, pero él no me podía obligar a comer algo que no quiero.

-Comeré con 3 condiciones.- incité retándolo.- La primera es que me digas por qué carajos me tienes aquí.- una risa burlona salió de su boca, eso me molestó, pero no le daría ese gusto.- La segunda que me digas qué hay en esa puerta de metal, y la terc...- está bien, te enseñaré qué hay en esa jodida puerta ya eres un dolor de cabeza andante.- dice frotándose la sien.- ¿Cuál es la última condición pequeña?.- escuchar como me decía pequeña envió un pequeño escalofrío a mi espalda, escucharlo era ver a Matt con una sonrisa tan tierna, recordar esos iris azules, era... recordarlo a él y eso era lo que no quería.

-No. Vuelvas. A. Llamarme. Pequeña. De. Nuevo.- le dije cada palabra molesta y lentamente.

-Mira... niñita, yo soy el que tiene el poder en esta casa, tú eres una estúpida rehén, con el tiempo te contaré todo, y todavía sientes algo por ese idiota de Matthew Jones, es claro, pero tú, eres simplemente algo con lo que puedo jugar y entretenerme. No. Me. Retes. A. Joderte. Lentamente.

Él me mira fijamente, en sus ojos había un destello de ira y diversión, se sentía la tensión y cada vez iba empeorando, así que solamente me limité a bajar la cabeza y poner mi vista en mis manos enlazadas al frente.
Le gustaba jugar, eso ya lo había notado. Le gustaba plantar el terror, jugar psicológicamente con la mente de las personas, ser él quien tiene todo el poder y control en sus manos, pero eso no le durará mucho tiempo.

-Tienes razón, al fin y al cabo solo soy parte de tu juego. Ya ganaste.- dije con disgusto, pero continué.- Pero dicen que el aprendiz supera al maestro ¿No es así?.- terminé de hablar con una sonrisa triunfante en el rostro, eso lo irritaría a tal grado de querer lastimarme, pero no lo ha hecho.

Mi Otra VersiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora