XLVIII

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—Será que Kjeldsen, ¿nos descubrió? — Me pregunto revolviendo con cuidado mi te.

«Si Aksel, no viene por mi tendré que huir sin él, pero ¿a donde?» Dika viene a mi mente pero la verdad no sé si podría llegar caminando hasta el pueblo donde dijo que estarían, tampoco sé si aún están ahí. Decidida a cambiar saco una maleta pequeña de debajo de la cama y procedo a echar algunas prendas, joyas y algunos artículos.

—Un caballo, de seguro en caballo todo será más fácil.

Me deshago de mi camisola y me pongo un vestido sencillo para bajar hasta el primer piso donde sin hablar me dirijo hacia las afueras de la estancia y de ahí directo a las caballerizas.

—¿Que hace por aquí?. — Me pregunta Caryn comenzando a seguirme.

—Salí a dar un paseo, si quieres puedes seguirme todo lo que quieras porque no iré a ninguna parte. — Ella parece dudar de lo que digo pero finalmente se gira y sigue su camino hasta que de pronto se detiene.

—Estaré vigilandola, para que sepa así que no intente nada estúpido porque ahora tengo el permiso de su madre para golpear ese rostro suyo.

Me giro sin dar pie a que continue hablándome y al llegar a las caballerizas veo uno de los caballos que permanece tranquilo dentro de su cubículo. De inmediato tomo una montura dejándolo preparado por si llegase a necesitar escapar y no es que no supiera montar puesto que de pequeña aprendi algo, pero no había tenido tiempo ni animo de practicar así que dudaba de mis conocimientos y mi habilidad para recordar como montar un caballo. El animal permanece quieto, más cuando intento subirme pareciera notar mi nerviosismo.

—Calma, calma. — Pronuncio rápidamente.

—Ay dios, ay dios. — Intento volver a subirme sin éxito.

—¿Kira, que estas haciendo? — Dice mi madre en el umbral

—Practico. — Digo sin mucha explicación.

—¿Y para que? Cuando te cases no necesitaras andar a caballo, él señor Kjeldsen, tendrá miles de calesas dispuestas a llevarte donde sea.

Me quedo estática por unos segundos, pensando en como mi madre puede equivocarse tanto, puesto que ese hombre o mejor dicho demonio solo quiere apoderarse de mi alma para su propio beneficio.

—Tiene razón madre, cuando me case no lo necesitare. — Digo dejando el animal en paz.

Su rostro se desfigura y claro, como no hacerlo si desde que supe que finalmente me casaría con Kjeldsen, no he parado de decir que no quiero hacerlo.

—¿Te sientes mal? — Pregunta ella definitivamente curiosa.

—No. — Digo pero realmente si, me siento mal. No fisicamente sino que del alma, mi corazón mal trecho y desesperado.

Vuelvo al interior de la estancia, mi madre me sigue los pasos de cerca hasta llegar a la cocina donde ella se queda junto a Caryn, mientras camino hasta la escalera que comienzo a subir.

—Kira. — Me llama mi madre.

—Si.

—Ven por favor.

De malas ganas desciendo y la sigo hasta la cocina donde Dagny, aguarda.

—Ay Dagny. — Digo abrazándola de golpe y poniéndome a llorar.

—Amiga. — Responde ella en mi oído.

Permanecemos así por unos minutos hasta que siento que mi aflicción se serena y puedo hablar sin que me falte el aire.

DAEMONIUM. El Alma de Dios será míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora