XLI

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—Pero no todo es tan malo Kira, al verlos a ustedes conservo la secreta esperanza de que el amor existe, que quizás es solo para unos pocos pero existe. — Veo que de inmediato sus ojos brillan con intensidad.

—Quizás, también estas idealizándolo. — Me atrevo a contestar mientras ella niega con su cabeza.

—Él amor ni el oro son cosas que se puedan ocultar Kira, en algún momento eso se nota.

—Al principio... él señor Von Tier, no me agradaba para nada, pero ahora, creo que no podría dejarlo. — Me atrevo a confesar sin pensarlo.

—¿Ves? Finalmente no puedes ocultar tu amor por él señor y él, al parecer tampoco puede ocultarlo, nunca pensé que te ayudaría a ver a un hombre que no es tu esposo, de seguro si en la iglesia se enteraran te echarían, pasarías a ser comparada con las furcias y tu madre se pondría como loca.

—De seguro que si. — Digo aceptando que hasta incluso mi madre podría perder la razón por completo.

—Kira, quiero que seas feliz y no me mal entiendas, apesar de todo lo que dije con respecto al matrimonio aún así estoy conforme porque entre todo pude elegir de cierta manera.

Miro a Grette, y siento internamente algo de aflicción por ella. A mi mente viene cuando golpee al señor Lund, con una rama antes de que apareciera Aksel, para darle su merecido por abusivo y despiadado.

—¿Puedo preguntar algo?

—Claro

—¿Él no ha vuelto a golpearle?

—No, no ha vuelto a hacerlo, creo que le tiene miedo a Von Tier y la paliza que este podría propinarle. Pues luego del suceso en el bosque, él fue a buscar a mi esposo para recomendarle que no volviera a tocarme de esa forma tan violenta e impropia de un caballero. — Siento un ligero sentimiento de orgullo mezclado con alivio pero intento no exteriorizarlo.

—Me alegro que haya entrado en razón.

—Puedes creerme que yo soy la más agradecida.

Ambas sonreímos y bebemos el té; Las horas pasan y junto a Grette, veo las prendas para su bebé.

—¿Quieres que sea hombre o mujer?

—Espero que sea hombre y que sea libre, no como yo que me veo en la obligación de seguir las reglas a como de lugar.

—¿Una mujer, no es buena? — Pregunto sin pensarlo.

—No quiero que sea como yo. — Veo en su rostro un dejo de tristeza.

—Siempre puedes criarla de otra manera. — Digo intentando animarla.

Ella guarda silencio y realmente me doy cuenta que solo creo ilusiones pues por más que ella intentara enseñarle de otra manera, las demás la verían con desdén. Eso sin contar que su esposo, su madre y toda la familia intentarían intervenir por las buenas o las malas para que ella retomara el rumbo que todas las señoritas decentes y de familia deben seguir.

—Lo siento. — Me disculpo al caer en cuenta de las posibilidades y de como no pienso en lo que realmente digo.

—Si viviéramos en otra época, la mujer trabajaría y no tendría que depender de un hombre a menos que así lo quisiera y los hombres no se creerían los dueños de nosotras a como de lugar.

Intento imaginarme trabajando pero realmente no alcanzo a hacerlo pues no me imagino que labor podría desempeñar si siempre me han enseñado que las mujeres aguardan en casa por sus maridos, con los hijos bien limpios y ordenados para complacer al señor en las tareas domésticas y en en el lecho para darles el máximo de satisfacción.

DAEMONIUM. El Alma de Dios será míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora