Capítulo 13 - ¡ASESINA!

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- ¡ASESINA! -

Hera

―Egun oooon! ―canturreó mi madre, abriendo la puerta de mi habitación con gran estruendo.

Miré la hora.

―¡Mamá, son las siete y media! ―me quejé, cubriendo mi cara con la almohada.

―¡Exacto! ―respondió ella con un deje de maldad.― La hora perfecta para prepararnos y pasar el día en ese lugar claustrofóbico al que llamáis Polis.

―No es claustrofóbico... ―volví a quejarme, con la voz amortiguada a causa de la almohada.

―Lo que tú digas. ―Se acercó y dejó un beso en mi coronilla.― Tu padre está preparando el desayuno; voy a levantar a Sophie.

Unos segundos después, escuché la persiana de su habitación y las innumerables quejas de mi hermana.

Ah, como en los viejos tiempos.

Me di la vuelta y me estiré mirando el techo, para luego incorporarme, sacar las piernas de la cama y ponerme mis zapatillas de casa, que consistían en unas simples chanclas del mercadillo. La cosa era diferente en invierno, cuando debía llevar calcetines gruesos y zapatillas mullidas junto a un pijama también grueso para no congelarme en casa.

Sí, en casa. La luz era cara.

Desayunamos como cualquier otro día, y nos preparamos para salir.

―Joel, ¿hacemos unos bocatas para la comida? ―preguntó mi madre.

―No hace falta, hay restaurantes. Uno de ellos es gratis, pero cualquier día está hasta los topes de personal del hospital, pacientes y familiares. Hay uno que me gusta mucho que...

―Vale, vale ―carcajeó ella.― Cojo dinero entonces.

Y pasó por el lado de mi padre, dándole un pico que lo dejó con una sonrisita de felicidad.

―Sois adorables ―le sonreí.― Casi treinta años desde que empezasteis a salir... Qué pasada.

Me sonrió de vuelta, revolviéndome el pelo con una mano.

―Vamos, termina lo que tengas que hacer, nos vamos ya.

En tan solo unos minutos ya nos encontrábamos los cuatro en el coche, de camino a Polis.

―¿Y es muy grande ese sitio? ―me preguntó Sophie a mi lado. Me miraba con sus grandes ojos color miel, llenos de curiosidad y nerviosismo a partes iguales.

―Es alucinante. En serio, vas a flipar. En el buen sentido, eh ―solté rápidamente.― Es enorme, tendrás que esperar a verlo con tus propios ojos.

―Hablando de ojos, ¿los tuyos están cambiando de color?

―Ehm... pues sí. Empezaron aquella noche, y cada vez que tengo un episodio... raro de estos, cambian más.

―Parece que uno se está poniendo más oscuro y el otro se va aclarando.

―Sí... ―Pensaba que le asustaría, que le parecería raro o que le daría repelús.

―Mola ―comentó, sin embargo.

Nos sonreímos, y estiré mi mano para darle un apretón a la suya.

Un par de minutos después, se me encendió una bombilla y cogí el móvil a toda prisa. Entré al chat del número desconocido y le escribí un par de cosas. "Hola" y "Cómo estás?". Simple.

Entonces, apareció que estaba en línea y se puso a escribir. Ahogué un chillido nervioso, apagué la pantalla y me lo guardé a la velocidad de la luz.

OCULTOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora