Capítulo 18 - ¿Y ahora qué hacemos con el árbol?

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- ¿Y ahora qué hacemos con el árbol? -

Eris

Jaja no qué ha pasao.

No, ahora en serio. ¿De verdad eran hermanastros?

―Sí, lo somos, no me miréis con esas caras ―expresó, como si me hubiera leído el pensamiento.

―¿Y cómo es eso? ―no pude evitar preguntar, incapaz de esconder mi asombro.

―Aunque siempre lo nieguen, todos sabemos que Argus es el padre de Athan. Y bueno… Hace más de 20 años Argus conoció a una joven de la que se enamoró perdidamente, según él dice. Era mi madre. Me tuvieron a mí… Así que Argus también es mi padre, y Athan mi medio-hermano. Fin de la historia.

―Vamos, tiene que haber algo más, una razón para que nadie sepa esto y para tu más que evidente odio hacia nuestro actual entrenador ―repliqué.

Ella soltó aire con fuerza por la nariz.

―Los Sabios tienen terminantemente prohibido mantener relaciones amorosas.

En ese momento pareció que alguien le dio una bofetada simbólica a Hera, pues se quedó atónita al instante, expresión que disimuló a la perfección solo unos segundos después.

Sin embargo, yo la había visto.

―¿Por qué? ―preguntó la ojiazul.

―Cuando pasan la ceremonia para formar parte de los Sabios, hacen un juramento en el que ponen su puesto por encima de todo: el de proteger a Polis de toda amenaza. Por encima de sus vidas personales, de sus intereses, y de sus relaciones amorosas.

Nadie dijo nada, dándole a entender que podía continuar.

»Mi madre murió en el parto. Siempre me dijeron que había sido una mujer maravillosa, con un corazón que no le cabía en el pecho. Me crié con una familia adoptiva aquí en Polis. Eran buenos, pero no me querían; me cuidaban por orden de Argus. Cuando me echaron del primer grupo, Athan empezó a aparecer por casa: me contó la verdad, me hizo prometer que no le diría nada a nadie (cosa que he cumplido hasta ahora) ―soltó una risa cargada de amargura― y trató de hacer de hermano mayor de ese momento en adelante. Me presionaba mucho, como si tuviera que ser perfecta. Aun así yo le quería.

Inspiró hondo.

―No sé… ―continuó. Levantó la mirada y la dirigió a cada uno de nosotros―. No sé qué cambió. Al principio todo iba bien ―rio de nuevo―. Hasta que dejó de venir. Un día vino Argus por primera vez. Empezó a culparme cuando me echaban de los grupos. Me gritaba pero sin hacerlo, en susurros, haciéndome parecer una persona horrible por "gastar" aquellas bromas. Incluso llegué a creerle. Ni siquiera llegué a saber nunca cuáles fueron las bromas. Nunca me dejaba explicarme; cuando lo intentaba me hacía callar, diciendo que solo eran excusas tontas.

―Joder… ―susurró Hera para sí.

―No volví a ver a Athan hacer de hermano. Nunca vino a protegerme de los insultos de nuestro padre. Creo que Argus me culpa de la muerte de mi madre.

―Bueno, ahora nos tienes a nosotros, que sí te creemos ―sonrió Shaun con timidez.

Alex le sonrió de vuelta.

―¿Volvemos al entrenamiento y así podemos asesinar a tu medio-hermano? ―solté yo.

―Por favor, no le contéis esto a nadie ―rogó la morena.

―Hecho ―Y me sellé los labios con una cremallera imaginaria.

Cuando volvimos a la sala, el entrenador estaba apoyado en una de las paredes laterales, con la mano en el mentón y la mirada clavada a sus pies, pensativo. En cuanto levantó la cabeza y nos vio ahí, una expresión de culpa transformó sus facciones, y se acercó a largos pasos hasta colocarse justo en frente de Alex.

OCULTOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora