Capítulo 21 - Vídeo número uno

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- Vídeo número uno -

Hera

Salimos de casa en estampida, pero me había asegurado de llevar una pequeña mochila bien cerrada con la caja dentro.

Desde que la había abierto, el anillo no había cesado de mandarme una agradable energía por todo el cuerpo, la cual me hacía sentir hiperactiva, inquieta, alerta, poderosa.

Íbamos camino a casa de la abuela cuando, en medio de la calle desierta a causa del caluroso sol de verano (días así no eran muy comunes en la fría ciudad), nos cruzamos con un par de personas.

Y una de ellas me era conocida.

―¿Hera? ―inquirió la chica, acercándose a nosotros. Su acompañante nos miraba (o, más bien, nos analizaba), inquieto.

―¡Lou! ¡Cuánto tiempo! ―exclamé, para luego abrazarnos―. Eris, esta es mi prima, Louisa. Pero prefiere que la llamen Lou. Prima, este es Eris, mi...

―Amigo especial ―terminó él por mí, sonriente.

Me encontraba impaciente, con prisas. Hacía mucho que no la veía pero, sinceramente, prefería que siguiera así si aquello suponía retrasar siquiera un segundo más la revelación de la cinta.

Ella rio. Parecía que también tenían prisa, pues su amigo no paraba de mirar el reloj, nervioso, y la pierna de ella no cesaba de moverse, como si tuviera algún tipo de tic.

―Bueno, em... Este es Leo ―nos presentó.

―Encantada ―sonreí al chico.

―Igualmente ―respondió él con una cálida sonrisa. Parecía agradable.

―Bueno, tenemos que... ―comenzamos ambas al mismo tiempo.

Reímos.

―Vale. ―Le dejé hablar a ella.

―Entonces, ¿ya nos veremos?

―Por supuesto ―sonreí.

―¿Pronto?

―Dalo por hecho.

Tras un último abrazo, cada pareja se fue por una calle distinta.

Lou era mi prima pequeña, aunque solo nos llevábamos un año. De pequeñas pasábamos bastante tiempo juntas, pero a medida que fuimos creciendo, nuestros caminos se fueron alejando y hoy en día apenas nos vemos dos o tres veces al año.

Triste pero cierto.

Seguro que a ti también te ha pasado alguna vez.

Pocos minutos después, Eris y yo nos encontrábamos frente a la puerta del portal de casa de la abuela.

Al menos ella salía por las tardes con su novio y no volvía hasta tarde así que, llaves de papá en mano, nos dispusimos a subir hasta el trastero.

―Aquí está ―dije, agarrando el reproductor y posándolo con cuidado en el suelo.

Tuvimos suerte de que tuviéramos una vieja (y minúscula) televisión allí arriba en la que, tres doritos después, logramos conectar los cables necesarios para luego introducir la cinta en el reproductor.

―¿Estás nerviosa? ―habló Eris de repente.

―No, ¿por qué iba a estarlo? ―mentí.

Él negó varias veces con la cabeza.

Le di al botón de play.

Primero solo se veía la famosa nieve blanca ocupando toda la pantalla, acompañada de su característico ruido de fondo.

Después al fin se vio algo.

Era un plano del Cuarto, en el bosque de Aeria. Había una de las sillas en el centro del cuadro y, justo cuando la imagen terminó de enfocarse, una persona se sentó en ella.

Se trataba de Feli, naturalmente.

Tenía el mismo aspecto que en la visión que tuve en mi primer entrenamiento, cuando me dijo que no le hablara a nadie sobre ello.

―Vídeo número uno ―comenzó―. Hola, miña nena. Me hubiera encantado poder decirte todo esto directamente, pero ya empiezo a olvidar las cosas y tú aún eres muy joven...

Hablaba de su alzhéimer. ¿Ya se lo habrían diagnosticado?

»Me temo que ellos no quieren que te cuente todo lo que me gustaría, así que por esa razón he tenido que tomarme tantas molestias en grabar y esconder esto, al igual que la visión que introduje para tu primer entrenamiento. Una de las malas noticias que debo darte es que no puedes fiarte de nadie, como tampoco yo debería haberlo hecho... Estas son las consecuencias ―rio, tocándose la sien con el índice y el dedo corazón.

¿Eso quiere decir que...?

»Sí, cariño. Este mal no ha sido para nada natural, lo han hecho a propósito y no puedo hacer nada para demostrarlo. Lo único que puedo hacer es transmitirte todo lo que he descubierto para que puedas destapar toda la verdad. Una verdad que quieren que olvide, y por la que no han acabado con mi vida por no levantar sospechas. Porque créeme, es gente peligrosa. Ahora necesito que recuerdes algo que eliminaron de tu cabecita hace poco, como también de la memoria de la familia y de nuestros amigos.

Ya había tenido un presentimiento en cuanto a esto. ¡E iba a cumplirse! Esperaba que al conseguir abrir esta caja recordaría todo aquello que me robaron, de un modo u otro.

»Solo necesito que te concentres. Seguro que ya tienes el anillo en el dedo. ¡Qué grande te quedaba en esos deditos cuando te lo enseñé por primera vez! Escucha mi voz, déjate guiar. Cierra los ojos y también los puños con fuerza si eso te ayuda. Deja fluir esa energía que te transmite la piedra del anillo, déjala recorrer tu cuerpo como prefiera, sin retenerla. Relájate y relaja todo tu cuerpo, y piensa en esas partes de tu memoria que encuentras vacías y que seguro han estado torturándote durante tanto tiempo.

Así hice, seguí sus pasos y, no sé cómo, me sumí en una profunda oscuridad.

***

Nota de la autora: No sé por dónde empezar.

Te diagnosticaron Alzheimer cuando yo todavía era pequeña, hará unos nueve años más o menos. Pero todavía recuerdo muchas cosas que se relacionan contigo, de antes y de después de aquel diagnóstico. Recuerdo que te gustaban muchísimo las filloas, así como el arroz con leche o los canelones de la abuela. Recuerdo que eras muy golosa. Como cuando íbamos cada cumpleaños tuyo y de la abuela a comer fuera, te manchabas toda la boca de chocolate y nos hacías reír a todos los de la mesa, rugiendo como una leona. Recuerdo que te gustaba asustarnos quitándote la dentadura y persiguiéndonos por el pasillo de la casa del pueblo, mientras las tres soltábamos sonoras carcajadas.

Recuerdo cuando sacabas tus anillos, nos los ponías en nuestros minúsculos deditos, y nos decías que nos pertenecerían cuando creciéramos. Te recuerdo bien en la cocina del pueblo, sentada en la silla de espaldas a la nevera, atenta para darnos en el culo con el bastón cuando pasáramos, divertida. Cantando con la abuela las canciones de la aldea. Riéndote.

Desde este 30 de marzo ya no podremos verte más. Te recordaremos con el traje azul, el que combinaba con tus ojos de un azul eléctrico, (y que era mi favorito), y riéndote de cualquier tontería.

Al fin y al cabo, esto era lo mejor, bisa. Se acabó el sufrimiento, se acabó el mirarte y ver que aquella mirada que un día rebosaba de vida, era solo un espejo vacío. Se acabó el hablarte y no recibir respuesta, solo una mirada que parecía estar asustada.

Ya estás descansando, al fin. Ya estás en paz.

Este capítulo es para ti, miña nena.

Quérote moito <3

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