7

6 0 0
                                    

—La manada de Deucalion cuenta con dos kitsune. Son increíblemente poderosos, y no exagero cuando digo que la fuerza de un solo lobo no se compara en absoluto con la suya. —explicó Julietta, su mirada fija en Scott mientras sus palabras caían con una gravedad palpable.

Esos dos kitsune no eran criaturas recientes. Habían sido creados hacía más de mil años, y se habían mantenido en las sombras, aguardando el momento oportuno para desatar todo su poder. Durante siglos, habían guardado su furia, su fuerza, con la única intención de liberarlos en este día. Sabían que la mente era una herramienta poderosa, y su capacidad para manipularla y controlarla los hacía aún más peligrosos.

Eran una pareja formidable. Un dúo tan perfecto que ninguno de los dos podía existir sin el otro. El hombre, una figura imponente, encarnaba la virtud de la fortaleza. Su resistencia era casi inhumana, y no temía a las consecuencias, pues él las superaba con facilidad. No dudaba, ni por un segundo, en lanzar su cuerpo y mente al caos, porque sabía que tenía la fuerza para atravesarlo.

La mujer, por otro lado, era el cerebro de la operación. Estratega nata, su intelecto se destacaba entre todos. Tenía una habilidad única para manipular situaciones extremas, sobre todo aquellas que involucraban la muerte. En cuestión de segundos, podía desarrollar un plan tan intrincado que ni siquiera el enemigo podría anticiparlo. Para ella, la presión era su aliada, y en su mente, la muerte era solo una sombra que sabía manejar con maestría.

Juntos, eran imbatibles.

—¿Más que tú? —preguntó Derek, su postura habitual de desconfianza clara en su rostro, los brazos cruzados sobre el pecho. Su cabeza se alzaba con un aire desafiante, pero en su mirada brillaba una sombra de duda, algo que solo Stiles y la manada de McCall parecían poder desactivar.

—Más que todos los Andreato. —respondió Timothée, su tono grave y sin titubeos. A pesar de su seguridad, nadie a su alrededor se sentía completamente tranquilo con su respuesta. Él no necesitaba que lo confiaran en él, porque su único enfoque era su hermana y su familia. El código de los Andreato era solo una cuestión de tradición, algo que prefería mantener, aunque no tuviera ningún reparo en desafiarlo si fuera necesario. Pero sabía que si no cumplía con él, los ancestros seguirían su rastro, hasta el fin, guiándolo hacia su perdición.

—Los hemos estado siguiendo durante años, así que sabemos que tienen una amiga Kitsune. —comentó William con una sonrisa sardónica. Disfrutaba de esa tensión palpable que colgaba en el aire, algo que claramente incomodaba a todos en la sala, pero a él le resultaba reconfortante.

William había crecido en un entorno hostil. Sus padres, siempre atrapados en la maraña de la ira y el alcohol, creaban un hogar lleno de sombras. Cuando estaban sobrios, las tensiones dominaban la casa, marcando la quietud de los días, pero cuando la luna salía, las botellas aparecían, y con ellas la liberación momentánea de sus frustraciones. Para William, vivir entre la oscuridad, rodeado de humanos que carecían de inteligencia y empatía, era lo normal.

—No podemos, ella está con las Skinwalkers. —respondió Scott, su tono de voz grave, indicando que la situación era más complicada de lo que parecía. Julietta, sin embargo, solo giró los ojos, sabiendo que la manada McCall tendía a limitarse a sí misma con reglas rígidas.

La manada de los Andreato no era tan cautelosa. Si algo les interesaba, no dudaban en tomarlo, sin importar las restricciones. Para ellos, no existían límites cuando se trataba de proteger lo que más amaban. Podían ser egoístas, pero si se trataba de salvar a su familia, no dudaban en convertirse en lo que muchos considerarían villanos.

—Qué manada más limitada. —murmuró Julietta, visiblemente molesta. —Esta noche, a medianoche, nos iremos allá. William se encargará de hablar con ella, y cuando Kira aparezca, la tomaremos y nos la llevaremos.

Teen Kanima (TEEN WOLF)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora