—¿Quién es Chris? —preguntó Lydia, mirando a Tom con una mezcla de curiosidad y desconfianza.Tom no respondió de inmediato. Lydia, mientras tanto, comenzó a pintar en silencio sobre un lienzo blanco. Sus movimientos eran lentos, medidos, como si cada trazo de su pincel tuviera un peso, un propósito profundo. Las líneas negras que trazaba eran más que simples marcas; cada una parecía contar una historia. Algunas eran gruesas, otras finas, pero todas se conectaban en un patrón que solo ella podría entender.
Cada línea significaba algo. Si la tocabas, podías oír gritos, el eco de balas, el susurro de nombres y la mención de lugares. Era un mapa, un rastro de eventos que ya habían sucedido y los que aún estaban por venir. Tom lo sabía. Chris también lo sabía. Ahora, Lydia debía conocerlo también.
Sabía que el futuro de Beacon Hill estaba lleno de incertidumbre. Había demasiadas posibilidades, pero pocas certezas.
Una de esas posibilidades era la desaparición de Beacon Hill. El fin de la ciudad y, con ella, de todas las personas que la habitaban. Una posibilidad que los tres —Tom, Zendaya y él— no podían ignorar. Pero había algo aún más sombrío que acechaba. Algo que parecía más probable que todo lo demás.
—La otra posibilidad... —empezó Tom, interrumpiendo sus propios pensamientos—. Es que Deucalion gane. Si eso pasa, Beacon Hill se convertirá en algo irreconocible, una ciudad destrozada, cazadores por doquier, y un rastro de muertes a su paso.
Lydia escuchaba, absorbiendo cada palabra, pero sus ojos seguían fijos en el lienzo que tenía frente a ella.
—¿Qué te dijo? —preguntó Tom, dejando de apoyarse en la pared y acercándose lentamente a Lydia.
Con una calma tensa, Lydia dejó de pintar y miró a Tom. Sus ojos, más serios que nunca, le respondieron con una sola frase:
—Ya está en Beacon Hill.
—¿Vamos a comer? —preguntó Theo, levantándose de la cama de Liam y comenzando a ponerse su ropa, moviéndose con una mezcla de paciencia y cierto nerviosismo.
Liam, en respuesta, solo gruñó. Se giró en la cama, dándole la espalda desnuda a Theo, mostrando sin querer un poco de su trasero. La postura del menor era un claro mensaje: no quería hablar de eso, ni de nada. Solo quería quedarse en la comodidad de las sábanas.
Theo esbozó una pequeña sonrisa, una mueca ladeada en la esquina de su boca, como si no se sorprendiera por la reacción de Liam. Estaba acostumbrado a su comportamiento.
—Vamos, ¿vale? —dijo, subiendo nuevamente a la cama y acomodándose junto a él, sin perder la oportunidad de hacerle una ligera caricia a su espalda.
—No me toques —espetó Liam en voz baja, su tono casi indescifrable pero firme.
Theo sabía lo que Liam quería, pero también sabía que, si iban a salir de esa habitación, el pequeño rubio tendría que sentirse cómodo. Todo giraba en torno a eso. Si Liam no estaba cómodo, no había trato. Pero Theo conocía los trucos, las pequeñas maniobras que usaba el menor para conseguir lo que quería.
—Duermes en el carro —propuso Theo, un tono de desafío en su voz. Liam, aunque a regañadientes, volteó hacia él. Con los ojos casi cerrados y un pequeño asentimiento de cabeza, aceptó.
Theo, con una sonrisa de complicidad, saltó por la ventana de la habitación de Liam, sabiendo que a veces el menor podía ser más astuto de lo que dejaba ver. ¿Quién iba a imaginar que un niño podría engañar a un mentiroso? Pues, Theo lo había aprendido de la manera más difícil: aceptarlo.
Como había prometido, Liam se quedó dormido en el coche. La tarde pasaba lentamente, y Theo, sentado en el asiento del conductor, observaba al rubio mientras dormía profundamente. Sus piernas estiradas, los brazos cruzados sobre el volante, y la vista fija en Liam, quien reposaba en el asiento del pasajero. El pequeño dormía profundamente, con su boca ligeramente abierta y su cabello desordenado, mostrando esa expresión tan pura de alguien que había abandonado las preocupaciones del día. Sus mejillas estaban teñidas de rojo, como si aún guardara algo de esa calidez juvenil que lo hacía tan encantador.
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Teen Kanima (TEEN WOLF)
Fiksi PenggemarSu fría mirada era algo genealógico, la frialdad que transmitía en sus verdosos ojos eran para esconderse en el lugar más oscuro que puedas hallar. Porque estos eran cazadores. Su hermosura era sobrevalorada, hasta que se convierta en un Kanima, tr...