Prólogo

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La veterinaria estaba en penumbras, y el único sonido que rompía el silencio era el leve zumbido de una lámpara en la esquina y el eco de la respiración irregular de Derek, que se esforzaba en mantenerse erguido. Las heridas en su torso se extendían en líneas irregulares y profundas, cada una de ellas oscura y con un brillo extraño bajo la tenue luz.

Scott cruzó los brazos, pensativo.

—¿Podría ser alguien nuevo...? ¿Alguien que mordiste y que ahora está descontrolado? —Su voz era firme, pero en el fondo, dudaba de que Derek pudiera perder el control de esa manera. Sin embargo, la teoría parecía la única lógica en ese momento. Derek lo miró, claramente molesto por la insinuación, pero demasiado débil para protestar.

Stiles bufó, sin poder resistirse a una oportunidad para culpar a Derek.

—Ah, claro, el típico día de Derek Hale, donde todo es un problema y él está en el centro de la catástrofe. Sinceramente, esto podría haber sido evitable si... bueno, ya sabes, no fueras Derek.

Malia, distraída, miraba a un punto fijo mientras en su mente se formaba una visión detallada y tentadora de una pizza recién horneada, con una masa crujiente y un borde dorado. Imaginaba cómo la levantaría y el queso, tan derretido y burbujeante, crearía ese hilo fino y perfecto entre la rebanada y el resto de la pizza. Su estómago rugió de manera casi ofensiva en la silenciosa habitación, y ella intentó recordar si quedaba algo de comida en su auto.

Deaton, como siempre, parecía imperturbable mientras inspeccionaba con atención las heridas. Se inclinó hacia Derek, observando cada línea, cada borde de carne rasgada, sin decir una palabra. Pasaron varios minutos hasta que, finalmente, levantó la mirada hacia el grupo.

—¿Qué recuerdas antes de que te lastimaran, Derek? —Preguntó con esa calma inquietante que solía tener en los momentos críticos.

Derek cerró los ojos y trató de concentrarse, pero todo estaba borroso.

—No mucho... Algo pasó muy rápido. Era oscuro, no sé si era una persona o... algo más. Pero no era un ataque normal.

Transcurrieron varios minutos interminables mientras los tres observaban a Derek, quien sostenía una bolsa de hielo sobre su frente. Con los ojos cerrados, él luchaba por recuperar algún fragmento de memoria.

—¿Recuerdas algo? —preguntó Deaton en tono sereno, sin dejar de observarlo.

—No estoy seguro... solo la besé y luego... —Derek se interrumpió, dejando la frase en el aire. Los demás captaron el significado de su silencio: él y ella habían tenido intimidad. Derek apretó los labios, y su expresión se volvió más sombría al sumergirse en sus pensamientos, esforzándose en desentrañar los detalles de lo sucedido.

—Derek, ¿qué ocurrió? —insistió Deaton, esta vez con un tono más firme, casi severo.

—No recuerdo exactamente quién es, pero estoy seguro de que la encontraremos. —afirmó Derek, mientras un escalofrío recorría su cuerpo y los vellos de sus brazos se erizaban al recordar la experiencia.

Derek había caído en las redes de una criatura peligrosa, una joven tan cautivadora como maligna: una Kanima. Su belleza enmascaraba un espíritu retorcido, y Derek, sin darse cuenta, había sido manipulado.

Derek había caído en las redes de una criatura peligrosa, una joven tan cautivadora como maligna: una Kanima. Su hermosura era tan letal como sus garras, y sus ojos, de un verdor profundo, ocultaban una mente calculadora y siniestra. Cada movimiento suyo era una trampa disfrazada de encanto, un juego de seducción y poder en el que Derek, por un instante, había bajado la guardia. Sin darse cuenta, se había dejado arrastrar por las sombras de esa enigmática joven, sin sospechar que tras su atractivo rostro se ocultaba una naturaleza bestial. Como una araña que teje pacientemente su red, ella había manipulado sus emociones y su percepción, conduciéndolo a una trampa de la que ahora parecía imposible salir.

Deaton, desde su rincón de observación, ya tenía una sospecha inquietante, un presentimiento que se instaló como un peso oscuro en su mente. No se trataba solo de una nueva amenaza. Esta criatura llevaba un vínculo de sangre que podía amplificar su poder, y si ella y su hermano compartían esta naturaleza, el riesgo se multiplicaba. Sus poderes eran excepcionales, sí, pero el lazo que los unía era lo que los volvía verdaderamente peligrosos. La unión de hermanos traía consigo una fuerza inquebrantable, una energía ancestral que pocas veces se manifestaba, pero que en este caso, amenazaba con destrozar cualquier equilibrio de poder.

Una imagen clara surgió en la mente del Druida: una joven de cabello rojo fuego y un muchacho de cabellos castaños, ambos con miradas enigmáticas y frías, rostros que parecían esculpidos con una belleza inquietante. Sabía que eran mucho más que simples rivales; eran el reflejo de un pasado de secretos y una amenaza para el futuro de todos.

—¿Deucalion tuvo familia? —preguntó Stiles, caminando de un lado a otro con una mano en la nuca. Sabía que la pregunta parecía extraña, pero siempre había algo en sus locas teorías que resultaba acertado. ¿Y si había algo más detrás de todo esto? Su mente, siempre inquieta, divagó brevemente en una absurda posibilidad: ¿Y si alguien en realidad había tenido un romance con un mini Deucalion? Pero apartó esa idea rápidamente.

Deaton lo observó en silencio antes de responder, su mirada pensativa.

—Sí, Stiles... tuvo familia —dijo al fin, con un tono sombrío—. Pero murieron.

Pasaron unos segundos de silencio tenso, hasta que Deaton frunció el ceño, como si un recuerdo oculto hubiera emergido en su mente.

—Bueno… no todos, en realidad, —agregó con una voz más baja y cautelosa—. Los más poderosos sobrevivieron. Eligieron esconderse en las sombras, lejos del sol, y en ese aislamiento se volvieron aún más peligrosos.

Stiles se detuvo en seco y miró a Derek con esa expresión sarcástica tan característica. Ya estaban todos metidos hasta el cuello en problemas, y Stiles lo sabía. Aunque no era un Banshee como su pareja, comprendía que las cosas estaban lo suficientemente mal como para que una simple distracción pudiera costarles la vida. Y si eso llegaba a pasar, había jurado que se llevaría a Derek consigo. Después de todo, alguien tenía que pagar por cada golpe que había recibido de él; algún día, tendría su revancha.

—¿Así que Derek fue engañado por un familiar de Deucalion? —dijo Stiles, casi más para sí mismo, mientras su mente comenzaba a girar a toda velocidad, formulando teorías alocadas e imposibles.

—Para ser precisos, su hermana, —intervino Deaton, interrumpiendo el hilo de pensamientos de Stiles. La corrección hizo que Stiles le lanzara una mirada asesina; solo le estaba echando leña a sus miedos. Si tuviera a mano el viejo bate de madera de la madre de Scott, le habría dado un buen golpe a Derek por meterlos en ese embrollo.

Derek, al escuchar la revelación, se quedó helado. Una mezcla de incredulidad y terror recorrió su cuerpo como un escalofrío.

Stiles, sin perder la oportunidad, esbozó una sonrisa cargada de sarcasmo y murmuró:

—Oficialmente, estamos jodidos.

Teen Kanima (TEEN WOLF)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora