Taking care of a little dragon

27. Clases de modales con Sirius Black y Gellert Grindelwald

— ¿Draco, estás aquí?— pregunto Remus entrando a la sala de té de la Mansión Grindelwald.

No había edificación, a excepción de Hogwarts y Grimmauld Place, más segura que la Mansión Grindelwald. Construida para fungir como un escondite; la mansión fue edificada a las orillas de un barranco y en una zona desolada y no localizada por los Ministerios mundiales. Alejada de la sociedad, siendo las montañas escocesas su única compañía.

Parecido a Nurmengard, Gellert Grindelwald la diseño solo en un caso extremo de emergencia. Un refugio en donde podría ir junto con su familia en caso de que la guerra no resultara favorecedor para su bando. Pero que, con el paso de los años en donde sorpresivamente se convirtió en padre y posteriormente en abuelo, la lúgubre mansión dejó su soledad a dar paso a ser una repleta de risas de seis adultos y de un pequeño niño de cinco años.

La mansión que llegó después de escapar de prision. La mansión que vio los momentos de amor con su pareja. La mansión que vio crecer a su familia. Su lugar intimó. Su hogar.

La casa era enorme. Cuatro pisos distribuidos en puntos estratégicos, con la función de una vía de escape en caso de invasión. El primer piso era un gran recibidor, con una gran sala de fiestas donde la familia pasaba la mayor parte del tiempo; con un enorme ventanal/pared que les permitía tener buena vista al patio para cuando Draco jugaba al aire libre. El segundo piso estaban las salas recreativas, estudios y la biblioteca ampliada mágicamente. En el tercer piso estaban las habitaciones y uno que otro salón, y el último eran almacenes.

Remus y Sirius tenían su propia habitación, en la planta de los dormitorios familiares, conectada por una puertita con un pequeño jardín en donde Draco gustaba de jugar. Draco también tenía la suya, siendo la más grande solo después de la de sus abuelo y habitación que en el pasado perteneció a Severus. El refugio de Draco, como colgaba en la puerta, era dos habitaciones conectadas y separadas por una puerta corrediza. Una era su dormitorio, en donde tenía su espaciosa cama de dosel y un gran balcón con vista al acantilado y al pequeño río que desbocaba en el mar; y la otra su lugar de juegos. Sus abuelos les encantaba mimar al niño con juguetes mágicos y muggles. Uno de los favoritos de Draco (y de Sirius) era un tren, con el tamaño suficiente para que una persona pueda montarse, y que lo llevaba por toda su enorme habitación.

El salón de té estaba en el ala oeste de la mansión, en el segundo piso, a unos cuantos cuartos del estudio de Albus. Con grandes ventanales de vidrio que daban una iluminación y una vista esplendorosa hacia el acantilado y las montañas. Plantas que crecían enredadas por las paredes y una cúpula de cristal en el techo. En el medio estaba una mesa decorada con varias sillas.

Cuando entró, encontró a Gellert y su pareja dando unas órdenes a algunos elfos domésticos. En la mesa, sentado balanceando sus piernitas, su hijo que veía todo con diversión. Su overol fue remplazado por un traje más elegante.

— Hola— saludo dándose a conocer, llamando la atención de los presentes,— ¿que es lo que están haciendo?

Al estar a la altura de Draco, pudo ver múltiples cubiertos y aperitivos esparcidos por la mesa, entre ellos pastelillos y galletas como también una tetera con té caliente. Iba a tomar un pequeño pastelito pero recibió un manotazo de parte de Gellert.

— Deja eso, es para la clase de modales de Draco— reclamo. Remus alzó la ceja, confundido. Su pareja se veía algo atareado, igual que él cuando le tocaba dar clases a los alumnos de segundo año. Sirius se volteó sonriendo con una bandeja en la mano.

— Las clases de modales con Sirius Black y Gellert Grindelwald— contestó Sirius con un deje de orgullo y brillo en sus ojos.

— Asco de nombre— susurró Gellert. Una bandeja pasó volando sobre su cabeza, con un movimiento de dedos, la hizo descender con delicadeza sobre la mesa.