capítulo nueve

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Hasta cierto punto, no podía conciliar el sueño. Me quejé un sinfín de veces y bufé otras tantas, dando vueltas en mi cama, suficientes para conocer que espacios eran cómodos y cuales no. No comprendía por qué, aún no había caído rendida tras un largo y agotador día, considerando el abrumador encuentro de emociones. Si bien, había escuchado una ocasión a mi madre decir que al quedarse sin energías, podía dormir rendidamente, sin preocupaciones ni tampoco angustias, en cambio ahí estaba ahora, casi siendo las tres de la mañana y sin poder pegar el ojo. 

Quizás la razón se debía a estar recordando ese varón, últimamente había reunido demasiadas piezas, que poco a poco unían coincidencias, y si antes no presté mucho interés, en estos momentos desbordaba curiosidad, estaba tan cerca de la verdad, que me ponía más ansiosa que nunca y distraída de lo habitual. ¿Y sí pronto lo reconocería?, ¿Será tan atractivo como alguna vez lo imaginé?, ¿Oh, esto es parte de un juego absurdo? Este tipo de interrogantes atraviesan constantemente mi mente, con claridad se aprecia esa inseguridad, el temor a obtener una respuesta de burla. Es mínima la posibilidad de asignar descanso a esta activa conciencia. 

Así pues, di el mayor esfuerzo, cerré con fuerza los ojos, mentalizándome que todo estaría bien, y como opción excepcional realicé el tradicional conteo de ovejas, cual no perduró lo suficiente, volví a abrir los ojos con molestia cuando una oveja decidió tropezar en la cerca y cayó encima de sus compañeras, armando un caos, haciéndome reír de tal manera que perdí la cuenta. Ah, ¡ser un adolecente con insomnio era muy difícil! Talvez sería más fácil escribir en el olvidado diario y hablar sobre él, así como relataba lo doloroso que había sido perder a mi madre, podría funcionar desahogando los sentimientos que cargo debido a él. Al menos ese cuaderno sí sabía guardar secretos. Evitando hacer ruido, aunque el cuarto de papá quedaba retirado del mío, me levanté del colchón, cual rechinó cuando estuve de pie, fruncí el ceño considerándolo un traidor. Caminé hasta el escritorio, y de inmediato jalé del segundo cajón, allí lo hallé, su pasta destellante junto a las estampillas decorándolo me hizo encontrarle más rápido. Una extraña inquietud presentí al instante que lo posé sobre la mesa, mis dedos temblaban, tantas sílabas y palabras contenían tristeza en sus hojas, pesaba un poco. Página tras página moví, desde inicio hasta conclusión leí, era sorprendente, analizar la mentalidad de una infante con seis años, pasando la situación que hoy en día batallo, es lamentable. Se acumulan las lágrimas, de nuevo se oprime mi pecho, el aire esta siendo escaso y puedo oír el palpitar de mi corazón, sumando ese abrupto pitido del marcapasos. Que ya me parecía irritante desde entonces. 

De repente, impetuosa tiré al suelo el cuaderno. Cayendo boca abajo aún abierto, emitiendo un sonido grave ante el golpe. Llevé mis dos manos a los parpados, calmando ese mar fluido de gotas innumerables, el líquido humedeció mis mejillas, la noche de pronto se volvió tan fría, busqué calor entre la oscura habitación que me pertenecía, pero estaba sola, y así iba a continuar lo que restaría de mi vida. Con ayuda del dorso de la mano, limpié el viscoso moco que salió de mi nariz, miré otra vez el diario tensado, debatiendo que hacerle, las ganas de escribir desaparecieron. Lo que había leído quebró por completo mi estabilidad. SunWoo escribió con sensatez lo que presentó y el peso que involucró ver a su madre siendo enviada al interior del hospital, los pasos nerviosos de su padre mientras recorría la sala de espera, cuando llegó el doctor y el mover un momento la boca bastó para provocar un desplomo en él, caer de rodillas delante del señor especializado, rogando recuperar a su esposa sin vida. Todo eso, ella lo relató perfectamente, podía sentir el miedo como si estuviera presente, observando a papá aterrado intentando sostenerme con su facción desfigurada e intranquila, entrando lentamente en un sueño profundo entre sus brazos, escuchando a lo lejos esa quebrantada voz pidiendo que sea fuerte. 

No lo pensé más, lo recogí decidida, y me dirigí apresurada hasta la ventana. A medida que estaba más cerca sentía caer en arrepentimiento, contenía recuerdos, la mayoría se enfocaban en pesadumbre, y unos cuantos en la felicidad que mamá me hacía sentir. De manera automática quité el seguro para abrirla, recibiendo una ráfaga de aire frío que agitó los mechones de mi cabello, a los segundos desapareció. Teniendo ambos cristales abiertos, lo alcé a la altura del pecho, hojeé la pasta y enseguida el primer papel, con el índice apoyé una esquina de la hoja, colocando el pulgar toqué la parte trasera, descendiendo en un santiamén hasta desprenderla. Y finalmente tirarse a las afueras, estando el viento audaz sencillamente la desapareció a la distancia, lo mismo ocurrió con las demás, vaciando la lastimosa memoria de perder a esa persona con suma importancia. Con libertad vagaban en la calle, asemejando a un océano infinito de diminutos botes naufragar sin destino. Cerré el ventanal tras adquirir una respiración de fresco aire, tomé asiento en la silla acojinada y comencé a formar las primeras letras sobre nuevas páginas en blanco del mismo, en este caso ya no hablaría más de mamá, mi inédito motivo sería él, un chico desconocido del que mis seis sentidos (contando la intuición) se centraban sólo en su existencia. Es raro, pues desvanecía el fastidio cotidiano y eso me agradaba.

perfect + JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora