Capítulo Uno: El hijo del mal Parte2

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“—Al final rodeada terminó la corte real, cada sirviente huyó dejando aquel lugar. El príncipe que gozó de fino porte y faz no pudo escapar de su final.”

El sonido del cristal quebrandose y la madera crujiendo, predominaban en el palacio, el cual se encontraba en total silencio

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El sonido del cristal quebrandose y la madera crujiendo, predominaban en el palacio, el cual se encontraba en total silencio.
Algunos sirvientes miraban con interrogación la habitación de Su Alteza, de la cual se escuchaban ruidos de todo un poco.
WuXian finalmente entró a la habitación, quedo sorprendido al ver el desorden de la misma. Su Alteza estaba tumbado en el suelo, alrededor de los escombros, con la mirada baja y los ojos apagados, donde una pequeña y silenciosa lagrima bajó, en sus manos un pequeño collar descansaba.

—¿Alteza está bien?.

—¿Que hice mal? Creí que hacía todo bien, ¿En qué me equivoque? Quizás el cree que soy demasiado joven o simplemente se aburrió de mi. Xichen, el anuló nuestro compromiso, a pesar de que prometió amarme.

WuXian soltó un jadeo de asombro ante la noticia. Nadie esperaba aquello, todos morirían al saberlo.
Pará nadie era un secreto la buena amistad que tenía Yunmeng con GusuLan, ambos reinos juntaron a sus primogénitos, los cuales desde jóvenes se confesaban un amor tan puro y sincero, el anulamiento de la boda era sin duda una gran y horrorosa noticia.

—Su Alteza no ha hecho nada mal, todo lo hace perfecto. —Reconforto el morocho, quien sonrio con sinceridad.

—WuXian, haz un favor en mi nombre, viaja al pueblo de LanlingJin y asiste a la conferencia. No tengo ánimos de ir.

—Lo que Su Alteza pida.

Esa misma noche WuXian partió al pueblo de LanlingJin, donde se llevaría acabo una conferencia entre los reinos vecinos, la cual era verdaderamente importante.

Sin importar que, nadie lograba subir los ánimos de Jiang Cheng, quien apenas y tocaba sus postres favoritos o siquiera salir a tomar un paseo matutino como de costumbre.
Sus ojos apagados mostraban lo mal que la estaba pasando ante la reciente ruptura amorosa.
Con decisión salió de su habitación y camino por el jardín de lotos, donde no había nadie, solo el y el silencio.
Lastimosamente era un silencio efímero.

—¿Lo escuchaste?. —Murmuró alguien.

—¡Claro! ¡Los chismes corren demasiado rápido!.

—Aún no puedo creer que Su Alteza XiChen cambiara a nuestro príncipe por un pueblerino.

—Todos dicen que pose una gran belleza y es amable, cosa que nuestro Alteza no es.

Por alguna razón, ya se le hacia costumbre escuchar las conversaciones ajenas. Con un enojo evidente, se perdió en la oscuridad de su habitación una vez más.

Cuatro días y cuatro noches transcurrieron cuando WuXian había regresado a Yunmeng, con no tan agradables noticias para el príncipe heredero.

De rodillas frente a él, WuXian vaciló sobre lo que debía decir, pero finalmente lo saco, junto con el caliente aire de sus pulmones.

—¡Alteza! Su majestad, el príncipe heredero de GusuLan se ha comprometido nuevamente.

¡Crack!”. La copa de cristal cayó al suelo, derramando el líquido rojizo en la alfombra.

—¿Que dijiste...?.

—Lo que su alteza escucha. Lan XiChen se comprometerá.

—Los rumores eran ciertos.— Dijo en un tono apenas audible. —¿Quien es ella?.

–El – Corrigió WuXian. — Meng Yao, un pueblerino de QingheNie.

Una risa sarcástica resonó. —Un pueblerino...¡Patético!.

Las lágrimas se habían acumulado en aquel joven, que siempre se había mostrado fuerte, una persona dura y egoísta, pero ahora...solo podía llorar frente su más fiel sirviente.

—¡Llama a Wen ZhuLiu!.

Los ojos de WuXian se agrandaron y por un momento dejo de respirar, pero finalmente cumplió las órdenes de su mayor.

Esa misma noche el pueblo de QingheNie había sucumbido, un misterioso incendió arrasó con todo aquel que vivía ahí.
Pero finalmente, Su Alteza había podido descansar en paz.

Aunque no todo es felicidad, conformé los días habían pasado y la alegría regresaba al joven, algo realmente aterrador se acercaba, tan rápido que fue difícil detenerlo.
Los gritos y el olor a sangre predominan en el campo de batalla frente el palacio real.

Jiang Cheng permanece sentado frente la mesa de bocadillos, esperando su inevitable final. Sabe lo que ha hecho, logro enfadar a una nación entera, y ya es tarde para arrepentirse, pero, incluso si lo hiciera, estaría mintiendo.

Su rostro se mantiene calmado cuando escucha la puerta abrirse, no se inmuta y tampoco voltea.

La voz de una joven lo hace girar lentamente.—¡Aquí está! ¡Jiang WanYin!.

Una espada contra su cuello. Suelta una risa amarga y sin pensarlo sonríe.

—¡Pero que grosera!.

Aquel hombre que tanto amo está a un lado de esa mujer, puede reconocerlo incluso con ese molesto antifaz. Los labios del contrario se aprietan e inevitablemente un poco de sangre escurre de ellos. No está seguro pero creyó ver dolor en sus ojos, no, quizás solo fue su imaginación, justo ahora, Lan Huan debe odiarlo.

Y en ese momento todo se volvió oscuro para el. No recuerda que sucedió antes de dormir profundamente, solo el insoportable dolor tras su nuca. Cuando intenta ponerse de pié, cae con un ruido sordo, seguido del tintineo de una cadena, sus manos pesan y ahora entiende todo.

Ha sido llevado a prisión.

Con una risa amarga, cubre su rostro y solo mira a la nada por un orificio, todo está oscuro y tiene frío. Pero la oscuridad no es para siempre, el sonido de la pesada puerta abriéndose lo hace retroceder con cautela. Puede ver a un hombre delgado, se acerca a el y lo jala del brazo, aun con las manos atadas es llevado a algún lugar y pronto lo reconoce.

Sube a la tarima y mira la audiencia, es colocado de rodillas, manos contra la espalda y la cabeza sobre el pedazo de madera.

La guillotina.

Y las campanas retumban, doce en total, la hora exacta para su ejecución.
Aún mirando a su alrededor, con una sonrisa habló.

—¡Vaya! Es hora de la merienda.

Y todo se apagó.

El Hijo Del MalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora