☼︎Ocho☼︎

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Argentina apoyaba sus codos contra la mesada de la cocina, mirando hacia la sala de estar

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Argentina apoyaba sus codos contra la mesada de la cocina, mirando hacia la sala de estar...
Bueno, no realmente, sus ojos apuntaban hacia allí, pero realmente miraba hacia un punto invisible, navegando en sus propios pensamientos profundos.

Dio un pequeño salto por sorpresa al momento en el que unos brazos se abrazaron a su cintura, y luego el besito en la mejilla con cariño de parte de su pareja.

- ¿Cómo te sientes? - Le preguntó el norteamericano con dulzura

El argentino le prestó una pequeña sonrisa agradecida.
Agradecida por tenerlo a su lado, por estar siempre junto a él, por hacerle creer que todo estaba bien con tan solo una caricia.

- Mejor - Respondió con su voz suave y delicada, como una pluma bailando al viento - Gracias - Agregó, ocultando su cara en el hueco entre el hombro y cuello de su amado

- ¿Gracias por qué? - Algo confundido, México se retorció un poco, para poder ver a su pareja, pero que, a la vez, la cabeza de su pareja siguiera apoyada en su hombro

Después de todo, no quería incomodarlo.

- Solo... gracias - Respondió el otro, risueño, encogiéndose de hombros con diversión

Con un pequeño sonrojo y una sonrisa asomando por sus labios, el mexicano tan solo contempló anonadado la belleza del argentino, reclamando una y otra vez en su mente lo mucho que lo amaba y lo agradecido que estaba por ser el sentimiento recíproco.

- Pues, entonces, gracias a ti también, belleza - Devolvió

Ambos países juntaron sus frentes, mirando sus ojos como si fuera lo único que podían ver, como hechizados por el brillo que estos mostraban.

- ¿Gracias por qué? - Preguntó en un susurro el sudamericano, una sonrisa embobada pintando su cara

- Solo gracias - Respondió el contrario, con la misma sonrisa que su esposo

México se acercó lentamente al argentino, poco a poco, tomándose el tiempo para que pudieran absorber ese momento y grabarlo en sus mentes como si de piedra se tratase.
Llegaron a aquel punto en el que sus labios apenas se rozaban y sus ojos comenzaban a cerrarse, aún negándose a romper el contacto visual hasta que estuvieran cerrados por completo.

El tricolor tenía ganas de besarlo hasta que le faltara aire en los pulmones, para solo tomar una bocanada de aire corta y seguir. Quería mostrar su amor en ese mismo instante, de cada manera en la que le fuera posible en el momento.

Besos, caricias, palabras...

Tratar de convertir a ese bebé en mellizos...

Lo que pudiera, le daba igual.

Pero su momento romántico y deseos algo lujuriosos fueron cortados por un pequeño ruido, casi imposible de notar pero bastante obvio cuando esté logra romper tu burbuja amorosa.

- Operación bebé -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora