☼︎Veintidos☼︎

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La negruna emocional que reinaba en su mente de alguna manera lograba salirse de los parámetros de su imaginación y apretarlo con fuerza, sentía la presión en sus ojos, en su pecho como si estuviera a punto de explotar, en su estómago se anudaba y en sus manos se tensaba. Un frío lo invadía de dentro hacia afuera, tanto que sus dedos se sentían de cristal y, no importaba cuanto tratara de respirar profundo, todo el tiempo sentía como si tuviera pequeños trozos de hielo filóso clavados en los pulmones.
Así se sentía cada segundo en el hospital. Cada instante en el que no podía ver a su esposo.

Lo último que sabía era que Argentina había entrado llorando a la guardia y no había sabido nada más de él... sí, solo había sido una hora, pero se sentían como años.
Ecuador estaba sentado a su lado, podía ver la pierna de México temblar mientras el resto de su cuerpo se mantenía congelado con ese frío interior, sus ojos ambarinos apagados, entrecellados, sin brillo ni chispa, solo metidos en su mente como si analizara cada pensamiento con sumo detalle.
Ni Ecuador sabía qué decir en esos momentos... él también solo esperaba, suplicando que todo estuviera bien.

La situación no parecía real, parecía otra de esas tantas pesadillas que le habían consumido el sueño una y otra vez por años... no podía respirar estando otra vez en los pasillos de ese hospital, se sentía claustrofóbico, sentía vertigo, como si incluso sentado fuera a caerse en cualquier momento... no quería recordar ese ambiente tenso, el aire a muerte y la soledad llena de gente entre esos pasillos, no quería recordar y volver a sentir la perdida de su primer hijo.
No otra vez.

Pero ni las lágimas lo pudieron salvar de ese grito molesto, embadurnado en la ira más picante, un picor que ni México podía aguantar:

- ¡¿QUÉ TE DIJE, HIJO DE PUTA?! -

Y en menos de un segundo pudo a ver a Uruguay saltando hacia él, no pudo ni reaccionar, solo darle una mirada rápida mientras el uruguayo cerraba los puños y se preparaba para desintegrarlo a golpes... sus pupilas temblaban y podía ver bien lo hinchados que estaban sus ojos, su nariz y sus mejillas ambas rojas, mostrando de él otro hombre roto en aquel pasillo de hospital.

- ¡Uruguay! - Tuvo que ser pura suerte que Colombia viniera con él, atrapándolo entre sus brazos y manteniendolo bien pegado

Aunque incluso el enorme y fuerte Colombia estaba teniendo problemas reteniendo al pequeño uruguayo, cuya rabia podría tirar montañas abajo de solo un empujón.

- ¡¿QUÉ TE DIJE?! ¡¿TE DIJE O NO TE DIJE LO QUE IBA A PASAR SI MI HERMANO TERMINABA EN ESTA SITUACIÓN OTRA VEZ?! ¡TE DIJE, HIJO DE PUTA! ¿¡Qué mierda hace en un hospital!? - Uruguay reclamaba a gritos rasposos, como si tuviera lijas en la garganta, su respiración errática

- ¡Uruguay, calma! - Colombia insistió, claramente preocupado... tanto por su pareja como por México

Pero el uruguayo solo necesitó un codazo preciso para quitarle el aire y escapar, tomándo a un asustado mexicano por el cuello de la camiseta para acercarse a su cara con ojos intimidantes, prendidos fuego, listos para derretir esa faceta fría por la que México pasaba.

- Yo te advertí que si esto volvía a pasar yo te cortaba las bolas y, creeme, pienso mantener esa promesa. - Amenazó, abruptamente sacando una navaja de su bolsillo y acercándolo sin duda a la entrepierna del mexicano

México no llegó a gritar antes de que el colombiano agarrara por los hombros a su pareja y lo alejara con fuerza.

- URUGUAY, mierda ¡Estamos en un hospital! - El colombiano le dijo con el cuerpo tenso, teniendo problemas para respirar normalmente entre la fuerza de retener al más bajo y el codazo en el estómago que se había tragado

- Operación bebé -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora