Capítulo 11

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La práctica fue más movida. El entrenador Ukai los obligó a esforzarse más si querían preguntarle sobre su vida de –no– casado a Tobio. Incluso había hablado con el azabache menor en que si quería no contestara nada, ya que no era parte del trato y no estaba obligado, solo era un sucio truco para que no estuvieran holgazaneando. Todo eso momentos antes de que tanto el entrenador Ukai y el maestro Takeda fueran llamados a la sala de maestros.

— Kiyoko–senpai, usted dijo que el grabado que tiene el hilo rojo es la mejor forma de representarlos. ¿Usted conoce a la pareja de Kageyama? —pregunta Yachi durante un descanso, ahora que todos rebobinan entre sus recuerdo pueden escuchar perfectamente las palabras que dijo la meganekko

— Si, estaba acompañando a mi abuela cuando Kageyama–obaasan nos lo presento como su nieto hace dos días —comenta la azabache

— ¿La abuela Kageyama? —se extraña el equipo, Tobio por su parte se encuentra enternecido era la primera vez que escuchaba que su abuela le decía nieto a Shu, ahora entendía la razón por la que el lobo del castaño se emocionaba de vez en cuando

— Ahora que lo mencionas, mi abuela dijo algo similar. Dijo que una de sus amigas del bingo estaba acompañada de un príncipe europeo —dice Narita y Kinoshita lo secundo

El omega sólo pudo reprimir su sonrisa. Era posible que se tratara de Shu, el castaño era conocido por sus atractivos rasgos ingleses, cortesía de la genética de su madre y su elegante ejecución en el kyudo, que era otra razón para llamarlo príncipe.

— ¡¿Un príncipe?! —se sobresalta Hinata, los demás no sabían si lo había asociado con algún rasgo para describirlo como príncipe o literalmente a la realeza.

— El rey y el príncipe —aunque lo dijo en voz baja todos alcanzaron a oír la voz de Yamaguchi.

El rey alfa y el príncipe omega.

Tobio ya no podía con la vergüenza que estaba sintiendo. Miro a Yamaguchi y frunció el ceño, le disgusto en cierta forma lo que había percibido así que se acerco al sonrojado pecoso.

— Yams. . . —y antes de pudiera decirle otra cosa a su compañero, el dulce aroma de las fresas se expandió por todo el gimnasio.

Tomo al omega y lo aparto lo más posible de los chicos, Shimizu quiso acercarse, pero el azabache no se lo permitió, ella era una alfa sin omega, no podía dejar que los alfas se acercaran a su amigo. Los alfas gruñeron estremeciendo a Tobio. Sin embargo, no cedió ante sus superiores, ellos no iban a detenerlo, debía de sacar a Yamaguchi de ahí rápido.

Tadashi no estaba llamando a ninguno de los alfas y estos estaban dispuestos en acercársele mientras que los betas no sabían que hacer.

No podía esperar a que Yachi volviera con alguno de los alfas adultos. Se quito su sudadera para ponérsela sobre los hombros, las fuertes feromonas de tomillo podían cubrir el dulzor de las fresas.

— Vamos Yams, debo de sacarte de aquí. —hizo que el pecoso pasara un brazo alrededor de su hombro para poder llevar parte de su peso





 —hizo que el pecoso pasara un brazo alrededor de su hombro para poder llevar parte de su peso

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El ojiazul se quedó a cuidar de Yamaguchi aún después de que la enfermera le dijera que no era necesario. La madre de Yamaguchi aún no llegaba por lo que Tobio se encargo de cuidar del pecoso con los dolores de cabeza.

— No tenias porque hacerlo, Kageyama. No me iba a pasar nada malo, solo no medí bien el tiempo —dice el pecoso acomodándose en la camilla, la primera oleada de calor era la menos intensa, así que por momento no sentía su apetito sexual despertándose

— Yams, aunque estés en la manada en ningún momento te escuche llamar a ninguno de ellos, y ellos podían aprovecharse de tu vulnerabilidad. No puedes decir que porque son una manada están en su derecho, no eres un objeto —ve las lágrimas salir rápidamente de sus cuencas que por un instante se asusto

Así que se acerco al omega para abrazarlo. Los pequeños espasmos que daba le hicieron preocuparse más.

— No. . . No lo soy —lo escucha decir entre sollozos ahogados

Tobio se molesto y quería golpear a Tsukishima. Esos lentes necesitaban más aumento si el rubio no se había dado cuenta de lo que su amigo seguía sufriendo.

El Alfa del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora