Prólogo

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Max.

Estar solamente de pie a un costado de donde ella se encuentra es un punto débil. De verdad que sí lo es.

Verla bailando de esa manera entre tanta gente solo activa la adrenalina de mi cuerpo, y la ansiedad por acercarme a ella y poder ser yo él que la agarra de esa manera; por la cintura y pega a su cuerpo. Pero solo me queda admirarla así, de lejitos.

El alcohol corriendo por mis venas no ayuda en la situación, además de que es mi primera vez bebiendo en un antro como este. Sin importar qué, agarro valor de donde ni siquiera hay, y doy pasos hacia ella, con el mar de gente chocando conmigo, cuerpos sudorosos y caras desconocidas.

Ella se voltea, quedando de frente a mí, la luz del lugar y la música solo hacen que todo se vuelva más intenso. Sus ojos negros se amarran a los míos de una forma increíble, y me doy el tiempo de detallar cada parte de ellos, al igual que saborear cada una de sus facciones. Sus labios carnosos se entreabren, y forma una sonrisita perversa, sigue moviendo sus caderas, pero ahora alza el ajustado vestido, dejando al descubierto una parte de sus muslos, sus dedos picotean su cuerpo sobre el vestido mientras sube sus manos a su cuello, da un roce en sus labios y los muerde, tratando de tentarme.

Aprieto mis puños a mis costados y estoy decidido a ir y, si ella quiere, a terminar esto de una vez por todas, pero un sujeto que yo no conozco para nada, la agarra por atrás, y sigue bailando con ella. Cada vez que el sonido de la música aumenta, ellos aumentan sus pasos. Él se pone en una posición en donde me da la espalda, y ella frente a él, todavía puedo verle el rostro.

La desconocida —la cual estuve a nada de acercarme a ella—, me guiña un ojo antes de poner su atención en el chico que tiene enfrente.

Una parte de mí se siente como un cobarde, mientras que la otra se siente algo bien, es decir; ¿qué más podría haber pasado con ella? ¿Besos? ¿Caricias? Si fuera eso, estoy seguro de que serían recuerdos de una noche de fiesta, cosa que las personas tachan como algo casual entre adolescentes.

Vuelvo a mi lugar, y la sigo observando, pero esta vez con menos intensidad ya que mi sentido común me grita que es mejor alejarse, y que seguramente esas miradas solo son producto de una noche de diversión. Solo es lo coherente de la vida. Pero todo eso podría romperse.

Rompiendo lo coherente [borrador] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora